domingo, 27 de enero de 2013

Los años del abreviado



Antes de hablar de este libro permítanme una pequeña introducción.

Hace unos años, cuando aún no había abierto este desván en la Casa Usher y no había diseccionado los libros que colgaban de sus estanterías, tuve la oportunidad de vivir uno de esos descubrimientos de los que uno recuerda con orgullo. En cierta ocasión me ofrecieron participar en un certamen de novela corta desde el otro lado de la barrera, es decir, como jurado. Y acepté gustoso.
Como ya han pasado bastantes años (más de 6), no creo que haga mal a nadie si desvelo a medias un pequeño secreto. Recuerdo que de las 43 novelas que se presentaron había 4 ó 5 que por su calidad optaban al premio. Pero una de ellas destacaba clarísimamente por encima de las demás. Narraba la relación entre un niño y su tío, ferviente madridista, de los que van al campo de fútbol cada domingo. Al niño protagonista se le abrieron entonces las puertas de un mundo por descubrir: el del mundo del fútbol, pero también el de los adultos. Porque en realidad esa novela narraba el tránsito de la infancia a la madurez. Al mismo tiempo el autor aprovechó la ocasión para radiografiar la sociedad española en una época que iba desde mediados de los años 60 hasta finales de los 90. Un recorrido que incluía la historia del Real Madrid a través de sus jugadores y de sus títulos, y que marchaba paralela a una época de cambios en la sociedad. El autor hizo el esfuerzo de echar una mirada atrás, nostálgica a veces, para hacer un repaso de esos elementos que forman parte de nuestra memoria colectiva: la que todos en mayor o menor medida, hemos vivido a través de los periodistas de la radio, de los cromos de nuestra infancia, de los anuncios de televisión, de las revistas que marcaron una época, de los cantantes, de las marcas de tabaco y colonia, de los periódicos, de las prendas de moda…
Era una novela narrada con una gran sensibilidad, muy bien escrita, con personajes cargados de humanidad, y que además utilizaba el fútbol como motor de la historia. Hace falta ser valiente porque pocos autores escriben sobre el deporte. Por su estilo, también por su complejidad, era una novela de un escritor con mayúsculas. Así lo expuse a los demás miembros del jurado cuando nos reunimos para deliberar. Pero me quedé solo defendiendo su candidatura y el ganador fue otro (que para mi gusto, no le llegaba ni a la altura del zapato: ¡si no lo digo, reviento!). Una vez emitido el fallo solicité a la organización me desvelara la identidad de ese autor, con mi promesa de guardar silencio (hasta ahora): Carlos del Pozo Manzanares.
Y he aquí que la casualidad vino a encontrarse conmigo varios años después de aquella experiencia. Fue en la sección de librería de una gran superficie. En el cesto de libros de saldo (estaban a 1 euro) me encontré de nuevo con Carlos del Pozo, esta vez sin pseudónimo, y entonces no lo dudé: “Los años del abreviado” ha sido la compra más satisfactoria que he hecho en mucho tiempo. Porque a la vez, ha confirmado con creces la opinión que ya tenía de su autor.

Hecho este inciso, vayamos con el libro que hoy nos ocupa.
“Los años del abreviado” hace referencia a esa época en que empezaron a proliferar los llamados “jueces estrella” en la Barcelona postolímpica. El procedimiento abreviado era ese proceso por el cual se agilizaban los trámites y los tiempos judiciales en el que participaban procuradores, abogados, jueces y mucho dinero (y por tanto, corrupción) en el camino. El libro, a caballo entre la novela y la crónica negra judicial, cuenta en primera persona la historia de un joven abogado que se traslada desde Madrid a Barcelona para trabajar en un despacho de abogados en los años del gran despegue económico de principios de los 90. La inocencia del protagonista, su mirada limpia chocan con las formas de un mundo regido por las cartas marcadas de las pequeñas corruptelas en las que todos participan en mayor o menor medida.
El hecho de que Carlos del Pozo sea abogado en ejercicio dota de mucha credibilidad a la historia porque no escatima en detalles a la hora de contar las relaciones que se establecen dentro del estamento judicial: abogados, clientes, fiscales, secretarios, jueces...
Y como sucedía en esa novela inédita que tanto me gustó, el narrador también hace un repaso de la actualidad que retrata, orientada en este caso a la crónica negra judicial: los casos del violador del ascensor, el loco del chándal, el asesino de la ballesta; casos de corrupción como Banca Catalana; habituales de los juzgados como el Vaquilla o el empresario Javier de la Rosa; magistrados que fueron noticia por la excentricidad de sus sentencias, como los jueces Oubiña o Pascual Estevill… Una realidad que en muchos casos venía acompañada de una conjunción de intereses de amplios sectores del poder político, económico y de medios de comunicación (unas veces para hacerlos públicos y otras para taparlos).
Meterse en semejante jardín puede acarrear consecuencias. Por eso hace bien Carlos del Pozo en aclarar al final del libro que la historia del protagonista de la novela es totalmente ficticia. Son tales los detalles que revela que en muchos momentos de la lectura de “Los años del abreviado” he temido por la integridad física del autor, por aquello de las represalias.

