viernes, 18 de diciembre de 2015

Lo que ha quedado del Imperio de los Zares


El libro del que hablaremos hoy es una crónica periodística que emprendió Manuel Chaves Nogales en París durante los meses de enero y febrero de 1931 en el diario “Ahora”. Recordemos que aún no había llegado la II República y Alfonso XIII aún tardaría 50 días en salir huyendo hacia Roma. Pero ya en el mundillo periodístico, los más influyentes simpatizaban clarísimamente con la revolución bolchevique. Hasta el punto de que se organizaron viajes de periodistas a Moscú para loar los avances de la revolución. Manuel Chaves también viajó allí pero no le gustó en absoluto lo que vio. Y prefirió compensar ese exceso de entusiasmo de sus colegas con un viaje a París, donde se encontraría con la mayor parte del exilio ruso que hubo de abandonar su país. Porque eso es algo que a menudo se olvida: la revolución bolchevique trajo consigo una guerra civil en Rusia que duró varios años y una cruenta represión posterior que llevó al exilio a más de dos millones de rusos a establecerse en toda Europa. Y todo eso, antes de que llegara Stalin al poder, el mayor genocida de la historia. Francia fue el país de acogida más generoso. Y allí se fue Manuel Chaves Nogales a hablar con esa otra parte de Rusia, a escuchar sus experiencias y sus sentimientos. En esa época emprender esa tarea era optar por la valentía y la independencia. Y lo pagó.

Manuel Chaves se entrevistó con todo tipo de rusos: descendientes de la aristocracia y de la familia Romanov, militares, políticos, empresarios, con artistas, escritores… Gran parte de la crónica la dedica a entrevistar a aspirantes a heredar el trono del zar. Cuenta uno de ellos: “El día de mañana la reconstrucción de Rusia será posible gracias al heroísmo callado de esos compatriotas que hoy se privan de todo y en medio de la dispersión del mundo se aíslan para no confundirse, para no dejar de ser rusos nunca, para que siga habiendo una ciencia rusa, un arte ruso, una cultura rusa, en fin.” Un fenómeno curioso que cuenta con gracia Manuel Chaves es que debido a la gran cantidad de exiliados de abolengo, antiguos señores y gente aristocrática y acomodada, se aprovechó alrededor de este cortejo de grandes señores venidos a menos, una tropilla de pseudoaristócratas, comerciantes judíos, viejos burócratas, antiguos servidores y aventureros, que por curiosa paradoja son los más celosos defensores de los prestigios de clase que en realidad no disfrutaron nunca. Son esos tipos de arribistas de la grandeza caída en desgracia, como los llama Manuel Chaves, los que más envilecen la clase. Pero hasta en este detalle grotesco se ve el orgullo de pertenencia, de ser parte de la herencia rusa que les impidió diluirse en los países de acogida, un legado al que no renunciaron pese a estar en el exilio.

Llama la atención que gran parte del exilio ruso, al menos la que siente la responsabilidad de liderarlo tuvieran muchas esperanzas en un regreso cercano: “El innegable fracaso de las utopías comunistas irá debilitando poco a poco el monopolio político del partido bolchevique” , augura uno de estos líderes. No hace falta decir que se equivocaron. Aún tendrían que esperar casi 70 años para ver caer el muro.
Otros testimonios nos hablan del momento de la huida, patético, de vida o muerte. Es el caso de Kerenski, que desalojó del palacio a la familia Romanov en marzo de 1917 y luego fue laminado en octubre de ese mismo año por los bolcheviques, que tomaron el poder. Manuel Chaves define a Kerenski como “un hombre sensato, realista y valiente, aferrado a sus convicciones intelectuales… Procuraba en vano mantenerse en el fiel de la balanza, queriendo ser ecuánime cuando se habían desatado las fuerzas del mal y la ecuanimidad era un delito.” Leyendo este perfil del personaje, uno puede ver en el espejo de Kerenski la imagen del propio Manuel Chaves en la España de entonces. Y creo que él mismo se veía así.
Otra huida sonada y de película fue la que protagonizó La Balachova, bailarina de fama mundial y primera bailarina del Gran Teatro Imperial de Moscú. Tuvo que salir huyendo disfrazada y esconderse en el bosque varios días para salvar el pellejo. Su casa de Pretschinskaya, que era al mismo tiempo un palacio y un museo fue ocupada por Isadora Duncan, la bailarina roja, su gran rival en los escenarios. Como una especie de ironía o como si se tratase de una revolución hecha a escala, Duncan se dedicó a destruir todo lo que era del agrado de La Balachova, muebles de lujo, tapices de gran valor artístico, cuadros…
Otro tanto podría decirse de la familia de Irene Nemirowski, escritora a la que también entrevistó y que sólo había publicado hasta entonces la novela “David Golder”, pero ya había llamado la atención del mundo literario, pese a su juventud. Irene Nemirowski personificó como nadie los tiempos más duros del siglo XX: después de huir del régimen soviético, acabó sus días en el campo de concentración de Auschwitz, del régimen nazi.
Al exilio fueron a parar también los nacionalistas ucranianos y militares y líderes de las repúblicas del Cáucaso. También fueron objeto de atención en su reportaje, aunque no eran rusos propiamente dichos. Pero huyeron igualmente, pues no fueron bien tratados por las autoridades bolcheviques, ni antes tampoco bajo el poder despótico del zar.

Manuel Chaves Nogales fue un periodista independiente en la España de los años 30, con lo que ello supone. Fue mirado con recelo por los dos bandos más exacerbados de la España de entonces. Considerado de izquierdas por el bando nacional y de derechas o al menos desafecto a la España republicana por el frente popular, lo que habla muy bien de él. El precio que ha tenido que pagar por ello es haber estado en el olvido hasta hace pocos años, desde que murió en 1947 en el exilio de Londres. Han tenido que pasar más de 50 años para que su labor como cronista de su tiempo fuera reconocida como merece, y para que viera la luz, entre otros, su libro de relatos “A sangre y fuego”, basado en hechos reales de la guerra civil. Un testimonio de primera mano, que debería ser de lectura obligada en los institutos. Pero tampoco vamos a pedir peras al olmo, dirán ustedes: Estamos en España. Y tienen razón. Pero trataremos en la medida de nuestras posibilidades de que libros como este, “Lo que ha quedado del imperio de los zares”, no queden en el olvido. Intentémoslo, al menos.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Betty Everett



Habiendo nacido en Misisipi y siendo negra, Betty Everett tenía muchas papeletas para ser pobre o dedicarse a cantar soul. Pero ella tocaba el piano desde niña y cantaba gospel en la iglesia. Así que no tardó en decantarse. Cuando se trasladó a Chicago con 18 años, empezó a grabar en pequeñas discográficas locales. Pero no fue hasta 1963 cuando le llegó la oportunidad de tener una carrera sólida al firmar por el sello Vee-Jay Records. Una discográfica que antes de quebrar en 1966 había producido a numerosas estrellas de la época como John Lee Hooker, The Spaniels, Gene Chandler, Four Seasons, Little Richard, Gladys Knight and The Pips o incluso a Billy Preston, antes de que quedara para la historia como el quinto Beatle. Betty Everett alcanzó su mayor éxito en 1964 con The Shoop shoop song, canción que muchos años más tarde Cher haría mundialmente conocida. Betty no volvió a brillar con sus siguientes singles y poco a poco fue apagándose, aunque siguió cantando hasta 1980. Murió en 2001 a los 61 años.

sábado, 21 de noviembre de 2015

La piel


Al principio mi cuerpo pesaba como un revestimiento de plomo invisible sobre mi piel. Caminaba como si cada paso estuviese legitimado por el peso de una decisión de vida o muerte, igual que el Cristo que sobrelleva en sus hombros la cruz de la culpa universal, con el mismo compromiso, con idéntica resignación.

