viernes, 14 de septiembre de 2012
Un soplo de aire
El viento sacude a capricho las lonas que cubren las terrazas de los edificios. Mueve las hojas de los cañaverales y moldea paisajes en la arena de la playa, en un perpetuo devenir.
Aquel viento es el mismo que, siendo un niño, sintió por vez primera sobre su piel cuando bajó a la playa para ver en las barcas los peces recién sacados de las redes. Aún recuerda ese rumor constante del aire que acompaña a su lento caminar sobre la arena, al rugir de las olas en perfecta comunión con el viento, al olor a crudo, a sal, a vida y a mar. Se diría incluso que es el viento quien arrastra la sucesión de los días y las noches.
Por eso no puede huir de él. Sabe que ya forma parte de su alma.
Ahora se encuentra sentado sobre el poyete del paseo, de espaldas al mar. Esa mañana ha permanecido en tierra, no ha salido a faenar con los demás. Hace memoria: en 30 años de profesión sólo ha tenido que dejar su barca sobre la arena unos pocos días, quizá 25, puede que 30. Recuerda entonces la furia de ese temporal de levante de hace 10 años, o aquel día de primavera en que un enorme pez espada cayó entre sus redes, y que no pudiendo aguantar su fuerza descomunal, segó, al ceder, dos de sus dedos. O los días de angustia que siguieron a aquel en que un tío y tres de sus primos se adentraron una noche en la quietud de la niebla y se perdieron para no dejar de ellos más rastro que su recuerdo.
Sentado allí, repasa ahora estos y otros pasajes mientras sostiene entre sus manos ásperas de salitre un pedazo de papel. Aún no se cree lo que puede conseguir con él. Tantos años entregados al trabajo duro, poniendo en juego su vida, para sacar adelante la de los suyos, y tiene que ser un papel pequeño con unos números impresos lo que abrirá las puertas de un mundo nuevo.
Pero un soplo de aire levanta arena de la playa en pequeños remolinos y llegan hasta el hombre, que para protegerse abre las manos y cubre su cara. De un salto se pone en pie y abre los ojos esperando encontrar el papel. Pero ya es tarde, no sabe que el viento arrastra el boleto premiado a través de la playa. Ahora el boleto sube y baja las pequeñas dunas de arena, salta grácilmente las piedras, se aleja más y más, hasta ser engullido por las olas, perdiéndose entre la espuma del mar, y esfumándose también con él los sueños vanos de una vida regalada.
Al día siguiente volvería a la rutina de una vida que no tendría por qué cambiar después de 30 años entregado a ella.
Al día siguiente se levantaría a las cuatro, arrastraría su barca hasta la orilla, orientaría el timón mar adentro, echaría las redes y regresaría a casa.
Al día siguiente, seguiría soplando el viento.
viernes, 31 de agosto de 2012
Sandy Posey
Cantante country, (no podía ser de otra manera siendo blanca y habiendo nacido en Alabama), se la comparó en su época con Skeeter Davis, de quien hablaremos próximamente. Con su primer single fue disco de oro al vender más de un millón de copias. La carrera de Sandy Posey ha estado ligada de alguna manera a Elvis Presley. Además de poner voz de fondo al gran éxito de Percy Sledge, "When a man loves a woman", hizo los coros en varios de los conciertos del Rey. Y como guinda, se casó con Wade Cummings, el más perfecto imitador de Elvis de la época... y hubo muchos.
A partir de mediados de los 70 y sin olvidar su raíz country, dotó a sus canciones de un contenido espiritual, tras abrazar la religión cristiana. Aquí la vemos en 1967 cantando para la televisión alemana su mayor éxito, "Single girl", una canción que habla de lo sola que se siente sin un hombre que la ame dulcemente y no la engañe, y que esperará hasta encontrarlo… En fin, lo bonito del amor.
Que la disfruten.