Si les apetece una lectura inquietante por la realidad que describe, y a la vez agradable por la empatía hacia el protagonista que consigue del lector (algo que me parece de vital importancia y que no es fácil de lograr), hagan un hueco a este libro. Coincidirán conmigo en que Carlos del Pozo merece publicar todo lo que escriba. Yo, por mi parte, siempre le estaré agradecido a ese certamen de novela corta por haberme dado la oportunidad de descubrirlo, aunque al final no haya ganado el premio que sin duda merecía.

miércoles, 2 de enero de 2013

A orillas de un mar callado



“A orillas de un mar callado” es un libro de relatos escrito por Thomas Steinbeck, hijo del premio Nobel de 1962, John Steinbeck. Tienen como marco común la costa suroeste de los Estados Unidos, en el límite con Méjico. Son historias sencillas que remiten a esos grandes relatos de aventuras, anclados en la tradición oral, que supieron llevar al papel tantos escritores en lengua inglesa entre los siglos XIX y XX como Jack London, James Fenimor Cooper, Stevenson o Nathaniel Hawthorne. Narraciones de iniciación, que de alguna manera involucran al lector y le animan a seguir leyendo, como si estuviésemos sentados alrededor de un fuego. Historias a las que se les añade un punto de misterio por lo incontrolable de los elementos a los que se enfrenta el hombre de la región.
El suroeste de los Estados Unidos es una zona expuesta a la dureza del clima, unas veces seco e inclemente y otras azotado por tempestades catastróficas. Y es sacudida de vez en cuando por terremotos. Es además una tierra poblada por indígenas que comparten los días con los colonos americanos, buscadores de oro, granjeros, médicos ambulantes… En definitiva, una tierra que se ofrece abierta al mestizaje y donde los animales adquieren, casi en el mismo nivel que los hombres, el mar, la tierra y el clima, un protagonismo importante.
Los siete cuentos que forman “A orillas de un mar callado” transcurren entre finales del siglo XIX y primeros años del XX.
El libro arranca con dos relatos de corte muy parecido:“Un guía en la noche” y “El joven que vivía en las nubes”, dos historias de aprendizaje, que conllevan la pérdida de la inocencia del joven protagonista. El contrapunto lo pone un personaje legendario, Anselma Onésimo, perteneciente a una tribu local y que el protagonista verá como un compendio de sabiduría tradicional, que vive y actúa en perfecta comunión con la naturaleza.
Con “Mal fario” recuperamos el sabor de las grandes aventuras marineras y ese extraño magnetismo que ejerce el mar y sus secretos sobre los marineros y las gentes del lugar, pese a los disgustos que les reportan a menudo en forma de grandes catástrofes y naufragios. Pero es al mismo tiempo, y tal vez precisamente por eso, escenario para las epopeyas, que habrán de ser transmitidas de generación en generación.
Con “Un favor deshonroso” acompañamos a un doctor que va recorriendo la región, ofreciendo remedio a las enfermedades en una tierra dura poblada por gentes de caracteres muy variopintos y que aplican un sentido de la justicia algo peculiar. Un sistema de valores que se impone por la vía de los hechos consumados. De nuevo, en “Los vigías oscuros” volvemos a una historia iniciática, esta vez en la piel de un profesor universitario que se aventura durante unas vacaciones a labores arqueológicas para rescatar la memoria de los pueblos asentados allí desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, el profesor acaba abandonando esta búsqueda porque no termina de admitir que vive en un mundo abocado a un enfrentamiento constante entre la tradición y la modernidad. En este relato, Thomas Steinbeck desliza una fina ironía, al exponer los prejuicios del protagonista, muy propios del hombre moderno. Unos prejuicios que le harán muy difícil asumir el cambio que el estado natural de las cosas acaba imponiendo.
Los dos últimos relatos, “Mercancía malograda” y “Sing Fat y la Duquesa Imperial de Woo”, hacen referencia a la inmigración de los chinos y el negocio de la esclavitud que lleva aparejado. Una contribución, la de la comunidad china, de vital importancia en el desarrollo de esas regiones americanas bañadas por el pacífico, y que no ha sido literariamente tan explotada como esos otros episodios que comúnmente se reconocen como esenciales en la construcción de la sociedad norteamericana: la conquista del oeste, la fiebre del oro, la construcción del ferrocarril, el nacimiento del cine…
En el aspecto formal, llevar al papel historias con sabor a tradición oral, tiene el riesgo de cansar al lector. Me explico: este tipo de narraciones se sirve del estilo indirecto cuando tiene que abordar un diálogo. De esa manera, la historia se viste de un tono de leyenda que funciona muy bien si hay pocos diálogos en el camino o si el relato es relativamente corto. Pero cuando las narraciones llegan a las 100 páginas y están plagadas de diálogos en estilo indirecto, como es el caso de “Sing Fat y la Duquesa Imperial de Woo”, tanto la lectura como el avance la acción, se hacen un poco tediosos.
Obviando este último apunte (puramente subjetivo), “A orillas de un mar callado” es una lectura muy recomendable, poblada de personajes de todo tipo, que se enfrentan a la naturaleza y a los hombres para hacer camino. Una lectura en la que a modo de guiño he creído ver un pequeño homenaje de Thomas Steinbeck a su padre John, que en 1948 se embarcó junto al científico y amigo Ed Ricketts a explorar las costas de la bahía de Monterrey. A bordo de un pequeño barco sardinero, recorrieron más de 4.000 millas, bordeando la península de la Baja California. La aventura, a medio camino entre la crónica de viajes, la revelación científica y un conjunto de reflexiones sobre el hombre y el lugar que ocupa en la naturaleza, quedó plasmada en un libro titulado “Por el mar de Cortés”.
¿Cómo iba a saber John Steinbeck, que su propio hijo escribiría 60 años después un libro de relatos que hablaría del origen, los usos y costumbres de los pobladores de aquellas tierras?