lunes, 21 de marzo de 2011

La posada del viajero


A la caída de la tarde los dos excursionistas ansiaban encontrar un lugar acogedor para pasar la noche tras una jornada de marcha agotadora. Un vetusto caserío dejaba en el horizonte el único rastro de civilización hasta donde la vista alcanzaba.
- Aquella casa –dijo el más joven- es la morada de la bruja Valana, que según cuenta la leyenda, vaga de noche por los caminos en busca de carne humana con que saciar su apetito. Debemos alejarnos de aquí.
- Te equivocas. –contesta el más viejo- Allí vive el conde de Prècavs, que según cuentan las crónicas, selló hace quinientos años un pacto con el diablo que renueva cada noche con sangre humana. Debemos alejarnos de aquí.
Y los dos excursionistas comenzaron a discutir, valiéndose de libros y mapas que llevaban en las mochilas para avalar sus argumentos. Pero ninguno daba su brazo a torcer y no llegaron a acuerdo alguno, hasta que vieron a un campesino que regresaba de la siembra a lomos de un asno. Le preguntaron si conocía al morador de la casa, y si éste se valía de hechizos para comer carne humana como decía la leyenda, o bien era un bebedor de sangre descendiente de la nobleza como reflejaban otras crónicas.
- Nada de eso. –Tranquilizó el campesino- Aquella casa es la Posada del Viajero. Sirven comidas y ofrecen camas al calor del fuego. Si estáis cansados, llamad a la puerta y os recibirán. No hagáis caso de las habladurías y leyendas que por ahí circulan.
Y los dos excursionistas dirigieron sus pasos hacia la casa, aliviados por las palabras de un campesino que respondía al nombre de Prècavs desde hacía más de quinientos años.
- Vamos, Valana. –Susurró el campesino al oído del asno- Regresemos a casa. Intuyo que esta noche cenaremos bien.

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