jueves, 22 de marzo de 2012
Los otros españoles
Manuel Pimentel nos acerca en esta obra a un capítulo olvidado en la historia de España, el de los musulmanes desterrados que tomaron el camino del exilio una vez que los Reyes Católicos culminaron la reconquista con la toma de Granada. El pretexto que ha servido para este trabajo es la recopilación de una espectacular biblioteca con más de 3.000 manuscritos antiguos de procedencia andalusí, que estaban dispersos por distintas ciudades del Níger y el Sáhara. Esta reunificación de la biblioteca la ha llevado a cabo Ismael Diadié, poeta, filósofo e historiador de Tombuctú, que pertenece a la familia Kati, descendiente de un toledano exiliado en 1468.
Ali Ben Ziyad (que es este antepasado de Ismael Diadié) salió al exilio desde Toledo. Su tumba está en Gumbú (Mali), junto a la mezquita. Se trata de una fascinante historia del que se dice es uno de los últimos visigodos, cuya memoria guardaron sus descendientes africanos durante siglos. El núcleo inicial de la biblioteca Kati estuvo formado por los manuscritos, libros y legajos que Ali Ben Ziyad se llevó consigo en su exilio. Son textos escritos en árabe, castellano aljamiado y hebreo, de un valor extraordinario, pues en general se conservan muy pocos de esa época. Ali Ben Ziyad fue enriqueciendo la biblioteca con libros que adquirió durante su viaje por el norte de África hasta llegar al fin a Tombuctú, en pleno corazón del Sahara, después de varios años de peregrinaje. Pero el paso del tiempo y las continuas guerras locales fueron dispersando el legado entre las distintas ramas de los descendientes. El padre de Ismael Diadié se empeñó en reunirla de nuevo, hecho que logró al fin su hijo en 1.999, haciendo construir un edificio específico para custodiarla. Se trató de una tarea titánica si tenemos en cuenta que Tombuctú fue una ciudad de paso en las grandes caravanas comerciales de oro y esclavos durante siglos, y que los manuscritos siempre se consideraron un material muy valorado y, por tanto, sujetos a trueques en los vaivenes de guerras y cambios políticos.
No nos habla, en cambio, en este libro (y eso lo he echado de menos) sobre los documentos, las obras concretas y los autores que alberga la biblioteca. El objetivo de Manuel Pimentel es otro: abrirnos la ventana a una parte de nuestro pasado que merece la pena recuperar y tener presente. Para ello, nos introduce en una primera parte la obsesión del hombre occidental por encontrar esa valiosa biblioteca de la que siempre se han tenido referencias sobre su existencia. Las expediciones de exploradores y viajeros románticos europeos en los siglos XVIII y XIX (principalmente ingleses y franceses), ayudaron a engordar la leyenda. Es curioso y triste a la vez que España no jugara un papel relevante en la recuperación de esa memoria, lo que según Manuel Pimentel nos debería llevar a una profunda reflexión.
Y para hacer más evidente el vínculo que nos une a ese legado de Tombuctú, el autor hace un repaso de personajes destacados, que tuvieron una gran relevancia en la historia de los pueblos asentados a lo largo del Níger, personajes que tuvieron un origen español y de los que apenas hay constancia en nuestra propia historia. Así, nos habla de Es-Saheli, granadino, conocido poeta y arquitecto. Levantaba edificaciones con torres puntiagudas, que posiblemente inspiraron a Gaudí y Barceló. Nos habla de Yuder Pachá, nacido en Cuevas de Almanzora de familia cristiana, pero convertido al Islam tras ser capturado como esclavo por los piratas berberiscos. Tras años de cautiverio en tierras africanas consiguió después de increíbles avatares conquistar todo el Songhay al servicio del sultán de Marruecos. Nos habla también de Mansor el cordobés, de Abderahman Ben Said Al-Andalusí, de Mahmud Ben Zarqun, de Guadix, de León el Africano y de Al Fazzazi, nacido en Córdoba en 1229, y que es el poeta más recitado y conocido en todo el occidente y sur del Sahara. En definitiva, nos descubre a importantes personajes españoles y andalusíes relacionados con la historia de Tombuctú, pero a quienes la historia española ha condenado prácticamente al olvido.
