martes, 11 de diciembre de 2012

Mitty Collier



Como casi todas las cantantes negras americanas de la época, Mitty Collier empezó cantando góspel en la iglesia. Con 18 años llamó la atención de Chess Records al ganar un premio de jóvenes talentos en el Show de Al Benson. Así, durante la década de los 60, grabó con la discográfica Chess 15 singles, escritos la mayoría por Billy Davis, de quien ya hemos hablado aquí. En 1964 grabó su mayor éxito, “I had a talk with my man”, canción que luego versionó Dusty Springfield, Shirley Brown o Vaneese Thomas entre otras. Nunca dejó su vínculo con la iglesia y ya en los 70 se interesó en los estudios bíblicos hasta hacerse predicadora. Incluso llegó a ser ordenada pastora de la iglesia de Chicago. Aquí la tenemos, a todo color, con 23 años, con un chorro de voz y una presencia contundentes y aliñado con un vestido rojo ceñidísimo (¡Mnmm!)… Grandísimo blues. Ya no se hacen canciones así. Qué pena. 

lunes, 19 de noviembre de 2012

De las Checas de Barcelona a la Alemania Nazi (Veinte años de una vida)


            El acantilado nos ofrece con este título un libro de memorias que se podría encuadrar en la llamada literatura del exilio. En su caso, Otilia Castellví (Gijón, 1907 -Canet de Mar, 2000) no sólo sufrió el exilio al salir de España poco antes de terminar la guerra civil, sino que iba a seguir sufriendo sucesivos exilios de los distintos países europeos por los que deambuló, y de los tuvo que huir antes de establecerse definitivamente en Venezuela a mediados de la década de los 40 del pasado siglo. Hay muchos ejemplos a lo largo de la historia de testimonios verdaderamente estremecedores, vividos por sus protagonistas que cuentan en el fondo la capacidad del ser humano para infligir dolor y al mismo tiempo la capacidad de superación, si no para sobrevivir a él, sí al menos para exponerlo públicamente. Algo que ya de por sí es un paso importante. Este del que hablamos, “De las checas de Barcelona a la Alemania nazi” es además un testimonio de una intensidad que emociona.
            Otilia Castellví trabajó como modista en una empresa textil de Barcelona, un sector industrial de los más importantes en la Cataluña de esos años. Estamos a finales de la década de 1920, época de constantes algaradas anarquistas, huelgas de obreros y reivindicaciones nacionalistas. En medio de ese ambiente, Otilia Castellví sintió desde muy joven la necesidad de participar de forma activa en la política, lo que la llevó a afiliarse al Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Como ella misma confiesa, no lo hizo por una aspiración política de ocupar puestos dentro del partido, sino por pura bisoñez idealista. Con ese espíritu libertario participó en la fallida revolución del 34 y en huelgas y otras acciones más contundentes, (como la toma de edificios oficiales), que tenían como objetivo poner contra las cuerdas al gobierno legítimo de la república.
            En “De las checas de Barcelona a la Alemania nazi”, Otilia Castellví no ofrece un testimonio de adoctrinamiento político (lo que es de agradecer), sino un libro de memorias donde relata los hechos que vivió y cómo le afectaron a ella y a su entorno. Sin embargo, a lo largo del libro sólo hay un pasaje en que se salta este guión y hace una especie de ajuste de cuentas político: es el que hace referencia a la depuración del POUM por parte de agentes soviéticos al inicio de la guerra civil por no someterse a la línea estalinista. Otilia Castellví fue encarcelada por ello en las checas de Barcelona junto a muchos de sus compañeros de partido, mientras sus dirigentes, como fue el caso de Andreu Nin, fueron ejecutados. Un episodio, el asesinato de  Nin, que ha sido tratado por Ignacio Martínez de Pisón en su obra “Enterrar a los muertos”, libro de lectura obligada según palabras de Rosa Montero.
Además Otilia se lamenta de la falta de apoyo de las democracias europeas a la causa republicana, mientras el bando nacional sí contaba con la ayuda de Alemania e Italia. Tras pasar gran parte de la guerra encerrada en las checas, Otilia consigue finalmente salir de España hacia Francia. Pero lo que le aguardaba al otro lado de la frontera iba a ser una lucha desesperada por la supervivencia que parecía no tener fin. Nada más llegar fue recluida en el campo de concentración de Argeles, en la costa francesa, rodeada de inmundicia, de enfermedades y muerte. Su condición de extranjera hacía casi imposible su vida fuera del campo de concentración y de eso se queja amargamente Otilia Castellví: los franceses (como nación y como personas) les dispensaron a los refugiados españoles un trato humillante y vejatorio. Pasó después varios meses en la cárcel de Dijon simplemente por ser extranjera y huyó en una peripecia que la llevó a refugiarse en el barrio portuario de Lyon, en compañía de braceros, contrabandistas y prostitutas. Allí encontró el apoyo y el calor de otras personas que, como ella, se sentían proscritas en una Francia inquieta por la inminente ocupación nazi. Poco a poco fue habituándose a vivir en la clandestinidad, sobreviviendo con trabajos esporádicos y siempre en permanente huida junto a un compañero del partido con quien se encontró en su periplo. De Francia pasaron después a Luxemburgo con un pasaporte falsificado, al amparo de una familia judía; y más tarde a Alemania, gracias al contacto que Otilia aún mantenía con una alemana, amiga de su familia desde hacía varios años. Allí vivieron en primera persona los bombardeos de la aviación aliada en los momentos más duros de la 2ª Guerra Mundial. Una vez terminada la guerra regresaron a Francia con la esperanza de rehacer sus vidas y de volver pronto a Barcelona, un sueño que Otilia Castellví no había abandonado desde que huyó de las checas. Pero de nuevo, pese a un horizonte que ya se vislumbraba sin guerras, volvieron a sufrir su condición de extranjeros, condenados a ser personas de segunda. Ante este panorama y en vista de que en España la dictadura de Franco no había hecho más que empezar, decidieron huir a Sudamérica, donde se establecieron definitivamente.
Durante toda la narración la autora desliza varios guiños a su amor por la naturaleza, lo que ayuda a distender un poco el tono desgarrado de su vida. Desde joven, ella era muy aficionada a las excursiones al aire libre, e incluso en los momentos más dramáticos, (como cuando están intentando ponerse a salvo de los bombardeos aliados en Alemania atravesando un bosque), no desaprovecha la ocasión de admirar la belleza del paisaje. El libro se cierra con un epílogo escrito por su hijo, donde cuenta brevemente la vida que llevaron sus padres desde que se establecieron en Venezuela en 1946. El deseo de Otilia Castellví de regresar a su querida Barcelona pudo más que las dificultades que podría encontrarse en la España franquista. Otilia regresó en 1959, dejando atrás a su marido y aparcando sus devaneos políticos de juventud.
Estas memorias, “De las checas de Barcelona a la Alemania nazi”, que ya tenía listas a principios de los años 80, no verían la luz sin embargo hasta casi 15 años después. Habiéndolas leído de un tirón, con el corazón en un puño y en muchos momentos con un nudo en la garganta, uno no se explica por qué hubo reticencias de algunos editores en que esta historia se diera a conocer. ¿Por qué se deben hurtar a los lectores estas memorias? ¿Qué hay de malo o incómodo en ellas? 
Esta lectura debería ser obligatoria en los institutos. No digo más.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Clara Obligado gana el IX Premio Setenil


El jurado del IX Premio Setenil al Mejor Libro de Relatos Publicado en España 2012, reunido el día 30 de octubre, ha acordado conceder el galardón a Clara Obligado por su libro El libro de los viajes equivocados, publicado por la editorial Páginas de Espuma. El jurado, compuesto por Cristina Fernández Cubas, José María Pozuelo, Antonio Lucas y Manuel Moyano, eligió este libro de entre los 58 que se han presentado.
El Premio Setenil, convocado por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Molina de Segura, tiene una dotación de 10.000 euros. El acto de entrega tendrá lugar el 11 de diciembre de 2012, en el Salón de Plenos del Ayuntamiento.

