miércoles, 27 de julio de 2011

El esposo impaciente


Esta novela de Grazia Livi muestra los detalles más íntimos de una de las personalidades más influyentes de la literatura rusa en la Europa de finales del siglo XIX y principios del XX. Cuando se casó en 1862, León Tolstoi tenía 34 años y una carrera literaria muy asentada y reconocida. Él mismo era consciente de su importancia como intelectual. Pero esta seguridad en la fuerza de sus ideas contrastaba con una casi enfermiza inseguridad cuando intentaba relacionarse con las mujeres. Y es este el aspecto que Grazia Livi ha querido resaltar de la peculiar personalidad del escritor ruso. “El esposo impaciente” narra el viaje que realizan los recién casados desde Moscú hasta la residencia de la tía del escritor, a la que venera desde su infancia.
Este íntimo trayecto le sirve de excusa a la autora para mostrar el lado más humano del escritor y de su joven esposa, Sofía Bers, que por entonces sólo tenía 18 años. Junto a las anécdotas del viaje, Grazia Livi alterna pasajes de la vida de ambos antes de su boda y otros que hacen referencia al futuro, cuando llevan varios años de casados. Pese a estos saltos en el tiempo, se trata de una lectura fácil de seguir porque el objetivo de la autora no es contar una historia lineal en el tiempo, sino exponer la complejidad de una relación, con altibajos en los estados de ánimo de los personajes, una relación trufada de celos, choques de mentalidad y períodos de entendimiento apasionado. Y esto lo consigue porque en medio de estos pasajes la autora inserta pequeños apuntes, pensamientos y fragmentos de diarios íntimos de los personajes que retratan el estado de ánimo concreto por el que pasan sus protagonistas. Pasajes que están sacados de documentos reales, escritos de la mano de León Tolstoi y Sofía Bers, y que dan más valor a la novela.
En “El esposo impaciente” encontramos a un León Tolstoi inseguro cuando compite con un militar por el favor de Sofía. Se nos muestra a un Tolstoi maniático, lleno de prejuicios, condescendiente. En sus diarios, Tolstoi va anotando las impresiones que le producen las mujeres con las que trata en aras de un hipotético matrimonio. Se le ve deseoso de amar, pero al mismo tiempo se convence en esas anotaciones de que realmente no le conviene: está en permanente contradicción. Por eso a menudo se nos muestra preso de un amor enfermizo y otras veces como un perfecto misógino, pese a la veneración que siente por las mujeres de su propia familia: su hermana, que es institutriz en la casa del Zar; su madre, políglota y de gustos refinados; su tía a la que tiene como gran referente… La novela nos descubre también esa forma de vivir en la sociedad rusa del XIX, tremendamente clasista, casi feudal. Recordemos que Tolstoi pertenecía a la nobleza y tenía grandes posesiones y muchas personas (súbditos y sirvientes) a su cargo. Eso lastra la manera de relacionarse con su entorno más cercano y lo vemos sobre todo a la hora de proponer matrimonio a Sofía Bers, tan sólo un mes después de conocerla. Una relación que León Tolstoi entiende como un mero trámite, al que todos deben someterse, porque él ya ha decidido dar ese paso.
Si tengo que ponerle un pero a “El esposo impaciente” es que pese a la gran ambientación de la época y un retrato de personajes muy convincente, la novela se me hace larga. La intensidad de los sentimientos y el corto trayecto del viaje que da pie a la narración exigiría a mi entender un menor número de páginas: creo que con 120 ó 130 sería más que suficiente.
No obstante, Grazia Livi ha conseguido con esta novela mostrarnos una parte de la vida de León Tolstoi no muy conocida: la del escritor en su vida privada. Una fórmula que ya en el siglo XVIII utilizó Ana Magdalena Bach para sacar a la luz aspectos de la vida familiar de su marido, el maestro Juan Sebastián Bach, que no eran de dominio público. En su libro, “Pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”, la autora cuenta cómo es Bach en su vida privada, las obsesiones por encontrar la perfección de sus composiciones y el enorme valor que concedía a su familia. Y sobre todo Ana Magdalena Bach se nos presenta como una mujer entregada a un amor que roza la veneración por su marido. Este sería un detalle que diferenciaría el matrimonio Bach del matrimonio de Tolstoi. Ambos artistas eran ya muy reconocidos cuando se casaron con mujeres bastante más jóvenes que ellos y tuvieron muchos hijos. Pero en el caso de León Tolstoi, su matrimonio navegaba en permanente vaivén, lo que da a su historia de amor una mayor riqueza.
Y esta novela de Grazia Livi, “El esposo impaciente”, así lo refleja.

