miércoles, 24 de noviembre de 2010

No profanéis el testamento de los muertos


Había en Estambul, allá por los últimos años del siglo XIX, un mago que antes de ser mago fue equilibrista, faquir, tragasables y hasta hipnotizador con poder incluso para parar los relojes. Al principio trabajaba en un circo local donde sus números eran los más aplaudidos por el público. Pero pocos años después se lanzó en solitario a recorrer el mundo ofreciendo un espectáculo de magia muy variada, desde sencillos trucos de cartas hasta un número en que teletransportaba a un espectador a Atenas sólo contando hasta tres. Su número favorito consistía en provocar fuegos espontáneos sobre el escenario. De él decían incluso que fue maestro de Houdini.
El nombre de “El Gran Tinopla”, que así se hizo llamar, era conocido hasta en los rincones más recónditos de los Cárpatos y los Balcanes. Tanta fue la fama que le siguió que todos querían estar cerca del mago, lo agasajaban como al hijo pródigo que regresa tras una larga ausencia y siempre le invitaban a hospedarse en los mejores hoteles y a comer en los restaurantes de vanguardia allá por donde fuese. Las vidas de éxito parecen estar acompañadas siempre del lujo, del dinero e irremediablemente también de las traiciones. Digo esto porque a la sombra de “El Gran Tinopla” se arrebujaron aduladores interesados, timadores de medio pelo y una incómoda cohorte de desocupados sin oficio ni beneficio. Para poner orden en la vida del gran mago apareció el señor Vandallas, un abogado griego de causas perdidas que se ofreció a “El Gran Tinopla” para representarle y llevar sus asuntos.
El señor Vandallas era un hombre con buen ojo para los negocios y supo darle al mago ese toque de glamur y misterio que siempre ha rodeado su figura. En los diez años que estuvieron juntos hasta la trágica muerte de “El Gran Tinopla” en uno de sus espectáculos, logró multiplicar por cinco su caché y elevar el nivel de sus amistades. Con el señor Vandallas como manager, el mago se codeó con la alta sociedad. Las miles de anécdotas y vivencias con gente de tanto lustre dieron pie al abogado para proponerle al mago que escribiera sus memorias.
- Serán un éxito y nos harán ricos.- El señor Vandallas veía dinero en todo lo que hacía.
“El Gran Tinopla” accedió a su sugerencia, pero en su testamento firmado ante notario, exigió que fueran publicadas a los cien años de su muerte. Una coincidencia fatal hizo que sólo dos días después de firmar su testamento, el mago se inmolara por accidente sobre el escenario con un nuevo truco que había dado en llamar “la antorcha humana”. La conmoción por su muerte sacudió el mundo del espectáculo. El señor Vandallas, que desconocía la existencia del testamento, quiso rendirle homenaje a su representado (y de paso, ganar dinero a su costa) entregando a un editor las memorias de “El Gran Tinopla” para que las publicase cuanto antes.
Casualidad o extraño vínculo con el mundo sobrenatural, el hecho es que un incendio atroz redujo a cenizas los talleres de la editorial justo antes de que se imprimiera la primera página. Los bomberos achacaron el fuego a una combustión espontánea y ahí quedó la cosa. Después del suceso el manuscrito se perdió y el señor Vandallas acabó sus días arruinado y olvidado por todos.
La vida peculiar de “El Gran Tinopla” ha sido una obsesión para mí desde que hace unos años supe de él. He viajado por varios países del este europeo buscando testimonios y todo tipo de documentos con el fin de escribir su biografía. Y ahora, que acaban de cumplirse los 100 años de su muerte, justo el día en que según su testamento deberían haberse publicado sus memorias, he empezado a experimentar extrañas visiones durante las noches en la habitación donde me hospedo. Curiosamente es la misma que él ocupó la noche antes de su inmolación. De alguna manera creo que el mago quiere decirme algo desde ultratumba pero no alcanzo a entender qué es. Quizá quiera dictarme las memorias que en su día escribió y que acabaron reducidas a cenizas. Siento vértigo ante esa posibilidad y sólo espero que no se tome a mal mi decisión de volver mañana a Madrid y olvidarme del asunto. Me he cansado de buscar, quiero hacer otras cosas. Pero no sé… El teléfono ha dejado de funcionar, me he quedado encerrado en la habitación y no puedo contactar con la recepción del hotel. Además, el calor que hace empieza a ser insoportable. Algo se está quemando.
En mala hora se me ocurrió interesarme por la vida de “El Gran Tinopla”.

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