Que la disfruten.
sábado, 18 de agosto de 2012
El coloso de barro
A la hora de abordar una biografía, cualquier autor se encuentra con una serie de dificultades que debe ir solventando durante el proceso de elaboración. El primero es el conocimiento del personaje biografiado, es decir, debe acumular la mayor documentación posible y contrastarla. Otro paso importante es la síntesis para desechar parte de la información, bien porque resulte intrascendente o porque no sirva para potenciar la imagen que se quiere resaltar sobre el biografiado. Se sobreentiende que toda vida tiene múltiples facetas, y desde luego una biografía no puede pretender abarcarlo todo. En este aspecto, el libro del que vamos a hablar cumple estas premisas.
El coloso de barro es una biografía que narra parte de la vida de Primo Carnera, campeón del mundo de boxeo de los pesos pesados en 1933. El título del libro da una idea de lo que nos vamos a encontrar: con un gigante de 2,05 de estatura sostenido sobre unos pies planos, que son de barro como metáfora de una personalidad maleable por bonachona e inocente. Un carácter del que se aprovecharon quienes le rodearon tanto en el mundo del boxeo como en Hollywood. Philippe Fusaro nos cuenta el ascenso y la caída de este italiano de origen humilde que tuvo que huir del hambre y la miseria de su país.
En la primera escena el autor nos presenta a Primo Carnera en el Londres de 1929, en un espectáculo de lucha simulada contra un grupo de enanos. Y el público paga por ver al gigante, se enfervoriza y vitorea su gesta. Philippe Fusaro no necesita contarnos quién es él, cómo es, dónde nació, qué hace allí… sólo describe el teatro y el desarrollo de la lucha. Pero esas 10 páginas iniciales ya nos esbozan la personalidad de Primo Carnera, la vida que ha llevado hasta allí y nos invita a pensar que quizá su futuro estará siempre hipotecado por su físico y condenado a formar parte del espectáculo. Y como tal lo consideró también el régimen de Mussolini, que lo utilizó como propaganda para la causa fascista y luego lo despreció cuando perdió contra Joe Louis, a decir de muchos, el más grande boxeador de todos los tiempos.
Otro problema que debe tener resuelto el autor antes de afrontar una biografía es el estilo de la obra, que le puede conducir hacia un ensayo más o menos farragoso o hacia una biografía novelada que invite a una ágil lectura. El coloso de barro se encuentra en este segundo grupo, no sólo por su brevedad (167 pág.), sino porque está escrita en un tono ameno, intercalando breves monólogos del protagonista con escenificaciones de algunos momentos de su vida, e incorporando también otros pasajes escritos a modo de ensayo. Esta forma de escribir es arriesgada, pues para colmo adereza este andamiaje con algunos saltos en el tiempo. Pero el resultado final es satisfactorio porque Philippe Fusaro consigue el objetivo de atrapar la atención del lector, ilustrándonos a la vez con datos bastante curiosos.
Es muy extendido en el cine y la literatura el mito del boxeador de origen humilde a quien la vida ha maltratado sin piedad y encuentra en los combates, en la fama, en las grandes bolsas de dinero, una vía para la redención. Pero el mito se completa con la posterior caída del púgil, primero en el cuadrilátero y luego en la vida personal, o viceversa. Todo se derrumba a su alrededor hasta acabar en la ruina y el olvido.
El caso de Primo Carnera se ajusta como un guante a este canon, quizá porque se tomó como molde para construir el mito. De hecho, la famosa película “Más dura será la caída”, con Humphrey Bogart y Rod Steiger en el reparto, está inspirada en la vida de Primo Carnera. Tan reflejado se vio en ella que el boxeador llegó a denunciarlos por intromisión en el honor. La denuncia no prosperó y le cerró definitivamente las puertas de Hollywood, donde había participado en pequeños papeles tras su retirada de los cuadriláteros.
Pese al trágico destino que la vida le tenía reservado a Primo Carnera, Philippe Fusaro termina la novela con un guiño lleno de humanidad: Max Schmeling, púgil alemán con quien había rivalizado en los cuadriláteros y compartido experiencias en la 2ª Guerra Mundial, ensalza la figura del que consideró ante todo un gran amigo.