Al principio achacaba mi peso desproporcionado a una estructura ósea más propia de alguien cercano a los seis pies de estatura, pues aunque no soy bajo, mis medidas se diluyen en lo convencional. Luego comprobé que los motivos del exceso había que buscarlos más cerca de la superficie, concretamente en los diez centímetros de espesor de mi epidermis. Con ella me sentía a salvo de todo cambio de temperatura, invulnerable a los golpes, protegido como la morsa que retoza en aguas gélidas, encapsulado como el feto en el limbo amniótico.

Nunca fui consciente de mi problema hasta que la acumulación de piel en los párpados me impedía observar el mundo exterior sin tener delante un obstáculo de pliegues. Fue entonces cuando me enfrenté a la disyuntiva de elegir entre mi revestimiento cutáneo o mi novia, harta de verme acolchado y sin forma. Como uno procura siempre hacer propósito de enmienda para estar bien avenido en el mundo que le rodea, decidí cambiar de aspecto a toda costa. Así que aprovechando un padrastro incipiente en el pulgar de la mano izquierda, tiré de él con paciencia de artesano. El experimento funcionó, pues con cada tirón conseguía ahondar hasta los estratos más íntimos. Al cabo de los tres días me desprendí por completo de una corteza de veinte kilos, dejando al descubierto hasta los rincones del alma.

Pero ahora que mi figura se aproxima a los cánones de belleza que nos gobiernan, ahora que he accedido a un sacrificio de dolor, ahora que he comprado el amor al precio de mi salud, me siento rechazado y perseguido como un paria que asume el rol de una casta inferior.
Mi novia ya no quiere acercarse a mí porque ahora mi piel resbala como la de un sapo y se ha cubierto de pústulas que supuran un humor verdoso y pestilente. Tampoco puedo vestirme pues el contacto prolongado con cualquier superficie me produce urticaria, fiebres y calcificación en las articulaciones, motivo por el que ya me he habituado a dormir de pie. Es evidente que ya no encajo en el mundo de los humanos puesto que ya no puedo pasar desapercibido ni ejercer de persona, aunque mi nombre siga engrosando el censo de mi ciudad.

Afortunadamente hay una charca en la finca de mi novia, pequeña, cenagosa y acogedora que voy a convertir en mi nuevo hogar. Así podré estar cerca de ella porque en el fondo sé que aún me quiere.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Emilio Gavilanes gana el XII Premio Setenil 2015


La semana pasada conocimos el veredicto del jurado del premio Setenil 2015. El premio ha recaído en "Historia secreta del mundo", de Emilio Gavilanes y publicado por Ediciones La Discreta. Recordemos que esta ha sido la edición del premio con mayor participación (97 aspirantes) desde que se convoca este certamen. El libro reúne numerosos relatos de corta duración que recorren la historia de la humanidad para contarnos los hechos más significativos pero también los más secretos e íntimos, y en apariencia intrascendentes. Pero precisamente por eso nos muestran la humanidad en su más pura esencia.
Emilio Gavilanes, con una decena de libros publicados, tiene una dilatada trayectoria literaria desde que Seix Barral publicara en 1991 su primera novela "La primera aventura". Quizá no sea demasiado conocido pero varias de sus obras han sido reconocidas con importantes galardones como el Tiflos de novela en 2014 por "Breve enciclopedia de la infancia", o "La tabla del dos", que fue Premio NH de relatos en 2003. También fue finalista del premio Setenil en 2005 por "El río", también publicado por La Discreta. Enhorabuena, Emilio, leeremos tu libro con mucho interés y de paso te conoceremos más a fondo.

Reconforta saber que este tipo de galardones, el más importante de cuento en España, está abierto a todo tipo de autores y editoriales, lo que lo hace imprevisible, dinámico y no me atrevería a decir que justo para no levantar suspicacias a los organizadores de otros premios, pero sí al menos podemos tener la garantía de que todos los autores son tratados en igualdad de condiciones, aunque no publiquen en las grandes editoriales ni su nombre esté entre los más conocidos por la crítica y los lectores. Esto anima a que algunos en España sigamos apostando por escribir cuentos... Y a otros, me imagino, los animará a levantar editoriales que los publiquen. Titánica labor.

domingo, 27 de septiembre de 2015

The Caravelles



Pocas veces un inicio fue tan prometedor como este que protagonizó en 1963 el dúo británico The Caravelles, formado por Lois Wilkinson y Andrea Simpson, que rondaban por entonces la mayoría de edad. Con este primer single alcanzaron el nº 3 de la lista americana y el nº 6 en Gran Bretaña. También se colaron con éxito en las listas de otros países como Alemania, España o Suecia. "You don't have to be a baby to cry", les abrió las puertas del éxito. En menos de un año ya habían compartido escenario con estrellas ya consagradas de la época como Cilla Black, Gerry and The Pacemakers, Jackie de Shannon, Rolling Stones, The Drfiters, The Barchelors... Incluso en varios conciertos con The Beatles, en Escocia y en Estados Unidos. Pero todo pasó tan rápido que no pudieron digerirlo. No volvieron a repetir el éxito de su lanzamiento y el dúo acabó separándose en 1966. Eso sí, antes se pasaron por España para cantarnos que no hace falta ser un bebé para llorar.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Finalistas del XII Premio Setenil 2015

Ya hay finalistas en la edición del Premio Setenil de cuentos. Parece que se ha confirmado que este año es el de la rebelión de las editoriales independientes. Ahí tenemos a La Discreta, Talentura, Adeshoras y sobre todo a Baile del Sol, que ha conseguido meter a dos finalistas y va camino de incorporarse a las grandes, a este paso. El presidente del jurado de esta edición,  Juan Bonilla, (a quien ayudará el crítico literario José María Pozuelo Yvancos y el profesor Manuel Martínez Arnaldos), tendrá la última palabra a finales de octubre.

Enhorabuena a los finalistas.

