Por extraño que pareciera, la sombra de la veleta señalaba hacia el norte. ¿Por qué al sol le dio por salir ese día desde el sur?, se preguntó el gallo de hierro. Tampoco entendía la procedencia del viento desde el oeste, cuando siempre había soplado del revés.
Aquél era un día diferente, necesitaba respuestas. Así que abrió las alas, se desprendió del óxido, tantos años encallado entre sus plumas de metal, y echó a volar hacia el este.
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