Al menos alguien se acordó de él a su muerte.
lunes, 16 de julio de 2012
Participantes en el Premio Setenil 2012
El ayuntamiento de Molina de Segura ha dado a conocer la relación de participantes en la 9ª edición del Premio Setenil de libros de cuentos, publicados durante el pasado año. Como lleva ocurriendo en las dos últimas ediciones, la participación sigue bajando. ¿Es preocupante? Quizá, no lo sé.
Este año preside el jurado la escritora Cristina Fernández Cubas, (por cierto, ganadora del premio en la edición de 2006), a quien acompañan el crítico y catedrático Jose María Pozuelo Yvancos, colaborador de ABC; y el escritor y articulista de El Mundo, Antonio Lucas. Evaluar los 58 títulos que concurren este año es tarea difícil, y más teniendo en cuenta los nombres de algunos de los autores que se presentan, como Jose María Merino, Andrés Neuman o Antonio Parra Sanz, que ya formaron parte del jurado en ediciones anteriores. Nombres a los que hay que añadir un ramillete de escritores que ya han sido finalistas del premio otros años, como Fernando Aramburu, Fernando Palazuelos, Clara Obligado, Marino González Montero, Juan Carlos Márquez, Fernando Molero Campos… Y otros más, de indudable calidad: Pilar Galán, Eduardo Halfón (con un libro que ya presentó el año pasado), Marcos Giralt, Pedro Ugarte, Cristina Peri Rossi… En fin, no quisiera estar en la piel del jurado, que no tendrá fácil evitar los comentarios que los más quisquillosos (¡siempre los hay; todos los años, lo mismo!) van a lanzar poniendo en duda la limpieza del certamen. Ya se sabe: amiguismos, rencillas, envidias, favores, ajustes de cuentas con editoriales, menosprecio a un jurado por pura cuestión ideológica (sí, sí, a estas alturas, no se rían)... Desde luego, hace falta ser un ingenuo para pensar que el premio es limpio como una patena. Ninguna actividad humana que implique elección y descarte, lo es. Somos humanos. Pero al mismo tiempo, hay que tener muy mala intención para quejarse sólo de este certamen y no del resto. Quejarse sobre la presencia o no de determinado autor entre los finalistas es un esfuerzo inútil, salvo que seamos amigo o enemigo suyo, queramos sentar cátedra, o nos creamos los inventores del cuento (y de eso, creedme, hay muchos). Produce sonrojo recordar que la elección en última instancia es personal y que ésta corresponde sólo al jurado, que para eso está. ¿O es que también vamos a juzgar sin base alguna las intenciones de las personas? ¿Con qué criterio y por qué? Pero además, el hecho de que cada año el jurado nunca sea el mismo, creo que habla en favor de la limpieza del certamen... En fin, dejémoslo ya.
El ganador de los 10.000 euros del premio se desvelará en noviembre. Pero antes, entre septiembre y octubre, se dará a conocer la relación de los 10 finalistas. Estaremos al tanto. Ahora toca leer y esperar. Suerte a todos.