Nacida en Argentina en 1950, Clara Obligado vive en Madrid desde 1976. La gran aportación (aparte de su obra) de esta licenciada en literatura y alumna de Borges, es que fue pionera en España de los talleres de escritura creativa. Un tipo de escuela que hasta entonces en España no se conocía.

En El libro de los viajes equivocados nos presenta una colección de once relatos que pueden leerse de manera autónoma, pero que están unidos entre sí por vasos comunicantes. La migración o el destierro son algunas de las formas de viaje contempladas en este libro, cuyos personajes ven cómo el azar dibuja sus vidas. En palabras de la autora, la obra ganadora “habla de los tiempos difíciles que nos toca vivir a través de un viaje por la historia europea”.

Sin duda un libro muy interesante.
Mi más cordial enhorabuena, Clara.

miércoles, 17 de octubre de 2012

En la redacción


Si hacen repaso de mi actividad diaria, verán que trabajo con honestidad. Me levanto a las siete de la mañana y voy a la redacción. Allí nos reunimos todos los compañeros para repartir el trabajo de la jornada. Después, cada uno se hace responsable de la tarea asignada y sale a cubrir la información al detalle. Y a última hora de la tarde regresamos al periódico para dar cuenta a los lectores de las últimas noticias del día en una primera edición.

Ser cronista de la sección de sucesos no es nada fácil. A una mente clara y despierta hay que unir ciertas dosis de elocuencia que permitan adornar las historias sin que los artificios queden a la vista de los lectores.

Esta mañana me ha tocado visitar una joyería. Después de desvalijarla y de asesinar a su propietario, he borrado las huellas, he destruido la grabación de la cámara de seguridad y he enmascarado el crimen como sólo un profesional de las mafias sabe hacer. Por último, ya en la redacción, he introducido ciertos elementos pasionales en el relato de los hechos, tan en boga en los tiempos que corren.

Mañana redactaré un nuevo suceso. Les aseguro que no es nada fácil.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Finalistas del Premio Setenil 2012

El ayuntamiento de Molina de Segura ha hecho pública la lista de los 10 finalistas que optarán al premio Setenil al mejor libro de cuentos publicado en 2011.
Entre los finalistas hay varios escritores con mucho peso (Aramburu, Hidalgo Bayal, Neuman, Obligado, Peri Rossi). Y otros que no teniéndolo aún, pese a llevar ya varios libros publicados, han visto recompensado su trabajo: Fernando Palazuelos (por 2º año consecutivo), Miguel A. Zapata, José Mateos...

Llama la atención este año que hay 3 editoriales (Tusquets, Páginas de Espuma y Menoscuarto) que optan al premio con dos candidatos.
Pero como nada está decidido (o sí, según otros), habrá que esperar.
El jurado fallará a finales de octubre.

Suerte a los elegidos:

1.- "El vigilante del fiordo", de Fernando Aramburu (Tusquets); 2.- "Conversación", de Gonzalo Hidalgo Bayal (Tusquets); 3.- "Los caníbales", de Iván Humanes (Libros del Innombrable); 4.- "Historias de un dios menguante", de José Mateos (Pre-Textos); 5.- "Hacerse el muerto", de Andrés Neuman (Páginas de Espuma); 6.- "El libro de los viajes equivocados", de Clara Obligado (Páginas de Espuma); 7.- "Calle Aristóteles", de Jesús Ortega (Cuadernos del Vigía); 8.- "Geometría del azar", de Fernando Palazuelos (Baile del sol); 9.- "Habitaciones privadas", de Cristina Peri Rossi (Menoscuarto); 10.- "Esquina inferior del cuadro", de Miguel A. Zapata (Menoscuarto)

viernes, 14 de septiembre de 2012

Un soplo de aire



El viento sacude a capricho las lonas que cubren las terrazas de los edificios. Mueve las hojas de los cañaverales y moldea paisajes en la arena de la playa, en un perpetuo devenir.
Aquel viento es el mismo que, siendo un niño, sintió por vez primera sobre su piel cuando bajó a la playa para ver en las barcas los peces recién sacados de las redes. Aún recuerda ese rumor constante del aire que acompaña a su lento caminar sobre la arena, al rugir de las olas en perfecta comunión con el viento, al olor a crudo, a sal, a vida y a mar. Se diría incluso que es el viento quien arrastra la sucesión de los días y las noches.

Por eso no puede huir de él. Sabe que ya forma parte de su alma.

Ahora se encuentra sentado sobre el poyete del paseo, de espaldas al mar. Esa mañana ha permanecido en tierra, no ha salido a faenar con los demás. Hace memoria: en 30 años de profesión sólo ha tenido que dejar su barca sobre la arena unos pocos días, quizá 25, puede que 30. Recuerda entonces la furia de ese temporal de levante de hace 10 años, o aquel día de primavera en que un enorme pez espada cayó entre sus redes, y que no pudiendo aguantar su fuerza descomunal, segó, al ceder, dos de sus dedos. O los días de angustia que siguieron a aquel en que un tío y tres de sus primos se adentraron una noche en la quietud de la niebla y se perdieron para no dejar de ellos más rastro que su recuerdo.

Sentado allí, repasa ahora estos y otros pasajes mientras sostiene entre sus manos ásperas de salitre un pedazo de papel. Aún no se cree lo que puede conseguir con él. Tantos años entregados al trabajo duro, poniendo en juego su vida, para sacar adelante la de los suyos, y tiene que ser un papel pequeño con unos números impresos lo que abrirá las puertas de un mundo nuevo.
Pero un soplo de aire levanta arena de la playa en pequeños remolinos y llegan hasta el hombre, que para protegerse abre las manos y cubre su cara. De un salto se pone en pie y abre los ojos esperando encontrar el papel. Pero ya es tarde, no sabe que el viento arrastra el boleto premiado a través de la playa. Ahora el boleto sube y baja las pequeñas dunas de arena, salta grácilmente las piedras, se aleja más y más, hasta ser engullido por las olas, perdiéndose entre la espuma del mar, y esfumándose también con él los sueños vanos de una vida regalada.

Al día siguiente volvería a la rutina de una vida que no tendría por qué cambiar después de 30 años entregado a ella.

Al día siguiente se levantaría a las cuatro, arrastraría su barca hasta la orilla, orientaría el timón mar adentro, echaría las redes y regresaría a casa.

