martes, 12 de junio de 2012
El retrato
Iain Pears es un escritor inglés, autor entre otras obras de siete novelas policíacas. Su formación como Doctor en Filosofía e Historia del Arte le ha facilitado además dar a esta novela, “El retrato”, una dimensión intelectual que eleva el nivel medio que suelen ofrecer las novelas de género negro. Suspense y cultura van de la mano en esta novela escrita en forma de monólogo.
La acción transcurre en los años 30 del siglo XX en una pequeña isla del norte de Francia. El protagonista es Henry, un pintor escocés en el ocaso de su carrera, que lleva viviendo autoexiliado en esa isla muchos años. Un día recibe la visita de un famoso y respetado crítico de arte para que le haga un retrato. Ambos habían formado parte de la misma generación artística de jóvenes pintores, asentada en el Londres de finales del siglo XIX. Habían compartido gustos, amigos e inquietudes artísticas e intelectuales, pero el paso de la juventud a la madurez fue poniendo a cada uno en su lugar. Siguiendo la estela de los grandes maestros de la pintura, como Velázquez, Henry aprovecha la oportunidad de plasmar en el retrato no sólo la imagen sino también la personalidad del crítico, plagada de matices, de aristas y de sombras que sólo quienes le han conocido en la intimidad pueden sacar a la luz.
La novela comienza con el retratado sentado frente al pintor, que aún tiene el lienzo en blanco. En una larguísima interpelación sin respuesta, que se extiende a lo largo de más de 200 páginas, el protagonista nos va desvelando la historia de ese grupo artístico, las relaciones que se establecen entre los pintores, las modelos, los galeristas y la crítica especializada. Esa lucha por hacerse un hueco en el mundo artístico dejará un rastro doloroso en el grupo, que acaba disolviéndose por pequeñas rencillas que van enquistándose y algún episodio traumático que marcará el futuro de los protagonistas, no sólo en el plano artístico sino también en el personal.
El tono empleado por Iain Pears se ajusta como un guante a su propósito de reflejar la pérdida de la inocencia artística. La pureza de esa mirada primigenia del pintor en su juventud debe enfrentarse a un mundo cuyas reglas están marcadas de antemano. La búsqueda del éxito y la aceptación de cánones establecidos suponen en ocasiones la renuncia a los principios. Como consecuencia, la honestidad del artista, el compromiso con su propia escala de valores condenan al pintor, la mayoría de las veces, a los anaqueles del olvido. Ese reto del artista por buscar el equilibrio perfecto, una lucha que nunca deja de ser angustiosa, lo ha sabido transmitir muy bien el autor.
Su formación en Historia del Arte le ha permitido a Iain Pears hacer exhibición de sus conocimientos en el mundo de la pintura de principios del siglo XX. Y lo hace en pequeñas dosis, de forma justificada y sin apabullar, lo que es de agradecer. Sin interrumpir la trama principal, nos conduce por las distintas corrientes pictóricas. Nos habla de Gauguin, Monet, Picasso, de la evolución desde el movimiento prerrafaelista, pasando por el impresionismo hasta llegar a los postulados más conceptuales de los movimientos de vanguardia. Todo ello lo pone al servicio de la historia que nos propone, la del enfrentamiento del pintor y el crítico durante años, un ajuste de cuentas que al modo de “Cinco horas con Mario” va sacando a la luz página a página. Pero a diferencia de la novela de Delibes, en “El retrato” hay una última oportunidad de corregir en vida los errores o, al menos, de compensar los agravios sufridos.
Y como autor de novela negra que es, Iain Pears va acumulando la tensión hasta llegar a un final que, aunque puede resultar previsible, no desmerece en absoluto del buen nivel que alcanza esta novela.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario