El juez escuchó el alegato final de la defensa, mientras repasaba los argumentos de la acusación. El abogado defensor se había empleado con rigor y profesionalidad, pero no había nada que hacer. Las pruebas eran tan contundentes que no había resquicio para dudas o interpretaciones. Conforme a la ley, debía dictar sentencia de muerte.
Así que cuando ordenó levantar la sesión con su golpe de maza, supo que ya no volvería a ver a su propio hijo con vida.
Gran (por íntimo y delicado) giro final, ¡bravo!
ResponderEliminar¿Juez íntegro o padre desalmado?
ResponderEliminarYo creo que el dilema queda bien dibujado, sí. Sobre todo porque lleva a otra pregunta: ¿es desalmado ese padre...?
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