Esta es la lista de todos los participantes por orden de llegada:
1.- “Sueños, espejismos y otros laberintos”, de Jesús Morata (Círculo rojo); 2.- “Los caníbales”, de Iván Humanes (Libros del innombrable); 3.- “Los meses cuentan”, de Maribel Romero Soler (Visión libros); 4.- “Calle Aristóteles”, de Jesús Ortega (Cuadernos del vigía); 5.- “El monstruo en mí”, de Jose Ignacio Becerril Polo (Saco de Huesos); 6.- “Carne de mi carne”, de Jose María Tamparillas (Saco de Huesos); 7.- “Palabras menores”, de Juan Ramón Santos (De la luna libros); 8.- “Animales y carreteras”, de Arturo Enríquez (De la luna libros); 9.- “Paraíso posible”, de Pilar Galán (De la luna libros); 10.- “Sed”, de Marino González Montero (De la luna libros); 11.- “Lisboa”, de Javier Morales Ortiz (Editora Regional Extremadura); 12.- “La soledad del azar”, de Juan Cobos Wilkins (Almuzara); 13.- “Cuentismos y espejos”, de Jose Miguel Desuárez (e.d.a. Libros); 14.- “Fricciones”, de Pablo Martín Sánchez (e.d.a. Libros); 15.- “Gente que nunca existió”, de Miguel Sanfeliu (e.d.a. Libros); 16.- “Polos opuestos”, de Antonio Parra Sanz (Ediciones Atlantis); 17.- “El viajero inmóvil”, de Ramón Rodríguez Pérez (Paso de Cebra); 18.- “Discordancias”, de Elena Casero (Talentura); 19.- “Lo que tarda un caramelo”, de Clara Redondo (Talentura); 20.- “Los otros mundos”, de Rosana Alonso (Talentura); 21.- “La suave piel de la anaconda”, de Raúl Ariza (Talentura); 22.- “El enmendador de corazones”, de Ricardo Reques (Alhulia); 23.- “Los que miran el frío”, de Francisco Onieva (Espuela de Plata); 24.- “Limones dulces”, de Marian Torrejón (Libros Certeza); 25.- “El susurro de los arbustos”, de César Romero (Paréntesis); 26.- “Los pequeños placeres”, de Miguel Sanfeliu (Paréntesis); 27.- “El vigilante del fiordo”, de Fernando Aramburu (Tusquets); 28.- “Conversación”, de Gonzalo Hidalgo Bayal (Tusquets); 29.- “Hacerse el muerto”, de Andrés Neuman (Páginas de Espuma); 30.- “El final del amor”, de Marcos Giralt Torrente (Páginas de Espuma); 31.- “Los ensimismados”, de Paul Viejo (Páginas de Espuma); 32.- “El mundo de los cabezas vacías”, de Pedro Ugarte (Páginas de Espuma); 33.- “El fin de la raza blanca”, de Eugenia Rico (Páginas de Espuma); 34.- “Casi tan salvaje”, de Isabel González (Páginas de Espuma); 35.- “El libro de los viajes equivocados”, de Clara Obligado (Páginas de Espuma); 36.- “Trastornos literarios”, de Flavia Company (Páginas de Espuma); 37.- “La suma y la resta”, de Irene Jiménez (Páginas de Espuma); 38.- “Segunda residencia”, de Margarita Leoz (Tropo Editores); 39.- “El desierto avanza”, de Ubaldo Rodríguez (Alfar); 40.- “El libro de las horas contadas”, de Jose María Merino (Alfaguara); 41.- “La sombra de las horas”, de Luis Miguel Morales Peinado (Círculo Rojo); 42.- “Vareando nubes”, de Jose Antonio López Rastoll (Atlantis); 43.- “Crónicas de lo imposible”, de Lur Sotuela (La Barraka); 44.- “Geometría del azar”, de Fernando Palazuelos (Baile del sol); 45.- “Cuentos del desamparo”, de Tomás Val (Menoscuarto); 46.- “Esquina inferior del cuadro”, de Miguel A. Zapata (Menoscuarto); 47.- “El reino de la nada”, de Emilio Gavilanes (Menoscuarto); 48.- “Manual para cayotes”, de David Ruiz (Menoscuarto); 49.- “Habitaciones privadas”, de Cristina Peri Rossi (Menoscuarto); 50.- “Pareja de hecho”, de José Carrasco Llácer (La Fábrica de Libros); 51.- “Elocuencia de un tartamudo”, de Eduardo Halfón (Pre-Textos); 52.- “Mañana nunca lo hablamos” de Eduardo Halfón (Pre-Textos); 53.- “Historias de un dios menguante”, de José Mateos (Pre-Textos); 54.- “Viajes”, de Juan Ignacio Ferreras (La Biblioteca del laberinto); 55.- “En el baño”, de Fernando Molero Campos (Alhulia); 56.- “Escritores”, de Salvador Gutiérrez Solís (El Olivo Azul); 57.- “Tangram”, de Juan Carlos Márquez (Salto de Página); 58.- “Ensimismada correspondencia”, de Pablo Gutiérrez (Lengua de Trapo).