viernes, 22 de julio de 2011

Lynne Randell



Lynne Randell, nacida en Liverpool, inició su carrera en Australia, lugar al que emigraron sus padres a principios de los años 50. (Por cierto, curioso fenómeno el de muchos cantantes ingleses de la época, que triunfaron primero en Australia antes de regresar a Europa: le sucedió también a Olivia Newton-John o a Bee Gees). En 1967, con 18 años, Lynne Randell sacó este "Ciao, Baby", que la lanzó definitivamente a la fama. Pero sus constantes problemas de salud, derivados de una adicción a los somníferos, truncó su carrera. Murió en 2007, a los 58 años.
Aquí la tenemos en una actuación de 1983, casi paródica, pero sin perder ese sabor del estilo que hizo famoso al mismo Tom Jones.
Que la disfruten.

viernes, 15 de julio de 2011

Participantes en el Premio Setenil 2011

Una vez cerrado el plazo, el ayuntamiento de Molina de Segura ha hecho pública la lista de los 64 libros que optarán este año al premio Setenil al mejor libro de cuentos publicado en España entre el 23 de abril de 2010 y el 22 de abril de 2011.
Aunque ha bajado la participación respecto al año pasado (cuando se presentaron 82), la verdad es que este certamen va ganando prestigio año tras año, lo que muestra la buena salud de que goza el género del cuento.
Este año el jurado está presidido por el escritor Fernando Iwasaki, al que acompañan el escritor, crítico y profesor Antonio Parra Sanz y el periodista y el escritor Gontzal Díez. A finales de septiembre harán pública la lista de los 10 libros que optarán a un premio de 12.000 Euros que se fallará en noviembre. Suerte a todos.
Esta es la relación de títulos por orden de llegada:

1.-“Cuentos rusos”, de Francesc Serés (Mondadori); 2.-“Ficcionarium”, de Fernando Palazuelos (Baile del Sol); 3.-“Dejemos el pesimismo para tiempos mejores”, de Diego Medrano (Pez de Plata); 4.-“Dinero gratis”, de Carlos Radial (Libros del Silencio); 5.-“El hacedor (de Borges), Remake”, de Agustín Fernández Mallo (Alfaguara); 6.-“Piel de plátano”, de José Manuel González (La Discreta); 7.-“Distorsiones”, de David Roas (Páginas de Espuma); 8.-“Antes de las jirafas”, de Matías Candeira (Páginas de Espuma); 9.-“El otro fuego”, de Inés Mendoza (Páginas de Espuma); 10.-“El perro que comía silencio”, de Isabel Mellado (Páginas de Espuma); 11.-“Antes del futuro imperfecto”, de Medardo Fraile (Páginas de Espuma); 12.-“Las noches de papel”, de Marta Gómez Mata (Ayto. de Montijo); 13.-“Los pobres desgraciados hijos de perra”, de Carlos Marzal (Tusquets); 14.-“Fuera de temario”, de Manuel Espada (Editores Policarbonados); 15.-“La soledad dejó de ser perfecta”, de Alberto de Frutos Dávalos (Editores Policarbonados); 16.-“Trece cuentos inquietantes”, de Felisa Moreno Ortega (Hipálage); 17.-“Con una pizca de luz y mucho de silencio”, de Antonio Garrido Domínguez (Cultural Giner de los Ríos); 18.-“Tanto amor”, de Lola Gracia (Tres Fronteras); 19.-“Tanta pasión para nada”, de Julio Llamazares (Alfaguara); 20.-"Variaciones en torno al tema del animal diabólico”, de Daniel Morales (Caja España y Caja Duero); 21.-“Sonría a cámara”, de Roberto Valencia (Lengua de Trapo); 22.-“Mañana nunca lo hablamos”, de Eduardo Halfon (Pre-Textos); 23.-“Breve teoría del viaje y del desierto”, de Cristian Crusat (Pre-Textos); 24.-“Cuarto menguante”, de Alfredo Leyva Almendros (Zumaya); 25.-“La enfermedad de las niñas rubias”, de Ignacio Borgoñós (Alfaqueque); 26.-“Palabra de árbol”, de María Bautista Sánchez (Diputación de Badajoz); 27.-“Habas contadas”, de José Antonio Ramírez Lozano (Diputación de Badajoz); 28.-“Designios”, de Fernando Palazuelos (Diputación de Badajoz); 29.-“Zoom”, de Manuel Espada (Paréntesis); 30.-“Pasadizos”, de Juan Herrezuelo (Instituto de Estudios Almerienses); 31.-“Horizonte de sucesos”, de Carmen Peire (Cuadernos del Vigía); 32.-“Todo es perfecto”, de Verónica Martín (Caja Segovia); 33.-“Cuentos cada vez más cortos”, de Elena M. (Comanegra); 34.-“Lo que cuentan las sombras”, de Francisco J Segovia Ramos (Alkaid); 35.-“El señor de los naufragios”, de Luis Manuel García Méndez (Algaida); 36.-“La calle Fontanills”, de
Juan Antonio Masoliver Ródenas (Acantilado); 37.-“El fabuloso mundo de nada”, de
Javier Mije (Acantilado); 38.-“Los muertos, los vivos”, de Beatriz Olivenza (Torremozas); 39.-“Llenad la Tierra”, de Juan Carlos Márquez (Menoscuarto); 40.-“Los ojos de los peces”, de Rubén Abella (Menoscuarto); 41.-“El prisionero de la avenida Lexington”, de Gonzalo Calcedo (Menoscuarto); 42.-“Los que llegan por la noche”, de Vicente Marco (Versos y trazos); 43.-“La hora de los padrastros”, de Jorge Saiz Mingo (Los Duelistas); 44.-“Andar por el aire”, de Julio Jurado (Gens); 45.-“La Avispa del Espacio”, de Carlos Sáiz Cidoncha (La Biblioteca del Laberinto); 46.-“La Pastilla Rosa”, de Rafael Romero Valcárcel (Autoedición); 47.-“El heladero de Brooklyn”, de Fernando Molero Campos (Alhulia); 48.-“Pampanitos verdes”, de Óscar Esquivias (Ediciones del Viento); 49.-“Fuera de lugar”, de Ricardo Reques (Ediciones Depapel); 50.-“Cuentos a través de otra lente”, de Emilia M. Domínguez (Atlantis); 51.-“El llanto de la vieja Hilda y otros relatos”, de Miguel Ángel Molina (Ediciones Que Vayan Ellos); 52.-“Porque digo tu nombre te llevo conmigo”, de Bárbara Fernández Esteban (La Fábrica de Libros); 53.-“Peligro de vida”, de Francisco José Martínez Morán (El Gaviero Ediciones); 54.-“Habitación doble”, de Luis Magrinyà (Anagrama); 55.-“La bicicleta estática”, de Sergi Pàmies (Anagrama); 56.-“Lectores compulsivos”, de Ramón Bascuñana (Agua Clara); 57.-“El fantástico hombre bala”, de Antonio Luis Ginés (El Páramo); 58.-“Taxidermia”, de Francisco Antonio Carrasco (El Páramo); 59.-“Vidas prometidas”, de Guillermo Busutil (Tropo); 60.-“Sesión continua”, de Luis Manuel Ruiz (Algaida); 61.-“Susurros en el tejado”, de Eva Díaz Riobello (Alhulia); 62.-“Agua quieta”, de Cristina Grande (Traspiés); 63.-“Texturas del miedo”, de Ignacio Cid Hermoso (Saco de Huesos); 64.-“El precio del barquero”, de Sergio Mars (Saco de Huesos)