Al día siguiente, seguiría soplando el viento.



viernes, 31 de agosto de 2012

Sandy Posey



Cantante country, (no podía ser de otra manera siendo blanca y habiendo nacido en Alabama), se la comparó en su época con Skeeter Davis, de quien hablaremos próximamente. Con su primer single fue disco de oro al vender más de un millón de copias. La carrera de Sandy Posey ha estado ligada de alguna manera a Elvis Presley. Además de poner voz de fondo al gran éxito de Percy Sledge, "When a man loves a woman", hizo los coros en varios de los conciertos del Rey. Y como guinda, se casó con Wade Cummings, el más perfecto imitador de Elvis de la época... y hubo muchos.
A partir de mediados de los 70 y sin olvidar su raíz country, dotó a sus canciones de un contenido espiritual, tras abrazar la religión cristiana. Aquí la vemos en 1967 cantando para la televisión alemana su mayor éxito, "Single girl", una canción que habla de lo sola que se siente sin un hombre que la ame dulcemente y no la engañe, y que esperará hasta encontrarlo… En fin, lo bonito del amor.

Que la disfruten.


sábado, 18 de agosto de 2012

El coloso de barro


A la hora de abordar una biografía, cualquier autor se encuentra con una serie de dificultades que debe ir solventando durante el proceso de elaboración. El primero es el conocimiento del personaje biografiado, es decir, debe acumular la mayor documentación posible y contrastarla. Otro paso importante es la síntesis para desechar parte de la información, bien porque resulte intrascendente o porque no sirva para potenciar la imagen que se quiere resaltar sobre el biografiado. Se sobreentiende que toda vida tiene múltiples facetas, y desde luego una biografía no puede pretender abarcarlo todo. En este aspecto, el libro del que vamos a hablar cumple estas premisas.
El coloso de barro es una biografía que narra parte de la vida de Primo Carnera, campeón del mundo de boxeo de los pesos pesados en 1933. El título del libro da una idea de lo que nos vamos a encontrar: con un gigante de 2,05 de estatura sostenido sobre unos pies planos, que son de barro como metáfora de una personalidad maleable por bonachona e inocente. Un carácter del que se aprovecharon quienes le rodearon tanto en el mundo del boxeo como en Hollywood. Philippe Fusaro nos cuenta el ascenso y la caída de este italiano de origen humilde que tuvo que huir del hambre y la miseria de su país.

En la primera escena el autor nos presenta a Primo Carnera en el Londres de 1929, en un espectáculo de lucha simulada contra un grupo de enanos. Y el público paga por ver al gigante, se enfervoriza y vitorea su gesta. Philippe Fusaro no necesita contarnos quién es él, cómo es, dónde nació, qué hace allí… sólo describe el teatro y el desarrollo de la lucha. Pero esas 10 páginas iniciales ya nos esbozan la personalidad de Primo Carnera, la vida que ha llevado hasta allí y nos invita a pensar que quizá su futuro estará siempre hipotecado por su físico y condenado a formar parte del espectáculo. Y como tal lo consideró también el régimen de Mussolini, que lo utilizó como propaganda para la causa fascista y luego lo despreció cuando perdió contra Joe Louis, a decir de muchos, el más grande boxeador de todos los tiempos.

Otro problema que debe tener resuelto el autor antes de afrontar una biografía es el estilo de la obra, que le puede conducir hacia un ensayo más o menos farragoso o hacia una biografía novelada que invite a una ágil lectura. El coloso de barro se encuentra en este segundo grupo, no sólo por su brevedad (167 pág.), sino porque está escrita en un tono ameno, intercalando breves monólogos del protagonista con escenificaciones de algunos momentos de su vida, e incorporando también otros pasajes escritos a modo de ensayo. Esta forma de escribir es arriesgada, pues para colmo adereza este andamiaje con algunos saltos en el tiempo. Pero el resultado final es satisfactorio porque Philippe Fusaro consigue el objetivo de atrapar la atención del lector, ilustrándonos a la vez con datos bastante curiosos.

Es muy extendido en el cine y la literatura el mito del boxeador de origen humilde a quien la vida ha maltratado sin piedad y encuentra en los combates, en la fama, en las grandes bolsas de dinero, una vía para la redención. Pero el mito se completa con la posterior caída del púgil, primero en el cuadrilátero y luego en la vida personal, o viceversa. Todo se derrumba a su alrededor hasta acabar en la ruina y el olvido.
El caso de Primo Carnera se ajusta como un guante a este canon, quizá porque se tomó como molde para construir el mito. De hecho, la famosa película “Más dura será la caída”, con Humphrey Bogart y Rod Steiger en el reparto, está inspirada en la vida de Primo Carnera. Tan reflejado se vio en ella que el boxeador llegó a denunciarlos por intromisión en el honor. La denuncia no prosperó y le cerró definitivamente las puertas de Hollywood, donde había participado en pequeños papeles tras su retirada de los cuadriláteros.
Pese al trágico destino que la vida le tenía reservado a Primo Carnera, Philippe Fusaro termina la novela con un guiño lleno de humanidad: Max Schmeling, púgil alemán con quien había rivalizado en los cuadriláteros y compartido experiencias en la 2ª Guerra Mundial, ensalza la figura del que consideró ante todo un gran amigo.

Al menos alguien se acordó de él a su muerte.

lunes, 16 de julio de 2012

Participantes en el Premio Setenil 2012

El ayuntamiento de Molina de Segura ha dado a conocer la relación de participantes en la 9ª edición del Premio Setenil de libros de cuentos, publicados durante el pasado año. Como lleva ocurriendo en las dos últimas ediciones, la participación sigue bajando. ¿Es preocupante? Quizá, no lo sé.

Este año preside el jurado la escritora Cristina Fernández Cubas, (por cierto, ganadora del premio en la edición de 2006), a quien acompañan el crítico y catedrático Jose María Pozuelo Yvancos, colaborador de ABC; y el escritor y articulista de El Mundo, Antonio Lucas. Evaluar los 58 títulos que concurren este año es tarea difícil, y más teniendo en cuenta los nombres de algunos de los autores que se presentan, como Jose María Merino, Andrés Neuman o Antonio Parra Sanz, que ya formaron parte del jurado en ediciones anteriores. Nombres a los que hay que añadir un ramillete de escritores que ya han sido finalistas del premio otros años, como Fernando Aramburu, Fernando Palazuelos, Clara Obligado, Marino González Montero, Juan Carlos Márquez, Fernando Molero Campos… Y otros más, de indudable calidad: Pilar Galán, Eduardo Halfón (con un libro que ya presentó el año pasado), Marcos Giralt, Pedro Ugarte, Cristina Peri Rossi… En fin, no quisiera estar en la piel del jurado, que no tendrá fácil evitar los comentarios que los más quisquillosos (¡siempre los hay; todos los años, lo mismo!) van a lanzar poniendo en duda la limpieza del certamen. Ya se sabe: amiguismos, rencillas, envidias, favores, ajustes de cuentas con editoriales, menosprecio a un jurado por pura cuestión ideológica (sí, sí, a estas alturas, no se rían)... Desde luego, hace falta ser un ingenuo para pensar que el premio es limpio como una patena. Ninguna actividad humana que implique elección y descarte, lo es. Somos humanos. Pero al mismo tiempo, hay que tener muy mala intención para quejarse sólo de este certamen y no del resto. Quejarse sobre la presencia o no de determinado autor entre los finalistas es un esfuerzo inútil, salvo que seamos amigo o enemigo suyo, queramos sentar cátedra, o nos creamos los inventores del cuento (y de eso, creedme, hay muchos). Produce sonrojo recordar que la elección en última instancia es personal y que ésta corresponde sólo al jurado, que para eso está. ¿O es que también vamos a juzgar sin base alguna las intenciones de las personas? ¿Con qué criterio y por qué? Pero además, el hecho de que cada año el jurado nunca sea el mismo, creo que habla en favor de la limpieza del certamen... En fin, dejémoslo ya.