Este año preside el jurado la escritora Cristina Fernández Cubas, (por cierto, ganadora del premio en la edición de 2006), a quien acompañan el crítico y catedrático Jose María Pozuelo Yvancos, colaborador de ABC; y el escritor y articulista de El Mundo, Antonio Lucas. Evaluar los 58 títulos que concurren este año es tarea difícil, y más teniendo en cuenta los nombres de algunos de los autores que se presentan, como Jose María Merino, Andrés Neuman o Antonio Parra Sanz, que ya formaron parte del jurado en ediciones anteriores. Nombres a los que hay que añadir un ramillete de escritores que ya han sido finalistas del premio otros años, como Fernando Aramburu, Fernando Palazuelos, Clara Obligado, Marino González Montero, Juan Carlos Márquez, Fernando Molero Campos… Y otros más, de indudable calidad: Pilar Galán, Eduardo Halfón (con un libro que ya presentó el año pasado), Marcos Giralt, Pedro Ugarte, Cristina Peri Rossi… En fin, no quisiera estar en la piel del jurado, que no tendrá fácil evitar los comentarios que los más quisquillosos (¡siempre los hay; todos los años, lo mismo!) van a lanzar poniendo en duda la limpieza del certamen. Ya se sabe: amiguismos, rencillas, envidias, favores, ajustes de cuentas con editoriales, menosprecio a un jurado por pura cuestión ideológica (sí, sí, a estas alturas, no se rían)... Desde luego, hace falta ser un ingenuo para pensar que el premio es limpio como una patena. Ninguna actividad humana que implique elección y descarte, lo es. Somos humanos. Pero al mismo tiempo, hay que tener muy mala intención para quejarse sólo de este certamen y no del resto. Quejarse sobre la presencia o no de determinado autor entre los finalistas es un esfuerzo inútil, salvo que seamos amigo o enemigo suyo, queramos sentar cátedra, o nos creamos los inventores del cuento (y de eso, creedme, hay muchos). Produce sonrojo recordar que la elección en última instancia es personal y que ésta corresponde sólo al jurado, que para eso está. ¿O es que también vamos a juzgar sin base alguna las intenciones de las personas? ¿Con qué criterio y por qué? Pero además, el hecho de que cada año el jurado nunca sea el mismo, creo que habla en favor de la limpieza del certamen... En fin, dejémoslo ya.
El ganador de los 10.000 euros del premio se desvelará en noviembre. Pero antes, entre septiembre y octubre, se dará a conocer la relación de los 10 finalistas. Estaremos al tanto. Ahora toca leer y esperar. Suerte a todos.