Exceptuando algunas interpretaciones “peculiares” sobre la invasión árabe de la península, (como que el Islam se impuso de forma natural y pacífica a través de santones (¿?), algo que ni Amín Maalouf se atrevería a sostener), este libro de Manuel Pimentel, “Los otros españoles”, es una lectura recomendable si queremos añadir luz al conocimiento de personajes que formaron parte de nuestra historia. Saber que hay pueblos asentados en el Sahara que cientos de años después se sienten orgullosos de su pasado andalusí (como añoranza siente también el pueblo judío por Sefarad, los otros grandes olvidados de nuestra historia) debería conducirnos a valorar lo que tenemos y lo que somos, teniendo siempre presente lo que hemos dejado atrás.
domingo, 26 de febrero de 2012
Colmenar, Tierra de toros
El sábado 25 se celebró en Colmenar Viejo la XXVI entrega de premios de la Asociación Taurina Cultural “Tierra de Toros” 2011. Don Pedro de la Morena ejerció de perfecto anfitrión y nos hizo sentir como en casa. Pasé una tarde muy agradable, rodeado de excelentes viandas (el lechal estaba de muerte) y mejor compañía. Desde este humilde rincón de la casa Usher quisiera dar las gracias también al resto de la junta directiva de la asociación (Gregorio Aragón, Manuel Ortiz, Javier Bermejo, Pablo Gómez…), al alcalde de Colmenar, D. Miguel Ángel Santamaría, y al magistrado D. Álvaro Rueda, persona inteligente y abierta (desde aquí te animo a que desarrolles la historia de ese torero trasgresor: te aseguro que a nadie dejará indiferente).
Como Dios no me llamó por el camino de la oratoria (qué le voy a hacer, es mi gran cruz) dejé en el tintero algunas ideas que quisiera apuntalar ahora, a toro pasado. Al hacerme entrega del premio, me preguntaron mi valoración sobre la propuesta de declarar la tauromaquia como bien de interés cultural. Contesté algo aturullado una serie de vaguedades, sin incidir en lo realmente importante: esto es, que hablar de toros es hablar de una forma de vida, también de cultura, de arte, de historia, de tradición… Produce sonrojo tener que recordar a estas alturas que la tauromaquia ancla sus orígenes en la cultura mediterránea desde las primeras civilizaciones (ahí están los toros de Creta para demostrarlo). Que prescindir del arte de los toreros en el ruedo, de la literatura, de la música, de la pintura e ilustración, de la fotografía, incluso de la historia que han acompañado desde siempre al hecho taurino es cercenar una parte importante de nuestra cultura. Tanto es así que influye en la forma de expresarnos. Si lo analizamos, nuestro lenguaje coloquial está impregnado de léxico taurino: “coger el toro por los cuernos”, “hacer el quite”, “entrar al trapo”, “tentar la suerte”, “caerse del cartel”, “la hora de la verdad”, “dar la puntilla”, “tratar con mano izquierda”, “a toro pasado”, “salir a hombros”… Por tanto, no podemos más que felicitarnos por que se haya declarado la tauromaquia como bien de interés cultural, es decir, que se le haya dado el lugar que le corresponde, o lo que es lo mismo, que se haya aplicado el sentido común.
Debo confesar que yo no soy especialmente taurino. Ni en mi familia, ni en mi entorno hay aficionados a los toros. Pero sí tengo sensibilidad por la cultura y el arte, y una gran curiosidad por descubrir y conocer territorios que en principio son ajenos a mí. Por eso me lancé a leer sobre toros (es decir, aprender sobre historia y arte) y escribir este relato que la asociación “Tierra de Toros” de Colmenar Viejo me acaba de premiar. Vaya desde aquí mi agradecimiento más sincero. Va por ustedes.
Palmarés de la edición de 2011:
Trofeo al triunfador de la Feria: Miguel Ángel Perera
Trofeo a la mejor estocada: Desierto
Trofeo al toro más bravo: “Pensamiento”, de la ganadería Ángel Luís Peña
Premio a la dedicación taurina: Mariano Casado Abad
Premio Literario: Un servidor.