El ganador de los 10.000 euros del premio se desvelará en noviembre. Pero antes, entre septiembre y octubre, se dará a conocer la relación de los 10 finalistas. Estaremos al tanto. Ahora toca leer y esperar. Suerte a todos.

Esta es la lista de todos los participantes por orden de llegada:

1.- “Sueños, espejismos y otros laberintos”, de Jesús Morata (Círculo rojo); 2.- “Los caníbales”, de Iván Humanes (Libros del innombrable); 3.- “Los meses cuentan”, de Maribel Romero Soler (Visión libros); 4.- “Calle Aristóteles”, de Jesús Ortega (Cuadernos del vigía); 5.- “El monstruo en mí”, de Jose Ignacio Becerril Polo (Saco de Huesos); 6.- “Carne de mi carne”, de Jose María Tamparillas (Saco de Huesos); 7.- “Palabras menores”, de Juan Ramón Santos (De la luna libros); 8.- “Animales y carreteras”, de Arturo Enríquez (De la luna libros); 9.- “Paraíso posible”, de Pilar Galán (De la luna libros); 10.- “Sed”, de Marino González Montero (De la luna libros); 11.- “Lisboa”, de Javier Morales Ortiz (Editora Regional Extremadura); 12.- “La soledad del azar”, de Juan Cobos Wilkins (Almuzara); 13.- “Cuentismos y espejos”, de Jose Miguel Desuárez (e.d.a. Libros); 14.- “Fricciones”, de Pablo Martín Sánchez (e.d.a. Libros); 15.- “Gente que nunca existió”, de Miguel Sanfeliu (e.d.a. Libros); 16.- “Polos opuestos”, de Antonio Parra Sanz (Ediciones Atlantis); 17.- “El viajero inmóvil”, de Ramón Rodríguez Pérez (Paso de Cebra); 18.- “Discordancias”, de Elena Casero (Talentura); 19.- “Lo que tarda un caramelo”, de Clara Redondo (Talentura); 20.- “Los otros mundos”, de Rosana Alonso (Talentura); 21.- “La suave piel de la anaconda”, de Raúl Ariza (Talentura); 22.- “El enmendador de corazones”, de Ricardo Reques (Alhulia); 23.- “Los que miran el frío”, de Francisco Onieva (Espuela de Plata); 24.- “Limones dulces”, de Marian Torrejón (Libros Certeza); 25.- “El susurro de los arbustos”, de César Romero (Paréntesis); 26.- “Los pequeños placeres”, de Miguel Sanfeliu (Paréntesis); 27.- “El vigilante del fiordo”, de Fernando Aramburu (Tusquets); 28.- “Conversación”, de Gonzalo Hidalgo Bayal (Tusquets); 29.- “Hacerse el muerto”, de Andrés Neuman (Páginas de Espuma); 30.- “El final del amor”, de Marcos Giralt Torrente (Páginas de Espuma); 31.- “Los ensimismados”, de Paul Viejo (Páginas de Espuma); 32.- “El mundo de los cabezas vacías”, de Pedro Ugarte (Páginas de Espuma); 33.- “El fin de la raza blanca”, de Eugenia Rico (Páginas de Espuma); 34.- “Casi tan salvaje”, de Isabel González (Páginas de Espuma); 35.- “El libro de los viajes equivocados”, de Clara Obligado (Páginas de Espuma); 36.- “Trastornos literarios”, de Flavia Company (Páginas de Espuma); 37.- “La suma y la resta”, de Irene Jiménez (Páginas de Espuma); 38.- “Segunda residencia”, de Margarita Leoz (Tropo Editores); 39.- “El desierto avanza”, de Ubaldo Rodríguez (Alfar); 40.- “El libro de las horas contadas”, de Jose María Merino (Alfaguara); 41.- “La sombra de las horas”, de Luis Miguel Morales Peinado (Círculo Rojo); 42.- “Vareando nubes”, de Jose Antonio López Rastoll (Atlantis); 43.- “Crónicas de lo imposible”, de Lur Sotuela (La Barraka); 44.- “Geometría del azar”, de Fernando Palazuelos (Baile del sol); 45.- “Cuentos del desamparo”, de Tomás Val (Menoscuarto); 46.- “Esquina inferior del cuadro”, de Miguel A. Zapata (Menoscuarto); 47.- “El reino de la nada”, de Emilio Gavilanes (Menoscuarto); 48.- “Manual para cayotes”, de David Ruiz (Menoscuarto); 49.- “Habitaciones privadas”, de Cristina Peri Rossi (Menoscuarto); 50.- “Pareja de hecho”, de José Carrasco Llácer (La Fábrica de Libros); 51.- “Elocuencia de un tartamudo”, de Eduardo Halfón (Pre-Textos); 52.- “Mañana nunca lo hablamos” de Eduardo Halfón (Pre-Textos); 53.- “Historias de un dios menguante”, de José Mateos (Pre-Textos); 54.- “Viajes”, de Juan Ignacio Ferreras (La Biblioteca del laberinto); 55.- “En el baño”, de Fernando Molero Campos (Alhulia); 56.- “Escritores”, de Salvador Gutiérrez Solís (El Olivo Azul); 57.- “Tangram”, de Juan Carlos Márquez (Salto de Página); 58.- “Ensimismada correspondencia”, de Pablo Gutiérrez (Lengua de Trapo).

martes, 10 de julio de 2012

Rostro de alquiler


Cuando a las siete de la tarde aparecen las primeras ronchitas alrededor de la boca voy preparando la loción. Con movimientos circulares masajeo con ella la cara, después de que las ronchitas se hayan convertido en pústulas que supuran un humor como de melaza espesa. La mezcla de la leche con mi fluido corporal genera un emplasto que al cabo de las tres horas ha secado la piel y ha resquebrajado en miles de fragmentos el mosaico de mi rostro apergaminado.

Entonces llega el momento de meterme en la cama boca arriba. Esta postura es necesaria para que una nevada de escamas esparza mi cara por las sábanas y los globos oculares no se salgan de sus órbitas, calavera abajo, al no encontrar en las persianas de mis párpados la barrera natural de sujeción.
Cuando seis horas después de dormir en forzada vigilia suena el despertador, me levanto de la cama y me dirijo al baño con la torpeza de quien se la liga en la gallinita ciega. Y allí, frente al espejo, moldeo mi nueva identidad con un mejunje de agua, látex y colágeno, que dos días antes he amasado y dejado macerar.

Después de siete años haciendo lo mismo cada día, uno empieza a cansarse y se pregunta si tanto sacrificio compensa el par de horas de focos, piropos y sesiones fotográficas, con que me premian por mi trabajo de rostro de alquiler.

martes, 12 de junio de 2012

El retrato



Iain Pears es un escritor inglés, autor entre otras obras de siete novelas policíacas. Su formación como Doctor en Filosofía e Historia del Arte le ha facilitado además dar a esta novela, “El retrato”, una dimensión intelectual que eleva el nivel medio que suelen ofrecer las novelas de género negro. Suspense y cultura van de la mano en esta novela escrita en forma de monólogo.
La acción transcurre en los años 30 del siglo XX en una pequeña isla del norte de Francia. El protagonista es Henry, un pintor escocés en el ocaso de su carrera, que lleva viviendo autoexiliado en esa isla muchos años. Un día recibe la visita de un famoso y respetado crítico de arte para que le haga un retrato. Ambos habían formado parte de la misma generación artística de jóvenes pintores, asentada en el Londres de finales del siglo XIX. Habían compartido gustos, amigos e inquietudes artísticas e intelectuales, pero el paso de la juventud a la madurez fue poniendo a cada uno en su lugar. Siguiendo la estela de los grandes maestros de la pintura, como Velázquez, Henry aprovecha la oportunidad de plasmar en el retrato no sólo la imagen sino también la personalidad del crítico, plagada de matices, de aristas y de sombras que sólo quienes le han conocido en la intimidad pueden sacar a la luz.