Esta es la lista de todos los participantes por orden de llegada:
1.- “Sueños, espejismos y otros laberintos”, de Jesús Morata (Círculo rojo); 2.- “Los caníbales”, de Iván Humanes (Libros del innombrable); 3.- “Los meses cuentan”, de Maribel Romero Soler (Visión libros); 4.- “Calle Aristóteles”, de Jesús Ortega (Cuadernos del vigía); 5.- “El monstruo en mí”, de Jose Ignacio Becerril Polo (Saco de Huesos); 6.- “Carne de mi carne”, de Jose María Tamparillas (Saco de Huesos); 7.- “Palabras menores”, de Juan Ramón Santos (De la luna libros); 8.- “Animales y carreteras”, de Arturo Enríquez (De la luna libros); 9.- “Paraíso posible”, de Pilar Galán (De la luna libros); 10.- “Sed”, de Marino González Montero (De la luna libros); 11.- “Lisboa”, de Javier Morales Ortiz (Editora Regional Extremadura); 12.- “La soledad del azar”, de Juan Cobos Wilkins (Almuzara); 13.- “Cuentismos y espejos”, de Jose Miguel Desuárez (e.d.a. Libros); 14.- “Fricciones”, de Pablo Martín Sánchez (e.d.a. Libros); 15.- “Gente que nunca existió”, de Miguel Sanfeliu (e.d.a. Libros); 16.- “Polos opuestos”, de Antonio Parra Sanz (Ediciones Atlantis); 17.- “El viajero inmóvil”, de Ramón Rodríguez Pérez (Paso de Cebra); 18.- “Discordancias”, de Elena Casero (Talentura); 19.- “Lo que tarda un caramelo”, de Clara Redondo (Talentura); 20.- “Los otros mundos”, de Rosana Alonso (Talentura); 21.- “La suave piel de la anaconda”, de Raúl Ariza (Talentura); 22.- “El enmendador de corazones”, de Ricardo Reques (Alhulia); 23.- “Los que miran el frío”, de Francisco Onieva (Espuela de Plata); 24.- “Limones dulces”, de Marian Torrejón (Libros Certeza); 25.- “El susurro de los arbustos”, de César Romero (Paréntesis); 26.- “Los pequeños placeres”, de Miguel Sanfeliu (Paréntesis); 27.- “El vigilante del fiordo”, de Fernando Aramburu (Tusquets); 28.- “Conversación”, de Gonzalo Hidalgo Bayal (Tusquets); 29.- “Hacerse el muerto”, de Andrés Neuman (Páginas de Espuma); 30.- “El final del amor”, de Marcos Giralt Torrente (Páginas de Espuma); 31.- “Los ensimismados”, de Paul Viejo (Páginas de Espuma); 32.- “El mundo de los cabezas vacías”, de Pedro Ugarte (Páginas de Espuma); 33.- “El fin de la raza blanca”, de Eugenia Rico (Páginas de Espuma); 34.- “Casi tan salvaje”, de Isabel González (Páginas de Espuma); 35.- “El libro de los viajes equivocados”, de Clara Obligado (Páginas de Espuma); 36.- “Trastornos literarios”, de Flavia Company (Páginas de Espuma); 37.- “La suma y la resta”, de Irene Jiménez (Páginas de Espuma); 38.- “Segunda residencia”, de Margarita Leoz (Tropo Editores); 39.- “El desierto avanza”, de Ubaldo Rodríguez (Alfar); 40.- “El libro de las horas contadas”, de Jose María Merino (Alfaguara); 41.- “La sombra de las horas”, de Luis Miguel Morales Peinado (Círculo Rojo); 42.- “Vareando nubes”, de Jose Antonio López Rastoll (Atlantis); 43.- “Crónicas de lo imposible”, de Lur Sotuela (La Barraka); 44.- “Geometría del azar”, de Fernando Palazuelos (Baile del sol); 45.- “Cuentos del desamparo”, de Tomás Val (Menoscuarto); 46.- “Esquina inferior del cuadro”, de Miguel A. Zapata (Menoscuarto); 47.- “El reino de la nada”, de Emilio Gavilanes (Menoscuarto); 48.- “Manual para cayotes”, de David Ruiz (Menoscuarto); 49.- “Habitaciones privadas”, de Cristina Peri Rossi (Menoscuarto); 50.- “Pareja de hecho”, de José Carrasco Llácer (La Fábrica de Libros); 51.- “Elocuencia de un tartamudo”, de Eduardo Halfón (Pre-Textos); 52.- “Mañana nunca lo hablamos” de Eduardo Halfón (Pre-Textos); 53.- “Historias de un dios menguante”, de José Mateos (Pre-Textos); 54.- “Viajes”, de Juan Ignacio Ferreras (La Biblioteca del laberinto); 55.- “En el baño”, de Fernando Molero Campos (Alhulia); 56.- “Escritores”, de Salvador Gutiérrez Solís (El Olivo Azul); 57.- “Tangram”, de Juan Carlos Márquez (Salto de Página); 58.- “Ensimismada correspondencia”, de Pablo Gutiérrez (Lengua de Trapo).
martes, 10 de julio de 2012
Rostro de alquiler
Cuando a las siete de la tarde aparecen las primeras ronchitas alrededor de la boca voy preparando la loción. Con movimientos circulares masajeo con ella la cara, después de que las ronchitas se hayan convertido en pústulas que supuran un humor como de melaza espesa. La mezcla de la leche con mi fluido corporal genera un emplasto que al cabo de las tres horas ha secado la piel y ha resquebrajado en miles de fragmentos el mosaico de mi rostro apergaminado.
