sábado, 18 de agosto de 2012
El coloso de barro
A la hora de abordar una biografía, cualquier autor se encuentra con una serie de dificultades que debe ir solventando durante el proceso de elaboración. El primero es el conocimiento del personaje biografiado, es decir, debe acumular la mayor documentación posible y contrastarla. Otro paso importante es la síntesis para desechar parte de la información, bien porque resulte intrascendente o porque no sirva para potenciar la imagen que se quiere resaltar sobre el biografiado. Se sobreentiende que toda vida tiene múltiples facetas, y desde luego una biografía no puede pretender abarcarlo todo. En este aspecto, el libro del que vamos a hablar cumple estas premisas.
El coloso de barro es una biografía que narra parte de la vida de Primo Carnera, campeón del mundo de boxeo de los pesos pesados en 1933. El título del libro da una idea de lo que nos vamos a encontrar: con un gigante de 2,05 de estatura sostenido sobre unos pies planos, que son de barro como metáfora de una personalidad maleable por bonachona e inocente. Un carácter del que se aprovecharon quienes le rodearon tanto en el mundo del boxeo como en Hollywood. Philippe Fusaro nos cuenta el ascenso y la caída de este italiano de origen humilde que tuvo que huir del hambre y la miseria de su país.
En la primera escena el autor nos presenta a Primo Carnera en el Londres de 1929, en un espectáculo de lucha simulada contra un grupo de enanos. Y el público paga por ver al gigante, se enfervoriza y vitorea su gesta. Philippe Fusaro no necesita contarnos quién es él, cómo es, dónde nació, qué hace allí… sólo describe el teatro y el desarrollo de la lucha. Pero esas 10 páginas iniciales ya nos esbozan la personalidad de Primo Carnera, la vida que ha llevado hasta allí y nos invita a pensar que quizá su futuro estará siempre hipotecado por su físico y condenado a formar parte del espectáculo. Y como tal lo consideró también el régimen de Mussolini, que lo utilizó como propaganda para la causa fascista y luego lo despreció cuando perdió contra Joe Louis, a decir de muchos, el más grande boxeador de todos los tiempos.
Otro problema que debe tener resuelto el autor antes de afrontar una biografía es el estilo de la obra, que le puede conducir hacia un ensayo más o menos farragoso o hacia una biografía novelada que invite a una ágil lectura. El coloso de barro se encuentra en este segundo grupo, no sólo por su brevedad (167 pág.), sino porque está escrita en un tono ameno, intercalando breves monólogos del protagonista con escenificaciones de algunos momentos de su vida, e incorporando también otros pasajes escritos a modo de ensayo. Esta forma de escribir es arriesgada, pues para colmo adereza este andamiaje con algunos saltos en el tiempo. Pero el resultado final es satisfactorio porque Philippe Fusaro consigue el objetivo de atrapar la atención del lector, ilustrándonos a la vez con datos bastante curiosos.
Es muy extendido en el cine y la literatura el mito del boxeador de origen humilde a quien la vida ha maltratado sin piedad y encuentra en los combates, en la fama, en las grandes bolsas de dinero, una vía para la redención. Pero el mito se completa con la posterior caída del púgil, primero en el cuadrilátero y luego en la vida personal, o viceversa. Todo se derrumba a su alrededor hasta acabar en la ruina y el olvido.
El caso de Primo Carnera se ajusta como un guante a este canon, quizá porque se tomó como molde para construir el mito. De hecho, la famosa película “Más dura será la caída”, con Humphrey Bogart y Rod Steiger en el reparto, está inspirada en la vida de Primo Carnera. Tan reflejado se vio en ella que el boxeador llegó a denunciarlos por intromisión en el honor. La denuncia no prosperó y le cerró definitivamente las puertas de Hollywood, donde había participado en pequeños papeles tras su retirada de los cuadriláteros.
Pese al trágico destino que la vida le tenía reservado a Primo Carnera, Philippe Fusaro termina la novela con un guiño lleno de humanidad: Max Schmeling, púgil alemán con quien había rivalizado en los cuadriláteros y compartido experiencias en la 2ª Guerra Mundial, ensalza la figura del que consideró ante todo un gran amigo.
Al menos alguien se acordó de él a su muerte.
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