“Los viajes del prisionero”, de Rubén Díaz Tocado (Edhasa); “Solo con hielo”, de Silvia Fernández Díaz (Talentura); “Demasiada roca solitaria”, de Alberto García Salido (Adeshoras); “Historia secreta del mundo”, de Emilio Gavilanes (La Discreta); “Caza mayor”, de Manuel Moya (Baile del Sol); “Breviario negro”, de Ángel Olgoso (Menoscuarto); “Ocho cuentos de azufre”, de Álvaro Pombo (Salto de Página); “Bienvenidos a Incaland”, de David Roas (Páginas de Espuma); “La luz de Yosemite”, de Antonio J. Ruiz Munuera (Desnivel); “Presupuesto sin compromiso”, de Ramón Santana González (Baile del Sol)

miércoles, 26 de agosto de 2015

Robinson Crusoe


En la historia de la literatura Robinson Crusoe contribuye a dar consistencia al género literario de la novela. Antes de su irrupción este era un género titubeante. Estaban las novelas de caballería, pastoriles, picarescas… con excepción de El Quijote, que fija lo que es la novela moderna.
En este sentido, Daniel Defoe crea un género que es el de novela de aventuras. Además es uno de los pocos textos dentro de la modernidad que tienen el valor y la función de un mito. Los mitos vistos desde la sociedad racional, se inventan de forma literaria como una forma de   representación.
Pero antes de meternos en harina contaremos por encima su argumento. La novela cuenta la historia del joven Robinson Crusoe que, desobedeciendo los deseos de su padre, embarca en un largo viaje como marinero a bordo de un barco mercante. Pero una gran tormenta abate el barco en el que viajaba, naufragando a una isla deshabitada que podríamos situar en centro América. Solo y sin medios para salir, pasarán sus aventuras en la isla en la que permanece durante 28 años.
Allí se encontrará también con Viernes, un nativo al que Robinson ha rescatado antes de que se lo comiera un grupo de caníbales. Se establece entre ellos una relación de vasallaje que podría representar el Imperialismo cultural de la época. Robinson Crusoe sería el europeo educado mientras que Viernes es el "salvaje" que solamente puede ser redimido de su bárbaro modo de vida a través de su asimilación en la cultura europea.
Es un libro profundamente novedoso para la época: “Robinson Crusoe” es una novela de exaltación del individuo, tiene el impulso de una epopeya. Se trata de una historia épica, pero es la epopeya de un individuo. Hay una gran diferencia, por poner un ejemplo, con Ulises, protagonista de otra gran epopeya de la antigüedad. Ulises pertenece en cambio a una red entretejida de dioses, semidioses, hombres y súbditos. Aparece en una red simbólica, densa, compacta. En el caso de “Robinson Crusoe” no hay nada de eso. De lo que habla esta novela es de la gesta del individuo, que se enfrenta solo a la naturaleza y a las adversidades.
Hay muchas culturas donde no se ha desarrollado el concepto de individualidad. Robinson es el personaje donde se plasma el individuo de la modernidad. Lo que aparece es un tipo de existencia humana, caracterizada por varios rasgos que podemos ir extrayendo de la novela. Lo que mueve al personaje constantemente es la previsión. Algo que no se daba en la Edad Media. No se hacían cálculos, porque antes la Providencia era lo que dominaba la sociedad.
Otro carácter novedoso es el concepto económico de la vida. Todo tiene una función y por tanto un valor. Hay un momento de la novela en que el protagonista hace una especie de contabilidad, para lo que se construye una serie de estanterías. Otro aspecto a destacar también es la relación que tiene con la naturaleza: hace una gestión productivista de ella. No hay contemplación, placer, disfrute, recogimiento… Se trata de una relación pragmática, útil. Todo lo que ofrece la naturaleza se trata como objeto, como algo puesto ahí para que las personas lo controlen de forma que nos rindan un beneficio acumulable.
Otro rasgo es que Robinson se mueve en un entorno o naturaleza desencantada. En la Edad Media y en la Antigüedad la naturaleza estaba atravesada por lo luminoso, por lo sagrado. Cuando el hombre en la Europa preindustrial del siglo XVII ve un bosque, enseguida ve un beneficio. Y para ello antes hay que desposeerlo de elementos sagrados, desencantarlo, desprenderlo de mitos. A Robinson Crusoe no le sucede lo que a sus ancestros celtas del norte de Europa, cultura de la que procedería  el personaje. Los celtas, en la antigüedad, elevaban a lo sagrado el entorno natural en que se movían, ya fuera éste el océano, el bosque, el sol, la luna o el fuego. Robinson ha trasladado la visión occidental a un territorio virgen e inexplorado, que precisamente por ello debería estar imbuido de lo sagrado.
Otro rasgo es el sentido pragmático del hecho religioso. Cuando ya se ha establecido en la isla, Robinson Crusoe se vuelve muy religioso, pero se intuye que es un sentimiento que nace de una necesidad: la de sentirse protegido. Por eso este personaje lo que desprende en definitiva es miedo. Y esto quizá se explique por lo siguiente: desde el siglo XII-XIII hasta finales del XVIII no hubo ninguna generación que no viviera una peste. Cuando esto se producía, se generaba un naufragio total de la sociedad: pobres, ricos, hermanos, vecinos, buenos, malos… Y el apestado se quedaba solo. Y para protegerse de ese miedo, se respondió con la búsqueda de la protección divina. Y ya en la modernidad, también  con el control y la acumulación.  
Pero soslayando todos estos rasgos sesudos, “Robinson Crusoe” es, por encima de todo, una historia de aventuras con todos los ingredientes: piratas, naufragios, motines, caníbales… Entretenimiento a raudales que hace de esta lectura una de esas historias imprescindibles para todo lector que se inicia. Obra maestra indiscutible de la literatura universal, “Robinson Crusoe” resulta además una lectura muy amena gracias a su estilo sencillo y su lograda imaginería visual.

Si alguien aún no la ha leído, ya sabe lo que tiene que hacer.

martes, 28 de julio de 2015

Participantes en el XII Premio Setenil de libros de cuentos 2015

Un año más volvemos a la cita con el premio Setenil. En la edición de este año se ha batido el record de participación, con 97 títulos, 15 más que la VII edición del premio que contó con 82 participantes, edición en la que participé, por cierto. Ante estas buenas cifras podemos lanzar algunas preguntas al aire: ¿Buena salud del cuento? ¿Estamos ante un boom de editoriales independientes, como así parece? (Abro un paréntesis… ¿Dónde está la editorial Playa de Ákaba? ¿Se han olvidado de este escaparate tan importante? ¿Cómo es posible, Noemí Trujillo y Lorenzo Silva, que se os haya pasado esta cita? Cabe pensar que han querido excluirse ellos mismos. Si es así, lo siento por Anamaría Trillo y su magnífico libro “El faro de Umssola y otros relatos subterráneos”. Un libro muy solvente, de una magnífica escritora. Cierro el paréntesis…) ¿Hay ahora más facilidad para acudir a la autoedición? ¿Más cantidad equivale a mayor calidad? ¿O es justo al revés?... En fin, todos los años podemos hacernos las mismas preguntas y entrar en polémicas. Y todos los años podremos escuchar también las mismas opiniones, ya se sabe, es la jungla literaria, pontificaciones, sentadas de cátedra, repartidores de carnés de escritor, críticos y escritores que creen haber inventado la literatura y que ponen sus gritos en el cielo o en el infierno… Pero para qué perder el tiempo y las energías. La cosa es como es. ¿Qué sería de la vida sin estos entretenimientos, eh?