La novela comienza con el retratado sentado frente al pintor, que aún tiene el lienzo en blanco. En una larguísima interpelación sin respuesta, que se extiende a lo largo de más de 200 páginas, el protagonista nos va desvelando la historia de ese grupo artístico, las relaciones que se establecen entre los pintores, las modelos, los galeristas y la crítica especializada. Esa lucha por hacerse un hueco en el mundo artístico dejará un rastro doloroso en el grupo, que acaba disolviéndose por pequeñas rencillas que van enquistándose y algún episodio traumático que marcará el futuro de los protagonistas, no sólo en el plano artístico sino también en el personal.

El tono empleado por Iain Pears se ajusta como un guante a su propósito de reflejar la pérdida de la inocencia artística. La pureza de esa mirada primigenia del pintor en su juventud debe enfrentarse a un mundo cuyas reglas están marcadas de antemano. La búsqueda del éxito y la aceptación de cánones establecidos suponen en ocasiones la renuncia a los principios. Como consecuencia, la honestidad del artista, el compromiso con su propia escala de valores condenan al pintor, la mayoría de las veces, a los anaqueles del olvido. Ese reto del artista por buscar el equilibrio perfecto, una lucha que nunca deja de ser angustiosa, lo ha sabido transmitir muy bien el autor.

Su formación en Historia del Arte le ha permitido a Iain Pears hacer exhibición de sus conocimientos en el mundo de la pintura de principios del siglo XX. Y lo hace en pequeñas dosis, de forma justificada y sin apabullar, lo que es de agradecer. Sin interrumpir la trama principal, nos conduce por las distintas corrientes pictóricas. Nos habla de Gauguin, Monet, Picasso, de la evolución desde el movimiento prerrafaelista, pasando por el impresionismo hasta llegar a los postulados más conceptuales de los movimientos de vanguardia. Todo ello lo pone al servicio de la historia que nos propone, la del enfrentamiento del pintor y el crítico durante años, un ajuste de cuentas que al modo de “Cinco horas con Mario” va sacando a la luz página a página. Pero a diferencia de la novela de Delibes, en “El retrato” hay una última oportunidad de corregir en vida los errores o, al menos, de compensar los agravios sufridos.

Y como autor de novela negra que es, Iain Pears va acumulando la tensión hasta llegar a un final que, aunque puede resultar previsible, no desmerece en absoluto del buen nivel que alcanza esta novela.

viernes, 1 de junio de 2012

Debates de altura

Atención, acabamos de recibir en nuestra redacción esta "blog-pifia" de última hora:

Sergio Ramos ha hecho un hueco en la concentración de la selección española y ha presentado su quinto libro de ensayos. El libro, que lleva por título, “Cosmogonía, análisis y contradicciones en la teoría de la evolución de las especies”, ha suscitado un vivo interés entre los miembros de la comunidad científica, pues como ha declarado Leo Messi: “este estudio va mucho más allá de un simple tratado y abre un nuevo capítulo en la historia de la filosofía.” Estas declaraciones, realizadas en el marco de las conferencias de verano que organiza la universidad de UCLA, han enconado los debates en el mundo intelectual. A este respecto, Belén Esteban se ha mostrado vehemente al afirmar que ni Jung, ni Glucksmann, ni Heidegger han sido capaces de llegar tan lejos.
También en su cuenta de Twitter, Justin Bieber ha abogado por cuestionar el principio de incertidumbre de Heisenberg: “Si yo ya lo vengo barruntando desde hace tiempo. La sociedad del siglo XXI está asentada sobre pilares de barro. Ramos ha puesto el dedo en…”, le dio tiempo a escribir antes de consumir sus 140 caracteres.

Ya en un tono más informal y con la frivolidad que le caracteriza, el humorista Stephen Hawking ha comentado tras repasar el libro: “Ozú, qué letra tan menúa”, dijo con voz metálica.

Si es que… se veía venir.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Billie Davis




Billie Davis supo desde sus inicios qué sonido quería para su música escuchando discos de Rock and Roll. Como muchas estrellas emergentes de la época irrumpió con apenas 16 años en las listas británicas de éxitos. Pero un grave accidente de tráfico estuvo a punto de truncar su carrera y su vida. Logró recuperarse alimentándose con pajita durante 6 meses, pero no se libró del acoso de los tabloides, pues en el coche siniestrado viajaba también Jet Harris, de The Shadows, con quien vivía un romance siendo ella todavía menor de edad... Basta, dejemos la prensa amarilla a un lado. Billie Davis retomó su carrera y en 1965 sacó este “Watcha gonna do”, un rock and roll muy evolucionado para lo que se estilaba (a excepción de las trompetas y el solo de órgano, claro). Rara avis, Billie escribía muchas de sus canciones y obtuvo un gran éxito en España y en Sudamérica, de la mano de su amigo Matt Munro. Qué tiempos…

jueves, 3 de mayo de 2012

Arquímedes y su verdadero punto de apoyo


- El sol viene de allí, ¿es que no lo ves?. ¡Apunta bien!.- Ordenó el anciano.

El soldado subió entonces al promontorio desde el que se divisaba todo el golfo de Mesina. El día era tan claro que más al fondo podía adivinarse incluso la región del Tirreno. Pero aquel no era el momento de contemplar la inmensidad de aquel mar que unía y separaba a la vez tantos pueblos asentados a sus orillas desde el origen de los tiempos. Si no se daba prisa, el viento que sentía en su cara desde el este, acabaría lanzando las naves enemigas a la fortificación antes de mediodía.
A pesar de su empeño, el soldado no dio con el modo de orientar ese extraño ingenio, y tras varios segundos tuvo que desistir.

- Baja de ahí, anda.- Se desesperó el anciano.- … Al final tengo yo que hacerlo todo.

Y subió con una agilidad impropia de sus 73 años. No le costó trabajo al anciano, que había diseñado y construido el juego de espejos, orientar la luz del sol hacia el velamen de las naves romanas. El bruñido de la superficie cóncava de los espejos les cegaría y además potenciaría el calor en la cubierta hasta hacerlo insoportable.

Cuenta la historia que el experimento funcionó y las naves romanas cayeron derrotadas ardiendo como antorchas. Así que los romanos tuvieron que redoblar el asedio, que continuó otros dos años más, (hasta el 212 A.C.) para que ese pueblo indomable, descendiente de los griegos asentados en Sicilia y ahora aliados de Cartago, hincaran la rodilla decantando irremisiblemente la balanza de la segunda guerra púnica.


