miércoles, 2 de enero de 2013

A orillas de un mar callado



“A orillas de un mar callado” es un libro de relatos escrito por Thomas Steinbeck, hijo del premio Nobel de 1962, John Steinbeck. Tienen como marco común la costa suroeste de los Estados Unidos, en el límite con Méjico. Son historias sencillas que remiten a esos grandes relatos de aventuras, anclados en la tradición oral, que supieron llevar al papel tantos escritores en lengua inglesa entre los siglos XIX y XX como Jack London, James Fenimor Cooper, Stevenson o Nathaniel Hawthorne. Narraciones de iniciación, que de alguna manera involucran al lector y le animan a seguir leyendo, como si estuviésemos sentados alrededor de un fuego. Historias a las que se les añade un punto de misterio por lo incontrolable de los elementos a los que se enfrenta el hombre de la región.
El suroeste de los Estados Unidos es una zona expuesta a la dureza del clima, unas veces seco e inclemente y otras azotado por tempestades catastróficas. Y es sacudida de vez en cuando por terremotos. Es además una tierra poblada por indígenas que comparten los días con los colonos americanos, buscadores de oro, granjeros, médicos ambulantes… En definitiva, una tierra que se ofrece abierta al mestizaje y donde los animales adquieren, casi en el mismo nivel que los hombres, el mar, la tierra y el clima, un protagonismo importante.
Los siete cuentos que forman “A orillas de un mar callado” transcurren entre finales del siglo XIX y primeros años del XX.
El libro arranca con dos relatos de corte muy parecido:“Un guía en la noche” y “El joven que vivía en las nubes”, dos historias de aprendizaje, que conllevan la pérdida de la inocencia del joven protagonista. El contrapunto lo pone un personaje legendario, Anselma Onésimo, perteneciente a una tribu local y que el protagonista verá como un compendio de sabiduría tradicional, que vive y actúa en perfecta comunión con la naturaleza.
Con “Mal fario” recuperamos el sabor de las grandes aventuras marineras y ese extraño magnetismo que ejerce el mar y sus secretos sobre los marineros y las gentes del lugar, pese a los disgustos que les reportan a menudo en forma de grandes catástrofes y naufragios. Pero es al mismo tiempo, y tal vez precisamente por eso, escenario para las epopeyas, que habrán de ser transmitidas de generación en generación.
Con “Un favor deshonroso” acompañamos a un doctor que va recorriendo la región, ofreciendo remedio a las enfermedades en una tierra dura poblada por gentes de caracteres muy variopintos y que aplican un sentido de la justicia algo peculiar. Un sistema de valores que se impone por la vía de los hechos consumados. De nuevo, en “Los vigías oscuros” volvemos a una historia iniciática, esta vez en la piel de un profesor universitario que se aventura durante unas vacaciones a labores arqueológicas para rescatar la memoria de los pueblos asentados allí desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, el profesor acaba abandonando esta búsqueda porque no termina de admitir que vive en un mundo abocado a un enfrentamiento constante entre la tradición y la modernidad. En este relato, Thomas Steinbeck desliza una fina ironía, al exponer los prejuicios del protagonista, muy propios del hombre moderno. Unos prejuicios que le harán muy difícil asumir el cambio que el estado natural de las cosas acaba imponiendo.
Los dos últimos relatos, “Mercancía malograda” y “Sing Fat y la Duquesa Imperial de Woo”, hacen referencia a la inmigración de los chinos y el negocio de la esclavitud que lleva aparejado. Una contribución, la de la comunidad china, de vital importancia en el desarrollo de esas regiones americanas bañadas por el pacífico, y que no ha sido literariamente tan explotada como esos otros episodios que comúnmente se reconocen como esenciales en la construcción de la sociedad norteamericana: la conquista del oeste, la fiebre del oro, la construcción del ferrocarril, el nacimiento del cine…
En el aspecto formal, llevar al papel historias con sabor a tradición oral, tiene el riesgo de cansar al lector. Me explico: este tipo de narraciones se sirve del estilo indirecto cuando tiene que abordar un diálogo. De esa manera, la historia se viste de un tono de leyenda que funciona muy bien si hay pocos diálogos en el camino o si el relato es relativamente corto. Pero cuando las narraciones llegan a las 100 páginas y están plagadas de diálogos en estilo indirecto, como es el caso de “Sing Fat y la Duquesa Imperial de Woo”, tanto la lectura como el avance la acción, se hacen un poco tediosos.
Obviando este último apunte (puramente subjetivo), “A orillas de un mar callado” es una lectura muy recomendable, poblada de personajes de todo tipo, que se enfrentan a la naturaleza y a los hombres para hacer camino. Una lectura en la que a modo de guiño he creído ver un pequeño homenaje de Thomas Steinbeck a su padre John, que en 1948 se embarcó junto al científico y amigo Ed Ricketts a explorar las costas de la bahía de Monterrey. A bordo de un pequeño barco sardinero, recorrieron más de 4.000 millas, bordeando la península de la Baja California. La aventura, a medio camino entre la crónica de viajes, la revelación científica y un conjunto de reflexiones sobre el hombre y el lugar que ocupa en la naturaleza, quedó plasmada en un libro titulado “Por el mar de Cortés”.
¿Cómo iba a saber John Steinbeck, que su propio hijo escribiría 60 años después un libro de relatos que hablaría del origen, los usos y costumbres de los pobladores de aquellas tierras?

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