Entonces llega el momento de meterme en la cama boca arriba. Esta postura es necesaria para que una nevada de escamas esparza mi cara por las sábanas y los globos oculares no se salgan de sus órbitas, calavera abajo, al no encontrar en las persianas de mis párpados la barrera natural de sujeción.
Cuando seis horas después de dormir en forzada vigilia suena el despertador, me levanto de la cama y me dirijo al baño con la torpeza de quien se la liga en la gallinita ciega. Y allí, frente al espejo, moldeo mi nueva identidad con un mejunje de agua, látex y colágeno, que dos días antes he amasado y dejado macerar.
Después de siete años haciendo lo mismo cada día, uno empieza a cansarse y se pregunta si tanto sacrificio compensa el par de horas de focos, piropos y sesiones fotográficas, con que me premian por mi trabajo de rostro de alquiler.
martes, 12 de junio de 2012
El retrato
Iain Pears es un escritor inglés, autor entre otras obras de siete novelas policíacas. Su formación como Doctor en Filosofía e Historia del Arte le ha facilitado además dar a esta novela, “El retrato”, una dimensión intelectual que eleva el nivel medio que suelen ofrecer las novelas de género negro. Suspense y cultura van de la mano en esta novela escrita en forma de monólogo.
La acción transcurre en los años 30 del siglo XX en una pequeña isla del norte de Francia. El protagonista es Henry, un pintor escocés en el ocaso de su carrera, que lleva viviendo autoexiliado en esa isla muchos años. Un día recibe la visita de un famoso y respetado crítico de arte para que le haga un retrato. Ambos habían formado parte de la misma generación artística de jóvenes pintores, asentada en el Londres de finales del siglo XIX. Habían compartido gustos, amigos e inquietudes artísticas e intelectuales, pero el paso de la juventud a la madurez fue poniendo a cada uno en su lugar. Siguiendo la estela de los grandes maestros de la pintura, como Velázquez, Henry aprovecha la oportunidad de plasmar en el retrato no sólo la imagen sino también la personalidad del crítico, plagada de matices, de aristas y de sombras que sólo quienes le han conocido en la intimidad pueden sacar a la luz.
La novela comienza con el retratado sentado frente al pintor, que aún tiene el lienzo en blanco. En una larguísima interpelación sin respuesta, que se extiende a lo largo de más de 200 páginas, el protagonista nos va desvelando la historia de ese grupo artístico, las relaciones que se establecen entre los pintores, las modelos, los galeristas y la crítica especializada. Esa lucha por hacerse un hueco en el mundo artístico dejará un rastro doloroso en el grupo, que acaba disolviéndose por pequeñas rencillas que van enquistándose y algún episodio traumático que marcará el futuro de los protagonistas, no sólo en el plano artístico sino también en el personal.
El tono empleado por Iain Pears se ajusta como un guante a su propósito de reflejar la pérdida de la inocencia artística. La pureza de esa mirada primigenia del pintor en su juventud debe enfrentarse a un mundo cuyas reglas están marcadas de antemano. La búsqueda del éxito y la aceptación de cánones establecidos suponen en ocasiones la renuncia a los principios. Como consecuencia, la honestidad del artista, el compromiso con su propia escala de valores condenan al pintor, la mayoría de las veces, a los anaqueles del olvido. Ese reto del artista por buscar el equilibrio perfecto, una lucha que nunca deja de ser angustiosa, lo ha sabido transmitir muy bien el autor.