Quien va a tener que meterse en harina es Juan Bonilla, que este año preside el jurado. A finales de septiembre sabremos el listado de los 10 finalistas que optan al premio de 10.000 euros. Y luego, otro mes más de espera para conocer el ganador, más o menos a finales de octubre. En principio hay muy buenos candidatos, con una trayectoria reconocida. Como cada año. Y como cada año también,  nunca hay que descartar alguna sorpresa. Al menos para colarse entre los finalistas, que ya es un premio.

Esta es la lista de los participantes por orden de llegada. Suerte a todos.

1.- “Los nuevos pobladores”, de Pilar Fraile Amador (Traspiés); 2.- “Mundos imaginados”, de Miriam Chepsy (Araña); 3.- “Sexo oral”, de Luis del Romero (Ayuntamiento de Montijo); 4.- “Tiempos y costumbres”, de Alberto de Frutos (Autores Premiados); 5.- “Los sempiternos”, de Ginés S. Cutillas (Base); 6.- “Cosas que decir mientras se hace la cena”, de Maite Núñez (Base); 7.- “La tristeza de las fiestas”, de Mariano Peyrou (Pre-Textos); 8.- “Los viajes del prisionero”, de Rubén Díez Tocado (Edhasa); 9.- “Soñar en serio”, de Enrique Álvarez (Valnera); 10.- “Faro en la tempestad”, de Sonia Martínez (Hades); 11.- “La llave dorada”, de Carlos Almira Picazo (Talentura); 12.- “Solo con hielo”, de Silvia Fernández Díaz (Talentura); 13.- “De lo que quise sin querer”, de Miguelangel Flores (Talentura); 14.- “Extinciones”, de Alfonso Fernández Burgos (Gens); 15.- “El claustro rojo”, de Juan Vico (Sloper); 16.- “Ocho cuentos y medio”, de Javier Morales Ortiz (Baile del Sol); 17.- “La otra realidad”, de Luis Berastain Díez (Baile del Sol); 18.- “Presupuesto sin compromiso”, de Ramón Santana González (Baile del Sol); 19.- “Caza mayor”, de Manuel Moya (Baile del Sol); 20.- “Tan lejos de Dios”, de Rosana Popelka (Baile del Sol); 21.- “Los dientes del corazón”, de Ramón J. Soria Breña (Baile del Sol); 22.- “Esquizorrealismo”, de Alfonso García Villalba (e. d. a); 23.- “Una nueva vida”, de Magdalena Vivancos (Diego Marín); 24.- “Mi marido es un mueble”, de Esteban Gutiérrez Gómez (Lupercalia); 25.- “Nanas para un principito”, de Manuel Cortés Blanco (M. A. R.); 26.- “De las vidas ajenas”, de José González Torices (Castilla); 27.- “Una vida y otra”, de Cristina Iribarren (Eunate); 28.- “En el umbral del misterio”, de Francisco Soler Guevara (Planeta Alvi); 29.- “Historia secreta del mundo”, de Emilio Gavilanes (La Discreta); 30.- “Días con erre”, de Ana Añón (La Discreta); 31.- “Mujeres que atrapan la lluvia”, de Nuria Burguillos (Mecenix); 32.- “Saltitos”, de Miguel de Mágina (El Desván de la Memoria); 33.- “Recuerdos del norte”, de María Jesús Leza (Cuadernos del Laberinto); 34.- “Algunas formas de decir adiós”, de Sergio Galarza (Algaida); 35.- “La camarera que me escupís en los chupitos del whisky”, de Jesús Tíscar Jandra (Baraka); 36.- “Demasiada roca solitaria”, de Alberto García Salido (Adeshoras); 37.- “Caleidoscopia”, de Francisco Javier Guerrero (Adeshoras); 38.- “Ocho centímetros”, de Nuria Barrios (Páginas de Espuma); 39.- “Mientras nieva sobre el mar”, de Pablo Andrés Escapa (Páginas de Espuma); 40.- “La muerte juega a los dados”, de Clara Obligado (Páginas de Espuma); 41.- “Bienvenidos a Incaland”, de David Roas (Páginas de Espuma); 42.- “Despídeme de los piratas”, de Juan Jesús Luna Jurado (Ayuntamiento de Fernán Núñez); 43.- “Yo soy la locura”, de Andrés Ortiz Tafur (Huerga y Fierro); 44.- “El libro de los amores limón”, de Diego Fandos (Eunate); 45.- “Y no olvidaremos. Terrorismo y libertad”, de Jose Ignacio Eguizábal (Última Línea); 46.- “Ocho cuentos de azufre”, de Álvaro Pombo (Salto de Página); 47.- “Contratiempos”, de Pilar Tena (Salto de Página); 48.-“Cuentos de la cara oscura”, de Jose Antonio Sau (Ediciones del Genal); 49.- “Frente a los almendros”, de María Paz Legua Yus (Personal); 50.- “Cuentos de las tierras cálidas”, de Alberto Piernas Medina (Autoedición); 51.- “No todo son fantasmas”, de Sarito Modroño González (Autoedición); 52.- “Desencuentos”, de Chelo Sierra (Torremozas); 53.- “El bucle”, de Román Sáez (Araña); 54.- “Arcamia: donde los Dragos sangran”, de Gladis Ruiz de Azúa Aracama (Torremozas); 55.- “Cosas que he roto”, de Samir Abu-Tahoun Recio (Noviembre); 56.- “Un ojo siempre parpadea”, de Miguel Carcasota (Tropo); 57.- “Primigenio”, de Iván Guerrero Vasallo (Planeta Alvi); 58.- “Del Nagual”, de Kornely (Chiado); 59.- “El señor de Cuenca que pulsó un botón y desapareció”, de Silvia Sánchez Rog (Amarante); 60.- “El esquiador de fondo”, de Lucas Ruiz (Círculo Rojo); 61.- “30 cuentos y medio”, de Emilio Aragón (Aljibe); 62.- “Diario de un papá filósofo”, de Manuel Fernández de la Cueva (Ledonia); 63.- “La sonrisa del León”, de Roberto Malo (Dissident Tales); 64.- “Rumores de perfección”, de Emilio Morate (Autoedición); 65.- “Epistolario de un soñador”, de Ramón Zarragoitia (Letras Cascabeleras); 66.- “Un cuarto de suerte”, de Antonio Moreno Nofuentes (Atónitos); 67.- “Cuentos para limpiarse el culo”, de Miguel Reguiillo (Carena); 68.- “Caminos anfibios”, de Ernesto Calabuig (Menoscuarto); 69.- “Breviario negro”, de Ángel Olgoso (Menoscuarto); 70.- “Personajes secundarios”, de Manu Espada (Menoscuarto); 71.- “Prohibido naufragar”, de David Pinedo (In Significante); 72.- “La voz de los días”, de María Carmen Callado Peña (Uno); 73.- “Verano de 2014. Mis nietos y yo”, de Fernanda Ajuria (Bubok); 74.- “Las mil y una letras”, de Javier Rodríguez-Rey (Carena); 75.- “El viento en las hojas”, de J. A. González Sainz (Anagrama); 76.- “Microrrelatos para macromomentos”, de David González (Autoedición); 77.- “Los fantasmas nuestros de cada día”, de Fernando Molero Campos (En Huida); 78.- “Maestro, extráigame la piedra”, de Gabriel Rodríguez García (Eolas); 79.- “La noche de Cronos”, de Alejandro Lapetra (En Huida); 80.- “Terrestre océano”, de Tere Susmozas (Torremozas); 81.- “Figuración para escena urbana”, de Nuria Pradilla Barrero (El Brocense); 82.- “Oasis”, de Fernando García Florez (Eride); 83.- “Sobre fábulas, confabulaciones y pedos”, de Tristam Selery (Círculo Rojo); 84.- “La luz de Yosemite”, de Antonio J. Ruiz Munuera (Desnivel); 85.- “Cuentos al canto del gallo”, de Consuelo Jiménez (El Garaje); 86.- “Arrepentimientos, incisiones, pigmentos e incógnitas”, de Joaquín María Azagra Caro (Contrabando); 87.- “Entre líos y demonios”, de J. Eduardo Polío Morán (Carena); 88.- “El mundo de los demás”, de Jose Antonio Bablé (Libros Canto y Cuento); 89.-“El oscuro relieve del tiempo”, de Iván Teruel (Caligraf); 90.- “La mujer espejo y otros relatos”, de Silvia Civil Masoni (Atlantis); 91.- “Familia”, de Verónica Yesa (Atlantis); 92.- “Cotidiano delirante y otros relatos”, de Alex Vargas (Atlantis); 93.- “Hijo de un dios caníbal”, de Juan Alcudia (Atlantis); 94.- “Historias de amor y no tanto”, de Sonia Gómez Saiz (Ecogaia); 95.- “Esperando a Anais y otros relatos”, de Ana Vega Burgos (Litopress); 96.- “Cartas desde el Toukbal”, de Pedro Delgado Fernández (Ediciones del Genal); 97.- “Cartas desde el horizonte”, de Juan Miguel Alonso Hoyos (Alter Ego)