No sabemos lo que el destino habría deparado a ese anciano al que llamaban Arquímedes, de haber sido Cartago la civilización victoriosa en aquella contienda. Probablemente a estas alturas del siglo XXI aún sería reconocido como uno de los tres grandes personajes de todos los tiempos, pero eso nunca lo sabremos. Lo que sí conocemos hoy es que todos sus trabajos y descubrimientos en el campo de las matemáticas y la física buscaban una aplicación práctica para la vida cotidiana, algo muy poco común en aquella época. Estableció el principio de flotación y dio un valor exacto al número Pi. Y sobre todo, demostró que no era necesaria la fuerza bruta de cien elefantes para levantar en vilo grandes pesos.

- No es posible eso que pretendes. Necesitaríamos la manada entera de Aníbal.- Se burlaron de Arquímedes los más escépticos.

- No seáis necios. Tú dame un punto de apoyo, y yo moveré el mundo.- Y con esa frase se le recuerda aún.

Pero no era el mundo lo que él quería levantar, sino gigantescos barcos aplicando su teoría de las palancas. Sus coetáneos no podían creer que ello fuese posible sólo con una viga de madera, unas cuerdas y apenas un puñado de hombres.
Pero lo vieron hacer y lo creyeron.
Sin embargo, para ser justos con el reconocimiento general del que hoy goza Arquímedes, deberíamos hacerlo extensivo también a Regiomontano, un astrónomo alemán del siglo XV. Cuando el imperio otomano derrotó a Bizancio y tomó Constantinopla en 1453, varios sabios griegos huyeron a occidente llevándose consigo las únicas copias de algunos tesoros de la ciencia antigua, incluidos los trabajos de Arquímedes.

Tras un periplo azaroso de varios años, llegaron al fin a manos de Regiomontano, que supo ver la trascendencia de los legajos e inició una ardua tarea de traducción y conservación. Unos documentos que sirvieron de base a Copérnico y Galileo para sus descubrimientos posteriores. Por eso creo que a Regiomontano habría que agradecerle lo que hoy sabemos sobre este anciano de Siracusa, que al parecer, cuando descubrió el principio de la flotación, dicen que exclamó eufórico por la calle: ¡Eureka, eureka!... Pero si nos paramos un momento a analizar la historia, con todos sus azares y sus artificios, ¿no tenemos derecho a pensar que ésta pudo haber sido una licencia literaria de Regiomontano, ese astrónomo alemán que rescató del olvido a Arquímedes?

miércoles, 4 de abril de 2012

Juez y parte


El juez escuchó el alegato final de la defensa, mientras repasaba los argumentos de la acusación. El abogado defensor se había empleado con rigor y profesionalidad, pero no había nada que hacer. Las pruebas eran tan contundentes que no había resquicio para dudas o interpretaciones. Conforme a la ley, debía dictar sentencia de muerte.

Así que cuando ordenó levantar la sesión con su golpe de maza, supo que ya no volvería a ver a su propio hijo con vida.

jueves, 22 de marzo de 2012

Los otros españoles


Manuel Pimentel nos acerca en esta obra a un capítulo olvidado en la historia de España, el de los musulmanes desterrados que tomaron el camino del exilio una vez que los Reyes Católicos culminaron la reconquista con la toma de Granada. El pretexto que ha servido para este trabajo es la recopilación de una espectacular biblioteca con más de 3.000 manuscritos antiguos de procedencia andalusí, que estaban dispersos por distintas ciudades del Níger y el Sáhara. Esta reunificación de la biblioteca la ha llevado a cabo Ismael Diadié, poeta, filósofo e historiador de Tombuctú, que pertenece a la familia Kati, descendiente de un toledano exiliado en 1468.

Ali Ben Ziyad (que es este antepasado de Ismael Diadié) salió al exilio desde Toledo. Su tumba está en Gumbú (Mali), junto a la mezquita. Se trata de una fascinante historia del que se dice es uno de los últimos visigodos, cuya memoria guardaron sus descendientes africanos durante siglos. El núcleo inicial de la biblioteca Kati estuvo formado por los manuscritos, libros y legajos que Ali Ben Ziyad se llevó consigo en su exilio. Son textos escritos en árabe, castellano aljamiado y hebreo, de un valor extraordinario, pues en general se conservan muy pocos de esa época. Ali Ben Ziyad fue enriqueciendo la biblioteca con libros que adquirió durante su viaje por el norte de África hasta llegar al fin a Tombuctú, en pleno corazón del Sahara, después de varios años de peregrinaje. Pero el paso del tiempo y las continuas guerras locales fueron dispersando el legado entre las distintas ramas de los descendientes. El padre de Ismael Diadié se empeñó en reunirla de nuevo, hecho que logró al fin su hijo en 1.999, haciendo construir un edificio específico para custodiarla. Se trató de una tarea titánica si tenemos en cuenta que Tombuctú fue una ciudad de paso en las grandes caravanas comerciales de oro y esclavos durante siglos, y que los manuscritos siempre se consideraron un material muy valorado y, por tanto, sujetos a trueques en los vaivenes de guerras y cambios políticos.

No nos habla, en cambio, en este libro (y eso lo he echado de menos) sobre los documentos, las obras concretas y los autores que alberga la biblioteca. El objetivo de Manuel Pimentel es otro: abrirnos la ventana a una parte de nuestro pasado que merece la pena recuperar y tener presente. Para ello, nos introduce en una primera parte la obsesión del hombre occidental por encontrar esa valiosa biblioteca de la que siempre se han tenido referencias sobre su existencia. Las expediciones de exploradores y viajeros románticos europeos en los siglos XVIII y XIX (principalmente ingleses y franceses), ayudaron a engordar la leyenda. Es curioso y triste a la vez que España no jugara un papel relevante en la recuperación de esa memoria, lo que según Manuel Pimentel nos debería llevar a una profunda reflexión.

Y para hacer más evidente el vínculo que nos une a ese legado de Tombuctú, el autor hace un repaso de personajes destacados, que tuvieron una gran relevancia en la historia de los pueblos asentados a lo largo del Níger, personajes que tuvieron un origen español y de los que apenas hay constancia en nuestra propia historia. Así, nos habla de Es-Saheli, granadino, conocido poeta y arquitecto. Levantaba edificaciones con torres puntiagudas, que posiblemente inspiraron a Gaudí y Barceló. Nos habla de Yuder Pachá, nacido en Cuevas de Almanzora de familia cristiana, pero convertido al Islam tras ser capturado como esclavo por los piratas berberiscos. Tras años de cautiverio en tierras africanas consiguió después de increíbles avatares conquistar todo el Songhay al servicio del sultán de Marruecos. Nos habla también de Mansor el cordobés, de Abderahman Ben Said Al-Andalusí, de Mahmud Ben Zarqun, de Guadix, de León el Africano y de Al Fazzazi, nacido en Córdoba en 1229, y que es el poeta más recitado y conocido en todo el occidente y sur del Sahara. En definitiva, nos descubre a importantes personajes españoles y andalusíes relacionados con la historia de Tombuctú, pero a quienes la historia española ha condenado prácticamente al olvido.

