viernes, 25 de noviembre de 2011
El himno de Riego
La editorial “Rey Lear” ha recuperado de los anaqueles del olvido esta novela de José Esteban, que ya había sido publicada en 1985 por “Argos Vergara”. Celebramos el acierto de rescatar este título que nos acerca a uno de los episodios capitales en la convulsa historia de España en el siglo XIX. “El himno de Riego” narra los últimos momentos del teniente Rafael del Riego en prisión, poco antes de ser llevado al cadalso. En esos días de reclusión el militar español escribe unas memorias en las que repasa sus vivencias al frente del ejército que se sublevó en Cabezas de San Juan en 1820 para dar lugar a los 3 años de régimen liberal. No sólo cuenta sus impresiones y recuerdos sino también la tensa relación que estableció en la corte con Fernando VII tras la restitución del régimen constitucional.
Es indudable el conocimiento de la historia de que hace gala José Esteban y el manejo de la ingente información de las fuentes consultadas, como él mismo apunta en el prólogo. Por eso debo advertir para aquellos que esperan una historia asequible que la novela se ve encorsetada por el carácter de testimonio político-histórico que le da José Esteban. En “El himno de Riego”, el protagonista es más un personaje histórico que un personaje de novela. Sin embargo este detalle acrecienta el interés de quienes queremos conocer la historia.
Nacido en Asturias en 1775, Rafael del Riego ya se había significado en la guerra de la Independencia contra el invasor francés. Fue hecho prisionero y llevado a Francia donde cumpliría varios años de condena. Se especula que allí entró en contacto con la masonería pues a su regreso a España lo señalaban como masón, una acusación especialmente grave en la España absolutista de Fernando VII. Por tanto él debía cuidarse de ocultarlo si quería seguir en el ejército. José Esteban nos muestra a un Rafael del Riego idealista y muy comprometido con la defensa de la libertad y la nación española, dos conceptos que desde la Constitución de Cádiz de 1812 van a ir inseparablemente unidos. Pero la llegada al trono de Fernando VII supuso un regreso al absolutismo más exacerbado, la Constitución de Cádiz quedó abolida y los defensores de las ideas liberales que la inspiraron sufrieron una de las persecuciones más atroces que se han producido en la reciente historia de España. Pese a tanta adversidad, hubo varios levantamientos militares para restituir el orden constitucional. Y precisamente gran parte de “El himno de Riego” trata sobre los recuerdos de Rafael del Riego en los momentos previos y posteriores al pronunciamiento que triunfó en Cabezas de San Juan, en enero de 1820.
José Esteban pone en boca del militar las inseguridades que vivió durante esos meses, en un viaje que lo llevó por Ronda, Antequera, Grazalema, Utrera, Málaga, Algeciras… con la idea de entrar victorioso en Cádiz, símbolo de la Constitución. Pero para ello debía hacer frente al ejército realista, a algunas deserciones en sus propias filas, a la falta de carreteras que pudieran transmitir las noticias de la sublevación al resto de España, a sus dudas y al desánimo, etc.
Pese a todo, el levantamiento triunfó al fin. Pero luego, una vez que el rey aceptó jurar la Constitución, (con esa famosa frase llena de cinismo salida de su real boca: “…Marchemos, francamente, y yo el primero, por la senda constitucional…”), la tarea que se presentaba por delante no era fácil porque los mismos que habían gobernado debían ahora respetar la Carta Constitucional. Y los vicios despóticos y las malas costumbres después de tantos años de gobierno absolutista eran difíciles de salvar. Estaban en juego muchos privilegios antiguos y en general había poco interés entre la clase dirigente por los cambios. Rafael del Riego se enfrentaba por tanto a unos manejos de la política a los que no estaba acostumbrado. Y lo pagó.
En un momento de su confesión, el militar admite que él siempre creyó en la monarquía constitucional y que nunca tuvo aspiraciones republicanas. En “El himno de Riego”, José Esteban nos habla también de Antonio Alcalá Galiano y Juan Álvarez Mendizábal, personajes a los que del Riego conocía y a los que consideraba verdaderos conspiradores, pues se movían por esos terrenos como pez en el agua. Ellos sí buscaban gloria y popularidad, e incluso el derrocamiento de la monarquía, mientras del Riego se consideraba un militar al que el destino había colocado en el momento adecuado. Sin embargo él siempre tuvo claro que entregaría el protagonismo al poder civil, único depositario de la voluntad popular. Este idealismo o candidez, (si puede decirse así), de Rafael del Riego supo aprovecharlo Fernando VII en su favor para crear disensiones entre los liberales, llegando incluso a provocar una guerra civil.
Y precisamente son esas páginas las que destacaría de la novela: esos momentos de enfrentamiento dialéctico entre el rey y el militar, llenos de trampas, verdades a medias, reproches ocultos, confidencias perversas… todo con el fin de encontrar un pretexto que le sirviera a Fernando VII para acusar a del Riego por alta traición, algo que al fin conseguiría. De esa manera nos dibuja un perfil psicológico del monarca muy acusado, que lo sitúa entre lo peor de nuestra historia.
“El himno de Riego” es una interesante lectura para saber un poco más y reflexionar.
Pondré para terminar las palabras que Rafael del Riego pronunció en Cabezas de San Juan. Pasados 200 años desde entonces, estas palabras siguen abrigando un mensaje noble y moderno:
“...España está viviendo a merced de un poder arbitrario y absoluto, ejercido sin el menor respeto a las leyes fundamentales de la nación. El rey, que debe su trono a cuantos lucharon en la Guerra de la Independencia, no ha jurado, sin embargo, la Constitución. Es necesario, para que España se salve, que el rey jure y respete esta Constitución de 1812, afirmación legítima y civil de los derechos y deberes de los españoles… de todos los españoles, desde el rey al último labrador.”
Amén.
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