Placa por la toma de alternativa: Juan Carlos Rey
Aquí aparezco junto al triunfador de la pasada feria, el maestro Miguel Ángel Perera
martes, 21 de febrero de 2012
Linda Scott
Nacida en el barrio de Queens, en Nueva York, Linda Scott se dio a conocer con su primer gran éxito, “I’ve told every little star”, en 1961, canción que David Lynch supo recuperar del olvido para su película “Mulholand drive”. Fue disco de oro al vender más de un millón de copias. Desde luego tenía una carrera prometedora. Sin embargo su éxito fue apagándose en pocos años y apenas resistió hasta la segunda mitad de la década. Centrada en otros proyectos vitales, (de hecho se graduó en teología), abandonó la música comercial a principios de los 70.
Aquí la vemos en 1963 cantando “Yessiree”, en inconfundible estilo rockabilly, una canción que bien podría haber firmado Chuck Berry o hasta el mismísimo Buddy Holly. Que la disfruten.
martes, 7 de febrero de 2012
La papiroflexia como tratado de pliegues
Trabajé en una multinacional recién acabada la carrera. Me avalaba un currículum inmaculado, una beca Erasmus en Noruega, un excelente nivel de inglés y francés, un Máster en Marketing y Relaciones Internacionales, y hasta un subcampeonato del mundo en Papiroflexia Rápida que obtuve durante mis vacaciones en Hong Kong. Era una consecuencia natural que tuviera seis ofertas de empleo sobre la mesa para elegir la que quisiera. No es por darme el pisto, pero con 23 años no sólo tenía el mundo a mis pies, sino que podía emular al mismísimo Atlante y cargarlo sobre mis hombros.
Me pusieron en un despacho pequeño, sin luz natural, entre la fotocopiadora y los servicios. No era lo que creía merecer pero deduje que un contrato en prácticas debía esconder otros tributos tan poco visibles como mi sueldo. Así que sin solución de continuidad ejercí de Amelie Nothomb (perdida en aquella empresa de Tokio): básicamente servir cafés, distribuir las órdenes de trabajo, encargarme de las fotocopias y hacer inventario del material de oficina. Ante tan poco estimulante panorama me dejé llevar por la desidia y acabé engordando y adicto al café, mientras mataba el tiempo dando vida a multitud de animales con los papeles que se atascaban en la fotocopiadora.
- No creas que con la papiroflexia vas a ascender en la empresa. Vas por mal camino. Yo empecé como tú pero me puse las pilas y en quince años ya soy jefa del departamento… Te recuerdo que aún está pendiente el recuento de grapas y clips. ¡A trabajar!
Mi jefa no me quitaba ojo de encima: era muy exigente y perfeccionista hasta la náusea. Hablaba cinco idiomas, era madre soltera, cinturón negro de kárate de 2º Dan y tenía un coeficiente de 155. A su edad (tenía menos de 40) estaba más que preparada para dirigir la sección internacional. Pero parecía tener asumido que los peldaños deben subirse de uno en uno y ella aún se encontraba en mitad del descansillo.
Me despidieron a los 6 meses por negligente (no recordé, para regocijo de mi jefa, que al señor director le gustaba el café con un solo terrón de azúcar). Para entonces mi nivel de autoestima había bajado a cotas de alcantarillado, justo en proporción inversa al virtuosismo que alcanzaron mis creaciones en papel. Recuerdo haber empezado con un renacuajo de tamaño cuartilla para celebrar mi contrato y terminar con un Tiranosaurus Rex, con sus 387 pliegues y en formato DIN A2, el día que firmé el finiquito.
Ahora que han pasado 10 años desde entonces, curiosamente recuerdo aquellos meses sin rencor, si acaso con una cierta nostalgia por esa bisoñez perdida que me hacía ver la vida a través de un prisma desenfocado. No sé si ha tenido algo que ver el encuentro casual que tuve con mi jefa de entonces, este último verano, en una playa nudista durante mis vacaciones en Grecia. Los dos nos alegramos de vernos. Me contó que a ella también la despidieron y que ahora dirigía su propia empresa.
- Cuando te fuiste me quedé con uno de tus dragones de papel que dejaste olvidado encima de tu mesa… Y examinarlo detenidamente me hizo pensar.- Dijo sin mostrar el mínimo rubor por su pecho caído y un pubis salvaje, enmarañado y negrísimo. Yo, por mi parte, había renunciado a disimular una incipiente erección. Y tampoco me ruboricé.