Su formación en Historia del Arte le ha permitido a Iain Pears hacer exhibición de sus conocimientos en el mundo de la pintura de principios del siglo XX. Y lo hace en pequeñas dosis, de forma justificada y sin apabullar, lo que es de agradecer. Sin interrumpir la trama principal, nos conduce por las distintas corrientes pictóricas. Nos habla de Gauguin, Monet, Picasso, de la evolución desde el movimiento prerrafaelista, pasando por el impresionismo hasta llegar a los postulados más conceptuales de los movimientos de vanguardia. Todo ello lo pone al servicio de la historia que nos propone, la del enfrentamiento del pintor y el crítico durante años, un ajuste de cuentas que al modo de “Cinco horas con Mario” va sacando a la luz página a página. Pero a diferencia de la novela de Delibes, en “El retrato” hay una última oportunidad de corregir en vida los errores o, al menos, de compensar los agravios sufridos.
Y como autor de novela negra que es, Iain Pears va acumulando la tensión hasta llegar a un final que, aunque puede resultar previsible, no desmerece en absoluto del buen nivel que alcanza esta novela.
viernes, 1 de junio de 2012
Debates de altura
Atención, acabamos de recibir en nuestra redacción esta "blog-pifia" de última hora:
Sergio Ramos ha hecho un hueco en la concentración de la selección española y ha presentado su quinto libro de ensayos. El libro, que lleva por título, “Cosmogonía, análisis y contradicciones en la teoría de la evolución de las especies”, ha suscitado un vivo interés entre los miembros de la comunidad científica, pues como ha declarado Leo Messi: “este estudio va mucho más allá de un simple tratado y abre un nuevo capítulo en la historia de la filosofía.” Estas declaraciones, realizadas en el marco de las conferencias de verano que organiza la universidad de UCLA, han enconado los debates en el mundo intelectual. A este respecto, Belén Esteban se ha mostrado vehemente al afirmar que ni Jung, ni Glucksmann, ni Heidegger han sido capaces de llegar tan lejos.
También en su cuenta de Twitter, Justin Bieber ha abogado por cuestionar el principio de incertidumbre de Heisenberg: “Si yo ya lo vengo barruntando desde hace tiempo. La sociedad del siglo XXI está asentada sobre pilares de barro. Ramos ha puesto el dedo en…”, le dio tiempo a escribir antes de consumir sus 140 caracteres.
Ya en un tono más informal y con la frivolidad que le caracteriza, el humorista Stephen Hawking ha comentado tras repasar el libro: “Ozú, qué letra tan menúa”, dijo con voz metálica.
Si es que… se veía venir.
Sergio Ramos ha hecho un hueco en la concentración de la selección española y ha presentado su quinto libro de ensayos. El libro, que lleva por título, “Cosmogonía, análisis y contradicciones en la teoría de la evolución de las especies”, ha suscitado un vivo interés entre los miembros de la comunidad científica, pues como ha declarado Leo Messi: “este estudio va mucho más allá de un simple tratado y abre un nuevo capítulo en la historia de la filosofía.” Estas declaraciones, realizadas en el marco de las conferencias de verano que organiza la universidad de UCLA, han enconado los debates en el mundo intelectual. A este respecto, Belén Esteban se ha mostrado vehemente al afirmar que ni Jung, ni Glucksmann, ni Heidegger han sido capaces de llegar tan lejos.
También en su cuenta de Twitter, Justin Bieber ha abogado por cuestionar el principio de incertidumbre de Heisenberg: “Si yo ya lo vengo barruntando desde hace tiempo. La sociedad del siglo XXI está asentada sobre pilares de barro. Ramos ha puesto el dedo en…”, le dio tiempo a escribir antes de consumir sus 140 caracteres.
Ya en un tono más informal y con la frivolidad que le caracteriza, el humorista Stephen Hawking ha comentado tras repasar el libro: “Ozú, qué letra tan menúa”, dijo con voz metálica.
Si es que… se veía venir.
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