Exceptuando algunas interpretaciones “peculiares” sobre la invasión árabe de la península, (como que el Islam se impuso de forma natural y pacífica a través de santones (¿?), algo que ni Amín Maalouf se atrevería a sostener), este libro de Manuel Pimentel, “Los otros españoles”, es una lectura recomendable si queremos añadir luz al conocimiento de personajes que formaron parte de nuestra historia. Saber que hay pueblos asentados en el Sahara que cientos de años después se sienten orgullosos de su pasado andalusí (como añoranza siente también el pueblo judío por Sefarad, los otros grandes olvidados de nuestra historia) debería conducirnos a valorar lo que tenemos y lo que somos, teniendo siempre presente lo que hemos dejado atrás.

domingo, 26 de febrero de 2012

Colmenar, Tierra de toros

El sábado 25 se celebró en Colmenar Viejo la XXVI entrega de premios de la Asociación Taurina Cultural “Tierra de Toros” 2011. Don Pedro de la Morena ejerció de perfecto anfitrión y nos hizo sentir como en casa. Pasé una tarde muy agradable, rodeado de excelentes viandas (el lechal estaba de muerte) y mejor compañía. Desde este humilde rincón de la casa Usher quisiera dar las gracias también al resto de la junta directiva de la asociación (Gregorio Aragón, Manuel Ortiz, Javier Bermejo, Pablo Gómez…), al alcalde de Colmenar, D. Miguel Ángel Santamaría, y al magistrado D. Álvaro Rueda, persona inteligente y abierta (desde aquí te animo a que desarrolles la historia de ese torero trasgresor: te aseguro que a nadie dejará indiferente).


Como Dios no me llamó por el camino de la oratoria (qué le voy a hacer, es mi gran cruz) dejé en el tintero algunas ideas que quisiera apuntalar ahora, a toro pasado. Al hacerme entrega del premio, me preguntaron mi valoración sobre la propuesta de declarar la tauromaquia como bien de interés cultural. Contesté algo aturullado una serie de vaguedades, sin incidir en lo realmente importante: esto es, que hablar de toros es hablar de una forma de vida, también de cultura, de arte, de historia, de tradición… Produce sonrojo tener que recordar a estas alturas que la tauromaquia ancla sus orígenes en la cultura mediterránea desde las primeras civilizaciones (ahí están los toros de Creta para demostrarlo). Que prescindir del arte de los toreros en el ruedo, de la literatura, de la música, de la pintura e ilustración, de la fotografía, incluso de la historia que han acompañado desde siempre al hecho taurino es cercenar una parte importante de nuestra cultura. Tanto es así que influye en la forma de expresarnos. Si lo analizamos, nuestro lenguaje coloquial está impregnado de léxico taurino: “coger el toro por los cuernos”, “hacer el quite”, “entrar al trapo”, “tentar la suerte”, “caerse del cartel”, “la hora de la verdad”, “dar la puntilla”, “tratar con mano izquierda”, “a toro pasado”, “salir a hombros”… Por tanto, no podemos más que felicitarnos por que se haya declarado la tauromaquia como bien de interés cultural, es decir, que se le haya dado el lugar que le corresponde, o lo que es lo mismo, que se haya aplicado el sentido común.
Debo confesar que yo no soy especialmente taurino. Ni en mi familia, ni en mi entorno hay aficionados a los toros. Pero sí tengo sensibilidad por la cultura y el arte, y una gran curiosidad por descubrir y conocer territorios que en principio son ajenos a mí. Por eso me lancé a leer sobre toros (es decir, aprender sobre historia y arte) y escribir este relato que la asociación “Tierra de Toros” de Colmenar Viejo me acaba de premiar. Vaya desde aquí mi agradecimiento más sincero. Va por ustedes.

Palmarés de la edición de 2011:

Trofeo al triunfador de la Feria: Miguel Ángel Perera
Trofeo a la mejor estocada: Desierto
Trofeo al toro más bravo: “Pensamiento”, de la ganadería Ángel Luís Peña
Premio a la dedicación taurina: Mariano Casado Abad
Premio Literario: Un servidor.
Placa por la toma de alternativa: Juan Carlos Rey


Aquí aparezco junto al triunfador de la pasada feria, el maestro Miguel Ángel Perera

martes, 21 de febrero de 2012

Linda Scott



Nacida en el barrio de Queens, en Nueva York, Linda Scott se dio a conocer con su primer gran éxito, “I’ve told every little star”, en 1961, canción que David Lynch supo recuperar del olvido para su película “Mulholand drive”. Fue disco de oro al vender más de un millón de copias. Desde luego tenía una carrera prometedora. Sin embargo su éxito fue apagándose en pocos años y apenas resistió hasta la segunda mitad de la década. Centrada en otros proyectos vitales, (de hecho se graduó en teología), abandonó la música comercial a principios de los 70.
Aquí la vemos en 1963 cantando “Yessiree”, en inconfundible estilo rockabilly, una canción que bien podría haber firmado Chuck Berry o hasta el mismísimo Buddy Holly. Que la disfruten.

martes, 7 de febrero de 2012

La papiroflexia como tratado de pliegues


Trabajé en una multinacional recién acabada la carrera. Me avalaba un currículum inmaculado, una beca Erasmus en Noruega, un excelente nivel de inglés y francés, un Máster en Marketing y Relaciones Internacionales, y hasta un subcampeonato del mundo en Papiroflexia Rápida que obtuve durante mis vacaciones en Hong Kong. Era una consecuencia natural que tuviera seis ofertas de empleo sobre la mesa para elegir la que quisiera. No es por darme el pisto, pero con 23 años no sólo tenía el mundo a mis pies, sino que podía emular al mismísimo Atlante y cargarlo sobre mis hombros.

Me pusieron en un despacho pequeño, sin luz natural, entre la fotocopiadora y los servicios. No era lo que creía merecer pero deduje que un contrato en prácticas debía esconder otros tributos tan poco visibles como mi sueldo. Así que sin solución de continuidad ejercí de Amelie Nothomb (perdida en aquella empresa de Tokio): básicamente servir cafés, distribuir las órdenes de trabajo, encargarme de las fotocopias y hacer inventario del material de oficina. Ante tan poco estimulante panorama me dejé llevar por la desidia y acabé engordando y adicto al café, mientras mataba el tiempo dando vida a multitud de animales con los papeles que se atascaban en la fotocopiadora.

- No creas que con la papiroflexia vas a ascender en la empresa. Vas por mal camino. Yo empecé como tú pero me puse las pilas y en quince años ya soy jefa del departamento… Te recuerdo que aún está pendiente el recuento de grapas y clips. ¡A trabajar!

Mi jefa no me quitaba ojo de encima: era muy exigente y perfeccionista hasta la náusea. Hablaba cinco idiomas, era madre soltera, cinturón negro de kárate de 2º Dan y tenía un coeficiente de 155. A su edad (tenía menos de 40) estaba más que preparada para dirigir la sección internacional. Pero parecía tener asumido que los peldaños deben subirse de uno en uno y ella aún se encontraba en mitad del descansillo.

Me despidieron a los 6 meses por negligente (no recordé, para regocijo de mi jefa, que al señor director le gustaba el café con un solo terrón de azúcar). Para entonces mi nivel de autoestima había bajado a cotas de alcantarillado, justo en proporción inversa al virtuosismo que alcanzaron mis creaciones en papel. Recuerdo haber empezado con un renacuajo de tamaño cuartilla para celebrar mi contrato y terminar con un Tiranosaurus Rex, con sus 387 pliegues y en formato DIN A2, el día que firmé el finiquito.

Ahora que han pasado 10 años desde entonces, curiosamente recuerdo aquellos meses sin rencor, si acaso con una cierta nostalgia por esa bisoñez perdida que me hacía ver la vida a través de un prisma desenfocado. No sé si ha tenido algo que ver el encuentro casual que tuve con mi jefa de entonces, este último verano, en una playa nudista durante mis vacaciones en Grecia. Los dos nos alegramos de vernos. Me contó que a ella también la despidieron y que ahora dirigía su propia empresa.