viernes, 17 de julio de 2015

Shelley Fabares



Esta cantante y actriz californiana debutó en el cine a los 12 años interpretando a la hija de Rock Hudson en la película de 1956 “Hoy como ayer”. Una carrera que tendría su continuación en televisión, con la serie familiar “The Donna Reed show”, toda una cantera de prometedoras estrellas adolescentes. Allí coincidiría, entre otras, con Annette Funicello, de quien hablaremos próximamente. Su participación en la serie supuso su lanzamiento definitivo como cantante y sobre todo como actriz, ya que actuó en varias de las películas de Elvis Presley a mediados de la década, y más tarde en muchas series de televisión en los 70 y 80. Aquí la vemos en 1962 cantando su mayor éxito, “Johnny Angel”, una nana espantosamente cursi, con Glen Campbell (de Beach Boys) a la guitarra. Por cierto, no se pierdan la mirada extasiada de una guapérrima Donna Reed, en el papel de madre… ¿Dónde ha ido a parar esa belleza serena de antaño, ese glamur, ese brillo, esa elegancia? Desde luego, en este campo, cualquier tiempo pasado fue muchííííísimo mejor… Qué triste comprobar cómo hemos ido degenerando.

sábado, 13 de junio de 2015

Fantasmas de dos mundos


Esta obra, publicada en 1979, consiste en una colección de 30 ensayos literarios en los que aborda varios campos de estudio y con diferentes niveles de profundidad y análisis. El conjunto se sintetiza muy bien en el título, “Fantasmas de dos mundos”, que hace referencia al poso que deja en la cultura la fusión de esos dos mundos en los que el escritor e intelectual venezolano Arturo Uslar Pietri ha vivido: el europeo y la América criolla hispana. Sostiene el autor que son mundos que se retroalimentan, pues por un lado se engrandece la perspectiva europea a través del nuevo mundo, y por otro se enriquece la cultura latinoamericana cuando reivindica el origen grecolatino de su literatura. Haciendo un repaso de su biografía, la vida de Uslar Pietri sintetiza precisamente eso.

Debido a los años que vivió en Paris, muchos de los ensayos hacen referencia a autores y obras de la literatura francesa: Flaubert, Malraux, Alfonse Daudet, Proust, Chateubriand, Lautremont, Sartre, Céline… Hace gala de un conocimiento oceánico y lo transmite con una prosa sencilla y muy elegante. Habla también de la novela histórica en el ensayo: “La historia en la novela”. También de la obra de Miguel Ángel Asturias, al que considera el germen de una nueva forma de enriquecer la cultura occidental, con un elogio a la novela “El señor presidente”. Muy entrañable es también el encuentro que narra en el ensayo: “Borges, desde el banco de la sombra”, cuando ya estaba muy mayor. Resulta cuanto menos curioso que no se hubiesen conocido en persona hasta entonces.

En “¿Qué nos importa la guerra de Troya?”, Uslar Pietri hace una encendida defensa de la necesidad de conocer y enseñar las humanidades y la cultura grecolatina. Vivir sin historia es lo mismo que vivir sin memoria, viene a decir. A juicio del autor lo que Homero describe en la guerra de Troya es la situación del hombre en la guerra. Describe el odio, el temor, la pasión, la ruina, la muerte, la angustia de la existencia amenazada, sentimientos universales a lo largo del tiempo que afectan al hombre desde sus inicios. Y lo hace con un poder de expresión, con una belleza de palabra que no han sido superados en 30 siglos. Concluye que sería una inmensa desgracia y miseria condenar a los hombres de hoy a no conocer a Homero. Uslar Pietri murió en el año 2001. Mucho me temo que si hoy levantara la cabeza y echase un vistazo por ejemplo al panorama educativo que llevamos arrastrando en España desde hace 30 años, (y sin que la sucesión de distintos gobiernos haya puesto remedio, aunque haya mucha más responsabilidad en unos que en otros, eso también hay que decirlo), es probable que volviera a la tumba horrorizado.

Destaco también el ensayo “Hacer tal servicio”, donde homenajea la conmemoración del milenario de la lengua castellana, nacida en el último tercio del siglo X, en el convento de San Millán de la Cogolla. Con una sencillez y una sensibilidad y clarividencia enormes repasa la historia y el futuro de la lengua romance desde su nacimiento, pasando por el mestizaje que revitalizó la lengua a partir de la independencia de las colonias americanas y el desafío que suponen las nuevas tecnologías.
Buena parte de los ensayos los dedica a grandes personajes de la cultura, humanistas que han fallecido dejando una obra importante como legado. Es el caso de Américo Castro o Marcel Bataillon, hispanista francés. Nos ilumina no sólo por la importancia de la obra que dejan atrás sino con detalles poco conocidos de sus biografías.