Es curioso que un pedazo de papel le haya llevado a la misma conclusión a la que llegó uno de los maestros de Pitágoras en su tratado sobre las relaciones humanas. Despojados de los pliegues con que ocultamos nuestros complejos para vestirnos de falsedades y convencionalismos estúpidos las más de las veces; desnudos como Adán y Eva en su vida primigenia, nos encontrábamos en aquella Arcadia lejana recordando las dobleces con que dimos forma a nuestras vidas hace 10 años.
Mi antigua jefa sólo tuvo que extender el dragón para ver todas sus caras ocultas (y de paso las nuestras) y tomar conciencia de lo que realmente importa en la vida. Un café más o menos dulce, jerarquías alambicadas que nos conducen por derroteros inútiles, órdenes humillantes, servidumbres obscenas... Y todo, en pos de una promesa de poder. En los 6 meses que trabajé en la multinacional jamás me pregunté si todos estos sacrificios me encaminaban a ser una mejor persona. Mi jefa tampoco se lo había cuestionado hasta que vio mi dragón.
En la duermevela de mis noches de insomnio sonrío al pensar que de algo me ha servido el subcampeonato del mundo en Papiroflexia Rápida.
martes, 24 de enero de 2012
Operación Poltrona
Atención, acabamos de recibir en la redacción del desván esta "Blog-Pifia" de última hora:
El presidente de Francia, D. Nicolás Sarkozy, fue detenido ayer en el aeropuerto Charles de Gaulle de París, acusado de tráfico de sustancias peligrosas y de conspiración para atentar. En el registro de sus pertenencias se encontró una bolsa de un polvillo que la Unidad de Estupefacientes está analizando, así como una AK-47 camuflada en el tacón de su zapato. Esta detención, llevada a cabo en el marco de la Operación Poltrona, está desconcertando a los líderes mundiales. Recordemos que ya son siete los presidentes detenidos, entre los que se encuentra el señor Obama. (Impactantes fueron las fotos publicadas por Interviú en las que aparece conversando con el señor Ratzinger en el patio de la prisión de Guantánamo, los dos vestidos de naranja y con barba de cinco meses, mientras contemplan el esqueleto esposado del general Franco, también detenido pero sin barba). La operación sigue abierta y según palabras del juez del Altísimo Tribunal que la dirige, D. Baltasar Garzón: ”… habrá más detenciones, qué se han creído estos.”
En declaraciones a este medio, otro de los sospechosos, que no ha querido desvelar su paradero, (aún sigue en busca y captura), nos ha confesado su contrariedad: “…Y eso que mi suegro ciñe corona.”
Si es que... ¡Ya me lo olía yo!
El presidente de Francia, D. Nicolás Sarkozy, fue detenido ayer en el aeropuerto Charles de Gaulle de París, acusado de tráfico de sustancias peligrosas y de conspiración para atentar. En el registro de sus pertenencias se encontró una bolsa de un polvillo que la Unidad de Estupefacientes está analizando, así como una AK-47 camuflada en el tacón de su zapato. Esta detención, llevada a cabo en el marco de la Operación Poltrona, está desconcertando a los líderes mundiales. Recordemos que ya son siete los presidentes detenidos, entre los que se encuentra el señor Obama. (Impactantes fueron las fotos publicadas por Interviú en las que aparece conversando con el señor Ratzinger en el patio de la prisión de Guantánamo, los dos vestidos de naranja y con barba de cinco meses, mientras contemplan el esqueleto esposado del general Franco, también detenido pero sin barba). La operación sigue abierta y según palabras del juez del Altísimo Tribunal que la dirige, D. Baltasar Garzón: ”… habrá más detenciones, qué se han creído estos.”
En declaraciones a este medio, otro de los sospechosos, que no ha querido desvelar su paradero, (aún sigue en busca y captura), nos ha confesado su contrariedad: “…Y eso que mi suegro ciñe corona.”
