martes, 10 de enero de 2012

La puerta de los infiernos


La historia que nos propone Laurent Gaudé con esta novela es conmovedora y de mucha intensidad. El dolor por la pérdida de un ser querido, el sentimiento de culpa y la necesidad de redención, el deseo legítimo de reparación por una injusticia, fluyen por estas páginas, retratando un mundo que podemos reconocer como real. Pero es un mundo que al mismo tiempo está regido por un extraño equilibrio, donde los vivos conviven e interactúan con los muertos de manera natural.

En la ciudad de Nápoles, Matteo es un humilde taxista que pasea de la mano con su hijo de 6 años, Pippo. En medio de las calles, sin nada que advierta del peligro que corren, se ven inmersos de pronto en un tiroteo del que son ajenos. Una bala perdida acaba con la vida del pequeño, una muerte absurda, inexplicable, que llena de dolor a la familia de Matteo. A partir de aquel instante la relación en el matrimonio del protagonista se resiente. Su día a día sólo encuentra un único sentido: mitigar el sufrimiento. Para ello, deben traer de vuelta al pequeño Pippo y hacer justicia al causante del daño. Matteo comenzará entonces a recorrer la ciudad en busca de una respuesta a la demanda de su mujer. No sabe qué es ni a qué caminos le conducirá pero intuye que es posible ofrecerle consuelo, pese a que el dolor y la distancia entre ellos que este hecho traumático ha provocado, parezcan ya irreversibles.

Durante su deambular Matteo se encontrará con unos personajes peculiares (un travestido, un profesor, un cura decrépito y el dueño de un bar) que le ayudarán en la búsqueda de esa puerta que comunica los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos.

En esta novela, Laurent Gaudé no desarrolla la trama criminal que da lugar a la muerte de Pippo. No le interesa, aunque esa trama sí podría estar justificada, pues casi un tercio de la novela basa en la búsqueda de la justicia una buena parte de su desarrollo. En cambio, el autor prefiere centrar la historia en la familia de Matteo. Primero nos muestra su dolor y su sufrimiento de una manera descarnada. Y luego, el sacrificio que el protagonista está dispuesto a ofrecer para rescatar a su hijo del mundo de los muertos, haciendo patente la fuerza del amor paterno-filial y de los lazos familiares. En este punto el autor no ahorra detalles a la hora de describir ese territorio subterráneo, en una clara alegoría de los mundos que Dante compuso para “La Divina Comedia”. Y como en una novela de Juan Rulfo, todos los personajes, sean vivos o muertos, acaban conviviendo y formando parte de un mismo espacio y tiempo. En este caso, sin embargo, se intuye (al menos yo lo he percibido así, aunque el final es abierto y admitiría cualquier otra interpretación), que el daño también influye en las vidas de todos y deja una mácula, un coste muy alto, quizá irreversible.

Como último detalle, el título de la novela, “La puerta de los infiernos”, es más literal que metafórica, lo que podría descolocar en un principio, dada la trayectoria del autor. Alguien que sólo se guiara por ese título y que desconociera su forma de escribir, podría pensar que se trata de una novela de terror o de género fantástico. No se equivoquen: con esta obra, Laurent Gaudé vuelve a trasladarnos al sur de Italia como ya hizo en “El sol de los Scorta”, novela con la que ganó el premio Goncourt en 2004. En esta ocasión, el autor nos ofrece una historia con una gran fuerza lírica, con una intensidad y un ritmo muy elevados, sirviéndose de recursos de literatura fantástica únicamente para ponerlos al servicio de una historia con sabor a tragedia clásica. Y la sitúa en un marco tan sugerente como Nápoles, una ciudad milenaria y violenta, que muy bien podría esconder todo un infierno bajo sus pies.

Sólo hay que encontrar la puerta que nos lleve a él y manejarse por esos territorios como hace Matteo. Pero no sé por qué, intuyo que eso no debe ser fácil.

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