Pero de entre todos los ensayos son dos los que destaco por su importancia. Uno sería el ensayo “Tierra de indias”, donde hace una interesante reflexión sobre el origen del hecho hispanoamericano en la actualidad. Se creó según él un hecho social e histórico nuevo que introdujo alteraciones y tensiones dentro de los valores y conceptos aportados por el español, el indio y el negro. Tres culturas que en América (especialmente en la región caribeña) se enriquecen y complementan. Continúa diciendo que el hecho cultural básico de la existencia de la América latina es la confluencia a partir del siglo XVI, de las tres corrientes de cultura extraídas entre sí y que allí convergen para iniciar un complejo proceso de interpretación, mezcla y adaptación. Tres corrientes de distinta fuerza, volumen y extensión. Entre otros muchos ejemplos, cada una de ellas aporta un concepto diferente del tiempo y eso tiene reflejo en todos los órdenes de la vida. En otro libro que hemos comentado en este Desván de la Casa Usher, “El escritor y los suyos”, de V.S Naipaul apunta en la misma dirección que Uslar Pietri, sólo que circunscrito al mundo anglosajón.

Y el otro ensayo que destaco es el que cierra el volumen: “Cultura y política”. En él previene del peligro que supone la intervención del estado en el quehacer cultural, porque la tentación de los estados de poner la cultura al servicio de la política ha sido siempre grande y con resultados muy pobres en cuanto a desarrollo cultural, conocimiento y libertad de creación, allí donde los estados han puesto en práctica el control absoluto de la cultura. Como ejemplo, los totalitarismos del siglo XX, desde la Alemania Nazi, pasando por las dictaduras comunistas del este de Europa y la Unión Soviética.
Y al final también emite una opinión argumentada, con la que algunos no estarán de acuerdo, pero que se desprende de un análisis minucioso que hace a lo largo del ensayo. Para él, la América latina pertenece a occidente porque todo el ámbito americano pertenece al cristianismo. Aclara sin embargo, que se trata de un cristianismo que se ha hecho con infinitos aportes de creencias locales, tradiciones y costumbres propias. 

Para Uslar Pietri toda la colonización fue un proceso de incorporación a los valores de occidente. La familia, la casa, la urbanización, la relación social, la situación de la mujer y el hijo… todo eso les vino por la Iglesia y las leyes de Indias desde la herencia romana del derecho. Esa cultura occidental de 5 siglos con la que se han identificado es la suya y no tiene otra.

El autor les incita a que piensen en esta cuestión. No es baladí. Por ello y por el conocimiento general que nos aporta, tenemos en ”Fantasmas de dos mundos” un libro muy interesante y lúcido que no hay que perderse.

martes, 12 de mayo de 2015

La tela de araña


Hay escritores que encarnan como pocos a toda una generación. Escritores que han sabido plasmar en su obra los acontecimientos históricos que dieron paso a una nueva época. Este podría ser el caso de Joseph Roth, autor austríaco de ascendencia judía y nacido en Galitzia, esa región situada entre Polonia y Ucrania y escenario de los peores dramas humanos vividos en el siglo XX. Escrita en 1923, cuando no tenía ni 30 años, “La tela de araña” nos cuenta la historia de Theodor Lohse, un teniente del ejército alemán que al acabar la Primera Guerra Mundial debe regresar a la vida civil. No sólo debe asumir la derrota, sino que además debe enfrentarse a una sociedad y a una familia, incapaces de ofrecerles el estímulo para empezar una nueva vida. Al contrario, lo que encuentra es un ambiente hostil e ingrato, un panorama muy diferente del que esperaba hallar a su regreso. Basta transcribir un párrafo para expresar la enorme frustración del protagonista de la novela: “Un hijo muerto siempre hubiera sido el orgullo de la familia. Pero un teniente desmovilizado y víctima de la revolución no era más que un lastre para aquellas mujeres (su madre y hermanas). Vivía Theodor con los suyos como un viejo abuelo, a quien se honraría si se hubiese muerto, pero se menospreciaba porque seguía vivo.”
El propio Joseph Roth debió vivir ese mismo sentimiento, pues él también participó en la Primera Guerra Mundial con el ejército austríaco. Su derrota y posterior caída del imperio austrohúngaro tuvieron una gran repercusión para él, pues interiorizó un sentido de pérdida de la patria, que estaría presente en gran parte de su obra. Un sentimiento de pérdida que se sustentaba en un doble eje: por un lado, en aquello que se perdía como referencia cultural e histórica; y por otro, en la sustitución de los valores que la vertebraban por otros totalmente ajenos y que, a la postre, implicaba la descomposición de lo que existía.
No sólo era ese el sentimiento que dominaba la familia del protagonista. También el propio Theodor Lohse veía el problema, cuando en un momento de la novela se quejaba diciendo que la revolución había sido un camelo y la República había acabado siendo un aigo más de los judíos.
Y aquí viene la consecuencia de la derrota: la identificación de los culpables. Ese resquemor hacia los judíos empezaba a cobrar una nueva dimensión al finalizar la guerra. No era una apreciación personal. Existía en la sociedad, entre las élites intelectuales ese sentimiento de odio. Mentes preclaras como las Wilhelm Tieckmann, el catedrático Koethe, el adjunto Bastelmann, el físico Lorranz o el etnólogo Mannheim sostenían y demostraban el carácter pernicioso de la raza judía. Como consecuencia, esos mensajes llegaban a los estratos más bajos de la sociedad; mensajes que exteriorizaba el padre del protagonista cuando advertía a sus hijas que en las clases de baile no frecuentasen a los jóvenes judíos. El caldo de cultivo ya estaba preparado para lo que habría de venir después.
“La tela de araña” le sirve a Joseph Roth para hablar de una sociedad en descomposición, que es el otro eje que vertebra ese sentido de pérdida de la patria del que hablábamos. En un pasaje de la novela el príncipe abusa sexualmente del protagonista y le premia a cambio integrándolo en una sociedad secreta de espionaje, al servicio de un incipiente movimiento de inspiración nazi. Poco a poco va ganando relevancia y escalando en la organización mientras exhibe una falta total de escrúpulos. A mayor cota de poder, mayor ignominia. Su odio va extendiéndose a judíos, polacos y comunistas. Todo lo que había sido su patria, lo que significaba antes de la guerra, los valores que lo sustentaban volaron por los aires. Y sólo quedaba una sociedad frustrada, el odio y la humillación. El que esa sociedad acabara de entregarse al nazismo era cuestión de tiempo.
En la novela, Joseph Roth no hace concesión alguna al sentir europeo, al que identifica como gran culpable de lo que alumbró Alemania. Como ejemplo, ojo a cómo describe la boda del protagonista: “Era aquella una boda europea por excelencia; estaba allí casándose un individuo que había matado irresponsablemente, que había trabajado atolondradamente, que no conocía ideales y que engendraría unos hijos que, a su vez, volverían a ser igual de homicidas, europeos, asesinos, crueles, cobardes, belicosos, nacionalistas, sangrientos, cumplidores de los deberes religiosos y crédulos seguidores del Dios europeo rector de la política.”
Resulta curioso que siendo Joseph Roth judío coincidiera con Chesterton, católico furibundo, en muchos de sus artículos, cuando señalaba a la sociedad burguesa capitalista como origen de muchos de los males de la época. No deja de ser paradójico también que el propio Roth acabara convirtiéndose al catolicismo en su exilio de Paris en los años 30, una vez que los nazis llegaron al poder. Tal vez lo hiciera por convicción (puede ser), o por añoranza de los tiempos del imperio (que también), o como una manera de rebelarse ante el estropicio que los nazis estaban haciendo en su país. Quién sabe…

