El título del libro hace referencia a una cita de Joseph Conrad, cuyo aliento impregna el texto: “Quiero hablarte de la obra que me ocupa actualmente. Apenas si me atrevo a confesar mi osadía, pero la he ubicado en América del Sur, en una República que he llamado Costaguana”. Por tanto se puede decir que Juan Gabriel Vásquez ha emprendido precisamente eso: elaborar una historia de Costaguana, a partir del juego ficticio con la historia real de Colombia y las experiencias del padre del narrador, Miguel Altamirano, personaje que asiste a los vaivenes de los tiempos, implicado como pocos, dado su carácter inconformista. Toma como punto de inicio la independencia de las colonias americanas de la corona española (1819). Habla de la tierra prometida, enfebrecida por el oro; de la llegada de extranjeros, gringos, chinos, y europeos; de la construcción del ferrocarril que lo une a Panamá; de la constante irrupción de militares golpistas, del enorme desafío a todos los niveles que supone la construcción del canal de Panamá… Y siempre con la omnipresencia de la iglesia, cuyos códigos morales se hayan firmemente instalados en la sociedad.
No se trata de una narración complaciente, ni mucho menos.
No es una especie de "hagiografía" con la que busca entronizar su tierra y sus gentes, pese
al tono de leyenda con que está escrita. No hay más que leer la definición que Juan Gabriel Vásquez hace de su país en
un momento de la narración: “Colombia es
una obra en cinco actos que alguien trató de escribir en versos clásicos pero
que resultó compuesta en prosa grosera, representada por actores de ademanes
exagerados y pésima dicción…”
El autor cuenta la historia como si se dirigiera al lector asumiendo
un papel de jurado de la historia. Pese a ello todo el texto se halla atravesado
por el azar, coincidencias con personajes y acontecimientos reales que se
entremezclan con las vivencias de los personajes que protagonizan las tramas
ficticias: su padre primero y luego el hijo en primera persona. Es un artificio
del que se vale para dotar de sentido una narración con aires de leyenda, que
abarca desde la narración de los hechos históricos propiamente dichos, a la
expresión de los sentimientos más subjetivos, y a la relación que el azar
sostiene con ambos mundos, como si fuera una especie de argamasa que los une. Es
una forma de mantener al lector en constante alerta, respecto de esos
acontecimientos o personajes que a la página siguiente se le pueden aparecer y
que explican la grandeza de la historia que está leyendo. A mi entender, abusa un
poco de este recurso. Pero el lector, que ya ha entrado en este juego, se deja
llevar y sorprender por la cantidad de datos curiosos que aporta de nombres y
fechas. Esto lo hace posible lo que el autor llama “El Ángel de la Historia”.
Pero más allá de la historia que cuenta a través de varias
generaciones hay otra idea que da sentido a la narración y que en el fondo es
el motor de la misma: La sombra de Joseph
Conrad planea a lo largo de todo el texto. Volvemos otra vez a la cita que
da origen al título de la novela. Tan es así que el autor fuerza una especie de
alma gemela del escritor polaco en el narrador de la historia, Antonio Narváez.
Con la valentía propia de un escritor de primera, Juan Gabriel Vásquez tiene la habilidad
de reescribir la biografía de Conrad ofreciendo versiones diferentes a las
comúnmente aceptadas sobre ciertos aspectos de su vida. Paralelamente habla también
de la construcción del canal de Panamá, que es otro de los ejes que vertebran
la narración. De las guerras civiles entre liberales y conservadores. De la
búsqueda del padre como aventura en busca de la identidad, lo que hace que “Historia secreta de Costaguana” no sea
una novela histórica convencional, sino una obra moderna y arriesgada, con
mucho de autobiográfico y con una buena profusión de elementos azarosos.
Durante este periplo, típicamente austeriano, el narrador llegará a encontrarse
con el Conrad viajero y contrabandista de armas.
Y es entonces cuando alcanzamos a ver el verdadero núcleo de
la obra. Ya que una vez leída esta “Historia
secreta de Costaguana”, uno puede encontrar que el verdadero pretexto para
contar la historia de Colombia a través de dos generaciones entre los siglos
XIX y XX, es ofrecer información al Conrad escritor, es decir proporcionarle una buena base para que
emprenda la escritura de su novela “Nostromo”,
en la que habla precisamente de eso. Pero se producirá un desencuentro entre el
narrador de la novela y Joseph Conrad
cuando éste decide escribir una versión muy libre, alterando nombres y fechas, sobre
el nacimiento de Costaguana. Y esto motivará una especie de ajuste de cuentas
literario con Conrad. O lo que es lo mismo, enmendarle la plana 100 años
después… por supuesto, a través de la ficción, lo que no deja de ser una medida
inteligente.
Magnífica reseña. He de admitir que no conocía la existencia de Juan Gabriel Vásquez, y al descubrir, gracias a tu magnífica reseña, que es un escritor colombiano, un hecho me llamó la atención, no es otra cosa que la ausencia de un nombre, Gabriel García Márquez, de cuyo influjo pocos escritores sudamericanos contemporáneos parecen escapar. Azuzado por la curiosidad, rastreo su biografía en la Wikipedia y leo que su obra es, en cierto modo, una reacción contra el Realismo mágico, lo cual, siendo un autor colombiano, me parece una actitud valerosa, porque cortarse el “cordón umbilical” con el fallecido Márquez refleja una madurez intelectual capaz de crear un libro como el que presentas. Ese símil que seleccionas de Colombia con una obra, que persiguiendo la excelencia degenera en algo grosero, da buena idea de lo que comento en relación a su independencia respecto del Realismo mágico. Interesante la sombra de Conrad en el desarrollo de la narración. Admiro la literatura de Sudamérica, siempre la encontré fascinante. Un autor más a tener en cuenta. Saludos Javier.
ResponderEliminarPaco, bienvenido a este humilde desván. Sinceramente leí la novela con algún prejuicio, esperando encontrarme alguna influencia de García Márquez. Ya se sabe, su sombra es muy alargada. Y me sorprendió precisamente eso: su ausencia. Es una novela densa, muy rica y con un enfoque distinto, con un mundo más abierto, que no se ciñe sólo a América. Me sorprendió. Juan Gabriel Vásquez es un grande, hay que seguirle la pista.
EliminarUn abrazo