Si es que... ¡Ya me lo olía yo!
martes, 10 de enero de 2012
La puerta de los infiernos
La historia que nos propone Laurent Gaudé con esta novela es conmovedora y de mucha intensidad. El dolor por la pérdida de un ser querido, el sentimiento de culpa y la necesidad de redención, el deseo legítimo de reparación por una injusticia, fluyen por estas páginas, retratando un mundo que podemos reconocer como real. Pero es un mundo que al mismo tiempo está regido por un extraño equilibrio, donde los vivos conviven e interactúan con los muertos de manera natural.
En la ciudad de Nápoles, Matteo es un humilde taxista que pasea de la mano con su hijo de 6 años, Pippo. En medio de las calles, sin nada que advierta del peligro que corren, se ven inmersos de pronto en un tiroteo del que son ajenos. Una bala perdida acaba con la vida del pequeño, una muerte absurda, inexplicable, que llena de dolor a la familia de Matteo. A partir de aquel instante la relación en el matrimonio del protagonista se resiente. Su día a día sólo encuentra un único sentido: mitigar el sufrimiento. Para ello, deben traer de vuelta al pequeño Pippo y hacer justicia al causante del daño. Matteo comenzará entonces a recorrer la ciudad en busca de una respuesta a la demanda de su mujer. No sabe qué es ni a qué caminos le conducirá pero intuye que es posible ofrecerle consuelo, pese a que el dolor y la distancia entre ellos que este hecho traumático ha provocado, parezcan ya irreversibles.
Durante su deambular Matteo se encontrará con unos personajes peculiares (un travestido, un profesor, un cura decrépito y el dueño de un bar) que le ayudarán en la búsqueda de esa puerta que comunica los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos.
En esta novela, Laurent Gaudé no desarrolla la trama criminal que da lugar a la muerte de Pippo. No le interesa, aunque esa trama sí podría estar justificada, pues casi un tercio de la novela basa en la búsqueda de la justicia una buena parte de su desarrollo. En cambio, el autor prefiere centrar la historia en la familia de Matteo. Primero nos muestra su dolor y su sufrimiento de una manera descarnada. Y luego, el sacrificio que el protagonista está dispuesto a ofrecer para rescatar a su hijo del mundo de los muertos, haciendo patente la fuerza del amor paterno-filial y de los lazos familiares. En este punto el autor no ahorra detalles a la hora de describir ese territorio subterráneo, en una clara alegoría de los mundos que Dante compuso para “La Divina Comedia”. Y como en una novela de Juan Rulfo, todos los personajes, sean vivos o muertos, acaban conviviendo y formando parte de un mismo espacio y tiempo. En este caso, sin embargo, se intuye (al menos yo lo he percibido así, aunque el final es abierto y admitiría cualquier otra interpretación), que el daño también influye en las vidas de todos y deja una mácula, un coste muy alto, quizá irreversible.
Como último detalle, el título de la novela, “La puerta de los infiernos”, es más literal que metafórica, lo que podría descolocar en un principio, dada la trayectoria del autor. Alguien que sólo se guiara por ese título y que desconociera su forma de escribir, podría pensar que se trata de una novela de terror o de género fantástico. No se equivoquen: con esta obra, Laurent Gaudé vuelve a trasladarnos al sur de Italia como ya hizo en “El sol de los Scorta”, novela con la que ganó el premio Goncourt en 2004. En esta ocasión, el autor nos ofrece una historia con una gran fuerza lírica, con una intensidad y un ritmo muy elevados, sirviéndose de recursos de literatura fantástica únicamente para ponerlos al servicio de una historia con sabor a tragedia clásica. Y la sitúa en un marco tan sugerente como Nápoles, una ciudad milenaria y violenta, que muy bien podría esconder todo un infierno bajo sus pies.
Sólo hay que encontrar la puerta que nos lleve a él y manejarse por esos territorios como hace Matteo. Pero no sé por qué, intuyo que eso no debe ser fácil.
jueves, 5 de enero de 2012
La búsqueda
Por extraño que pareciera, la sombra de la veleta señalaba hacia el norte. ¿Por qué al sol le dio por salir ese día desde el sur?, se preguntó el gallo de hierro. Tampoco entendía la procedencia del viento desde el oeste, cuando siempre había soplado del revés.
Aquél era un día diferente, necesitaba respuestas. Así que abrió las alas, se desprendió del óxido, tantos años encallado entre sus plumas de metal, y echó a volar hacia el este.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)