El caso es que Joseph Roth escribió con “La tela de araña” una interesante visión de la sociedad alemana de la época. Y anticipó la persecución de los judíos que se generalizaría una década después. Escalofriante es la escena en la que describe la caza a los judíos. Parece premonitorio. La novela fue escrita en 1923, y ya entonces Joseph Roth anticipaba lo que sucedería en la noche de los cristales rotos.

lunes, 20 de abril de 2015

The Shirelles



El grupo The Shirelles lo formaron cuatro amigas durante sus años de instituto en Nueva York, en 1958. Fueron Doris Kenner-Jackson, Miki Harris, Shirley Alston y Beverly Lee. No fue el primero de este tipo de grupo de voces negras, pero sí el primero que alcanzó un mayor éxito. Tanto, que inspiraron el fenómeno “Dream Girl”. Con “Will you still love me tomorrow”, canción de 1961, consiguieron la cumbre de su carrera, al alcanzar el número 1. Un tema que ha sido versionado en múltiples ocasiones, entre estas últimas la malograda Amy Whinehouse. Con el paso del tiempo el grupo fue decayendo muy poco a poco, pues aún conseguiría estar entre los mejores grupos del momento durante la década de los 60, con canciones como “Soldier boy”, “Mama said” o “Big John”. Pero si hay algo que debería reconocerse a The Shirelles fue que ellas fueron quienes proporcionaron los primeros éxitos a compositores como Gerry Goffin, Burt Bucharach, Hal David o Van McCoy, que por entonces estaban empezando a escribir… Y miren lo grandes que fueron luego. ¿No sería en parte mérito de ellas?

martes, 14 de abril de 2015

I Encuentro de Escritores Nómadas



Este sábado se celebrará el I Encuentro de Escritores Nómadas, que ha organizado la editorial Playa de Ákaba, en colaboración con el ayuntamiento de Torrejón de Ardoz. La escritora Ana María Trillo ha sido el alma de este encuentro que se enmarca en las actividades del Mes de las Letras, de Torrejón de Ardoz. Será una jornada maratoniana, ya que se extiende desde las 9:30 hasta las 21:15, y donde tendrán cabida varias actividades, conferencias, mesas redondas, presentaciones de libros, recitales poéticos, e incluso tendrá lugar la entrega del I Premio Literario “Mujer al viento”, del que he tenido el honor de participar como jurado.

Vendrán, entre otros, los escritores Lorenzo Silva, Noemí Trujillo y varios de los autores que publican en Playa de Ákaba. También participaré en una de las mesas redondas, dedicada a los autores locales. Será una jornada donde la palabra será la gran protagonista.
Se celebrará en el centro cultural “Abogados de Atocha”, sito en C/Londres, 11B, en Torrejón de Ardoz.

Os esperamos con los brazos abiertos. 

miércoles, 25 de marzo de 2015

Montevideo no se acaba


Desde que hace un par de años en este desván de la Casa Usher saludé con entusiasmo el descubrimiento de Carlos del Pozo, he tenido la esperanza de verlo publicar las novelas que sé que es capaz de escribir. Constatar que una editorial como Autores Premiados haya apostado también por él me hace esbozar esa sonrisa orgullosa que viene a decir: “¿lo ves?, tenía razón”. Se diría que me siento como una especie de Roberto Segura, el protagonista de “Montevideo no se acaba”, novela premiada en los certámenes Ategua y Carta Puebla, y que incomprensiblemente aún seguía inédita. No debería extrañarnos, sin embargo, si analizamos el panorama literario en España, donde parece que escribir historias basadas en el deporte es una ocupación menor y despreciable, y sólo circunscrito al periodismo deportivo. Es una pena porque la literatura tiene entre otros muchos objetivos reflejar de algún modo la vida del mundo que nos rodea. ¿Cómo es posible que siendo así no se haya reconocido aún la novela deportiva como un género en sí mismo, como lo pueden ser la novela policiaca, de terror, fantástica, romántica o histórica? Supongo que será cuestión de tiempo porque el deporte en realidad es una manifestación humana muy reciente en la historia. Tal como yo lo veo, el deporte casa perfectamente con la literatura. Ejemplos hay varios, como “El gran silencio”, de David Torres (boxeo); “El Alpe d’Huez”, de Javier García Sánchez (ciclismo); “Fiebre en las gradas”, de Nick Hornby (fútbol); o “El factor humano”, de John Carlin (rugby).

Sé que Carlos del Pozo también lo ve así porque con esta son ya tres las novelas suyas que he leído, que tienen el fútbol como telón de fondo (La mejor, atención editores, aún sigue durmiendo en un cajón). Insistir de esa manera me hace pensar que en un futuro el reconocimiento de la novela deportiva como género quizá no esté tan lejos. Sólo necesita de escritores (y editores) buenos…  y valientes, en el sentido de que sean capaces de ir contracorriente, de no sucumbir a lo fácil.

Y de fútbol es la novela que presentamos hoy: “Montevideo no se acaba”. Pero no sólo de fútbol, como es marca de la casa en las novelas de Carlos del Pozo, como señalaremos. En ésta cuenta la historia del Chaveta Barrenechea, un niño de trece años, criado en los arrabales de Montevideo que ha sido bendecido por la varita mágica de los genios del fútbol y cuyos informes ya han circulado por las agencias de contratación de media Europa.
Un buen día, en la vida del Chaveta se cruza Roberto Segura, un abogado de Zaragoza metido a cazatalentos del fútbol. Se dedica a buscar jugadores muy jóvenes de América y África, casi niños, a los que los sueños del fútbol, la fama y el dinero les ha embarcado  en una lucha por hacerlos realidad, y de paso, arreglar la vida de sus familias. 
Y para completar el círculo, la historia también nos habla de Marieta Camuñas, periodista española de un canal de televisión, que ve en su nueva etapa como corresponsal en el cono sur una buena oportunidad para ascender. Pero no es agradable el primer encargo que le hacen: elaborar un informe sobre la decadencia del fútbol uruguayo. Y no lo es, no sólo porque odia el fútbol, sino porque en sus fracasos sentimentales el fútbol siempre ha jugado un papel determinante.