- Cuando te fuiste me quedé con uno de tus dragones de papel que dejaste olvidado encima de tu mesa… Y examinarlo detenidamente me hizo pensar.- Dijo sin mostrar el mínimo rubor por su pecho caído y un pubis salvaje, enmarañado y negrísimo. Yo, por mi parte, había renunciado a disimular una incipiente erección. Y tampoco me ruboricé.

Es curioso que un pedazo de papel le haya llevado a la misma conclusión a la que llegó uno de los maestros de Pitágoras en su tratado sobre las relaciones humanas. Despojados de los pliegues con que ocultamos nuestros complejos para vestirnos de falsedades y convencionalismos estúpidos las más de las veces; desnudos como Adán y Eva en su vida primigenia, nos encontrábamos en aquella Arcadia lejana recordando las dobleces con que dimos forma a nuestras vidas hace 10 años.

Mi antigua jefa sólo tuvo que extender el dragón para ver todas sus caras ocultas (y de paso las nuestras) y tomar conciencia de lo que realmente importa en la vida. Un café más o menos dulce, jerarquías alambicadas que nos conducen por derroteros inútiles, órdenes humillantes, servidumbres obscenas... Y todo, en pos de una promesa de poder. En los 6 meses que trabajé en la multinacional jamás me pregunté si todos estos sacrificios me encaminaban a ser una mejor persona. Mi jefa tampoco se lo había cuestionado hasta que vio mi dragón.

En la duermevela de mis noches de insomnio sonrío al pensar que de algo me ha servido el subcampeonato del mundo en Papiroflexia Rápida.

martes, 24 de enero de 2012

Operación Poltrona

Atención, acabamos de recibir en la redacción del desván esta "Blog-Pifia" de última hora:

El presidente de Francia, D. Nicolás Sarkozy, fue detenido ayer en el aeropuerto Charles de Gaulle de París, acusado de tráfico de sustancias peligrosas y de conspiración para atentar. En el registro de sus pertenencias se encontró una bolsa de un polvillo que la Unidad de Estupefacientes está analizando, así como una AK-47 camuflada en el tacón de su zapato. Esta detención, llevada a cabo en el marco de la Operación Poltrona, está desconcertando a los líderes mundiales. Recordemos que ya son siete los presidentes detenidos, entre los que se encuentra el señor Obama. (Impactantes fueron las fotos publicadas por Interviú en las que aparece conversando con el señor Ratzinger en el patio de la prisión de Guantánamo, los dos vestidos de naranja y con barba de cinco meses, mientras contemplan el esqueleto esposado del general Franco, también detenido pero sin barba). La operación sigue abierta y según palabras del juez del Altísimo Tribunal que la dirige, D. Baltasar Garzón: ”… habrá más detenciones, qué se han creído estos.”

En declaraciones a este medio, otro de los sospechosos, que no ha querido desvelar su paradero, (aún sigue en busca y captura), nos ha confesado su contrariedad: “…Y eso que mi suegro ciñe corona.”

Si es que... ¡Ya me lo olía yo!

martes, 10 de enero de 2012

La puerta de los infiernos


La historia que nos propone Laurent Gaudé con esta novela es conmovedora y de mucha intensidad. El dolor por la pérdida de un ser querido, el sentimiento de culpa y la necesidad de redención, el deseo legítimo de reparación por una injusticia, fluyen por estas páginas, retratando un mundo que podemos reconocer como real. Pero es un mundo que al mismo tiempo está regido por un extraño equilibrio, donde los vivos conviven e interactúan con los muertos de manera natural.

En la ciudad de Nápoles, Matteo es un humilde taxista que pasea de la mano con su hijo de 6 años, Pippo. En medio de las calles, sin nada que advierta del peligro que corren, se ven inmersos de pronto en un tiroteo del que son ajenos. Una bala perdida acaba con la vida del pequeño, una muerte absurda, inexplicable, que llena de dolor a la familia de Matteo. A partir de aquel instante la relación en el matrimonio del protagonista se resiente. Su día a día sólo encuentra un único sentido: mitigar el sufrimiento. Para ello, deben traer de vuelta al pequeño Pippo y hacer justicia al causante del daño. Matteo comenzará entonces a recorrer la ciudad en busca de una respuesta a la demanda de su mujer. No sabe qué es ni a qué caminos le conducirá pero intuye que es posible ofrecerle consuelo, pese a que el dolor y la distancia entre ellos que este hecho traumático ha provocado, parezcan ya irreversibles.

Durante su deambular Matteo se encontrará con unos personajes peculiares (un travestido, un profesor, un cura decrépito y el dueño de un bar) que le ayudarán en la búsqueda de esa puerta que comunica los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos.

En esta novela, Laurent Gaudé no desarrolla la trama criminal que da lugar a la muerte de Pippo. No le interesa, aunque esa trama sí podría estar justificada, pues casi un tercio de la novela basa en la búsqueda de la justicia una buena parte de su desarrollo. En cambio, el autor prefiere centrar la historia en la familia de Matteo. Primero nos muestra su dolor y su sufrimiento de una manera descarnada. Y luego, el sacrificio que el protagonista está dispuesto a ofrecer para rescatar a su hijo del mundo de los muertos, haciendo patente la fuerza del amor paterno-filial y de los lazos familiares. En este punto el autor no ahorra detalles a la hora de describir ese territorio subterráneo, en una clara alegoría de los mundos que Dante compuso para “La Divina Comedia”. Y como en una novela de Juan Rulfo, todos los personajes, sean vivos o muertos, acaban conviviendo y formando parte de un mismo espacio y tiempo. En este caso, sin embargo, se intuye (al menos yo lo he percibido así, aunque el final es abierto y admitiría cualquier otra interpretación), que el daño también influye en las vidas de todos y deja una mácula, un coste muy alto, quizá irreversible.

Como último detalle, el título de la novela, “La puerta de los infiernos”, es más literal que metafórica, lo que podría descolocar en un principio, dada la trayectoria del autor. Alguien que sólo se guiara por ese título y que desconociera su forma de escribir, podría pensar que se trata de una novela de terror o de género fantástico. No se equivoquen: con esta obra, Laurent Gaudé vuelve a trasladarnos al sur de Italia como ya hizo en “El sol de los Scorta”, novela con la que ganó el premio Goncourt en 2004. En esta ocasión, el autor nos ofrece una historia con una gran fuerza lírica, con una intensidad y un ritmo muy elevados, sirviéndose de recursos de literatura fantástica únicamente para ponerlos al servicio de una historia con sabor a tragedia clásica. Y la sitúa en un marco tan sugerente como Nápoles, una ciudad milenaria y violenta, que muy bien podría esconder todo un infierno bajo sus pies.

Sólo hay que encontrar la puerta que nos lleve a él y manejarse por esos territorios como hace Matteo. Pero no sé por qué, intuyo que eso no debe ser fácil.

jueves, 5 de enero de 2012

La búsqueda


Por extraño que pareciera, la sombra de la veleta señalaba hacia el norte. ¿Por qué al sol le dio por salir ese día desde el sur?, se preguntó el gallo de hierro. Tampoco entendía la procedencia del viento desde el oeste, cuando siempre había soplado del revés.
Aquél era un día diferente, necesitaba respuestas. Así que abrió las alas, se desprendió del óxido, tantos años encallado entre sus plumas de metal, y echó a volar hacia el este.