Las vidas de estos tres personajes confluyen en Montevideo, marco sugerente, acogedor y entrañable, para desarrollar las tramas de la novela en varias vertientes paralelas. Por un lado la referida a lo estrictamente deportivo: si hay fichaje o no, las negociaciones y los procedimientos burocráticos, las expectativas de negocio, algo de la historia del Real Zaragoza, el estado de las canteras de fútbol en Sudamérica… Y por otro lado, la historia humana que hay detrás de cada uno de estos personajes, en el fondo carentes de comprensión, del calor de una conversación y la amistad. Las relaciones que se establecen entre ellos determinarán el lugar que ocupan los sentimientos y los deseos frente al éxito ligado a lo material. Y como todo en la vida, al final los personajes se verán en la disyuntiva de elegir.

Para los que no les gusta el deporte, “Montevideo no se acaba” es una novela que en realidad habla de amor y amistad, de la pérdida y del dolor del exilio. Trata de temas de actualidad, como la contratación de niños por grandes clubes europeos, del éxito y el fracaso, de sueños por cumplir, y todo ello con canciones de Serrat sonando al fondo y un mate sobre la mesa (aunque el protagonista sea reticente a probarlo). Una novela limpia y muy bien escrita, y aderezado con un fino sentido del humor, que es otro sello característico de la prosa de Carlos del Pozo.

No pierdan la ocasión de leer esta gran historia. Les llegará al corazón.

lunes, 9 de febrero de 2015

Historia secreta de Costaguana


El título del libro hace referencia a una cita de Joseph Conrad, cuyo aliento impregna el texto: “Quiero hablarte de la obra que me ocupa actualmente. Apenas si me atrevo a confesar mi osadía, pero la he ubicado en América del Sur, en una República que he llamado Costaguana”. Por tanto se puede decir que Juan Gabriel Vásquez ha emprendido precisamente eso: elaborar una historia de Costaguana, a partir del juego ficticio con la historia real de Colombia y las experiencias del padre del narrador, Miguel Altamirano, personaje que asiste a los vaivenes de los tiempos, implicado como pocos, dado su carácter inconformista. Toma como punto de inicio la independencia de las colonias americanas de la corona española (1819). Habla de la tierra prometida, enfebrecida por el oro; de la llegada de extranjeros, gringos, chinos, y europeos; de la construcción del ferrocarril que lo une a Panamá; de la constante irrupción de militares golpistas, del enorme desafío a todos los niveles que supone la construcción del canal de Panamá… Y siempre con la omnipresencia de la iglesia, cuyos códigos morales se hayan firmemente instalados en la sociedad.

No se trata de una narración complaciente, ni mucho menos. No es una especie de "hagiografía" con la que busca entronizar su tierra y sus gentes, pese al tono de leyenda con que está escrita. No hay más que leer la definición que Juan Gabriel Vásquez hace de su país en un momento de la narración: “Colombia es una obra en cinco actos que alguien trató de escribir en versos clásicos pero que resultó compuesta en prosa grosera, representada por actores de ademanes exagerados y pésima dicción…”
El autor cuenta la historia como si se dirigiera al lector asumiendo un papel de jurado de la historia. Pese a ello todo el texto se halla atravesado por el azar, coincidencias con personajes y acontecimientos reales que se entremezclan con las vivencias de los personajes que protagonizan las tramas ficticias: su padre primero y luego el hijo en primera persona. Es un artificio del que se vale para dotar de sentido una narración con aires de leyenda, que abarca desde la narración de los hechos históricos propiamente dichos, a la expresión de los sentimientos más subjetivos, y a la relación que el azar sostiene con ambos mundos, como si fuera una especie de argamasa que los une. Es una forma de mantener al lector en constante alerta, respecto de esos acontecimientos o personajes que a la página siguiente se le pueden aparecer y que explican la grandeza de la historia que está leyendo. A mi entender, abusa un poco de este recurso. Pero el lector, que ya ha entrado en este juego, se deja llevar y sorprender por la cantidad de datos curiosos que aporta de nombres y fechas. Esto lo hace posible lo que el autor llama “El Ángel de la Historia”.

Pero más allá de la historia que cuenta a través de varias generaciones hay otra idea que da sentido a la narración y que en el fondo es el motor de la misma: La sombra de Joseph Conrad planea a lo largo de todo el texto. Volvemos otra vez a la cita que da origen al título de la novela. Tan es así que el autor fuerza una especie de alma gemela del escritor polaco en el narrador de la historia, Antonio Narváez.
Con la valentía propia de un escritor de primera, Juan Gabriel Vásquez tiene la habilidad de reescribir la biografía de Conrad ofreciendo versiones diferentes a las comúnmente aceptadas sobre ciertos aspectos de su vida. Paralelamente habla también de la construcción del canal de Panamá, que es otro de los ejes que vertebran la narración. De las guerras civiles entre liberales y conservadores. De la búsqueda del padre como aventura en busca de la identidad, lo que hace que “Historia secreta de Costaguana” no sea una novela histórica convencional, sino una obra moderna y arriesgada, con mucho de autobiográfico y con una buena profusión de elementos azarosos. Durante este periplo, típicamente austeriano, el narrador llegará a encontrarse con el Conrad viajero y contrabandista de armas.

Y es entonces cuando alcanzamos a ver el verdadero núcleo de la obra. Ya que una vez leída esta “Historia secreta de Costaguana”, uno puede encontrar que el verdadero pretexto para contar la historia de Colombia a través de dos generaciones entre los siglos XIX y XX, es ofrecer información al Conrad escritor, es decir proporcionarle una buena base para que emprenda la escritura de su novela “Nostromo”, en la que habla precisamente de eso. Pero se producirá un desencuentro entre el narrador de la novela y Joseph Conrad cuando éste decide escribir una versión muy libre, alterando nombres y fechas, sobre el nacimiento de Costaguana. Y esto motivará una especie de ajuste de cuentas literario con Conrad. O lo que es lo mismo, enmendarle la plana 100 años después… por supuesto, a través de la ficción, lo que no deja de ser una medida inteligente.

Y creo que Juan Gabriel Vásquez lo ha logrado.

miércoles, 21 de enero de 2015

Skeeter Davis



En 1963, Skeeter Davis ya llevaba más de una década como joven estrella del country. Primero formando un grupo y luego en solitario. Ese año, “The end of the world” le dio ese tipo de canción que justifica toda una carrera musical. El paso del tiempo terminaría de colocarla entre los grandes clásicos, (junto a Crazy y I’m sorry, entre muchas otras) que uno debe enumerar cuando repasa los temas imprescindibles de los 60. Nació en Kentucky, lo que unido a su piel blanca y al amor por la música, le condujo al country. Y como muchas cantantes americanas que ya hemos repasado, dedicó una parte de su vida a tareas evangelizadoras junto a un grupo de religiosos, esta vez en África. Pero eso fue en los años 70, ya en su declive. Antes, en la década anterior, cuando estaba en la cima, fue 5 veces nominada a los premios Grammy y escribió canciones para otros intérpretes como Pat Boone o Kay Star. Y antes incluso sobrevivió milagrosamente a un gravísimo accidente de tráfico en 1953. Un amigo suyo que iba con ella no pudo decir lo mismo. Fue una suerte para todos nosotros que aún no le hubiese llegado a Skeeter Davis “The end of the world”, ¿no creen?