martes, 12 de julio de 2011

Encargos


De pequeño soñaba con ser astronauta y que sería rico al tocarme la lotería. Soñaba con tener una colección de más de mil coches de lujo que disfrutaría por las carreteras de todo el mundo al regresar de mis viajes estelares.
Luego, cuando fui mayor, soñé con llegar a los cien años lleno de salud.
De siempre supe que mis sueños tenían trazas de realidad futura.
Y ahora que he sobrepasado el centenar, que no hay rincón de la Tierra ni del universo que no haya visitado; ahora que he alcanzado los cinco mil coches de lujo sin ningún achaque en el horizonte que socave mi salud, me he cansado de soñar cosas agradables para mí.
Ahora me alquilo para soñar por los demás perversiones y otras maldades. Pero eso nadie lo sabe y es mucho más divertido.

jueves, 7 de julio de 2011

De Post-It y candados


Hay veces que no todo es lo que parece. Cuando vemos parejas de enamorados las imaginamos felices porque ese es su estado natural y porque cultivamos en nuestro interior un anhelo de perfección que nos hace pensar que las historias de amor que vemos en los demás son mejores que las nuestras. Y fantaseamos con la posibilidad de que nos pase a nosotros. Y entonces sí añoramos ser sus protagonistas. Quizá porque hay veces que preferimos soñar a vivir.
Fue lo que pensé al enterarme de una historia de amor entre dos jóvenes que fue noticia hace unos meses: A salió de casa para ir a trabajar y encontró su coche enterrado en post-it con mensajes de amor escritos por B. “Te quiero”, “Eres la luz de mi vida”, “Te llevaré siempre en el corazón”, “Soy la esponja de tus lágrimas”, “El día que naciste me diste la vida porque vivo por ti y para ti”… Y así hasta cubrir con mensajes de este tenor hasta el último recoveco del coche. Más de 6.500 declaraciones manuscritas y ninguna repetida. Ante una historia tan conmovedora la gente en seguida se imagina en medio de una película romántica de las que tanto gustan en Hollywood, con encuentros casuales en galerías de arte, cenas a la luz de las velas, alguna excentricidad (tanto mayor cuanto más enamorados están), despedidas en aeropuertos y besos con sabor a final feliz.
En cambio, nadie quiere ver el lado oculto de una relación y prefieren quedarse con el solomillo, con lo que salta a la vista, que es acaso lo más fácil o lo más socorrido para reconciliarse con la vida. Por eso nadie se imagina a A maldiciendo a B mientras retira una por una cada nota, en esa madrugada de 6 grados bajo cero.
- Esta vez se lo pienso decir… Está loco de atar. ¡Dios mío, qué cruz!.- Se conjura A con los dedos helados.
Y sí, esta vez tras un año de relación o pesadilla, por fin A se atreverá a enfrentarse a la verdad. Que no quiere seguir sintiéndose acosada, que no es normal recibir 67 llamadas de B al día durante meses para repetir cuánto la quiere, que no necesita encontrarse con dos docenas de rosas en la mesa de su despacho cada mañana, que eso sólo se hace en fechas señaladas, y que por favor no vuelva a gastarse el dinero de cuatro meses para alquilar un restaurante entero en una cena para dos, qué vergüenza, todos los camareros pendientes de los dos, sin nadie alrededor, el sonido de los cubiertos entrechocando en los platos que retumba por todo el local…
- ¡Basta ya, B, hasta aquí hemos llegado!- Exclama A cogiendo el toro por los cuernos.
Entonces B, que ha nacido para amar a A, cae en una profunda depresión que le lleva a ingresar en un hospital psiquiátrico donde sólo espera la visita de Tánatos tras el plante de Eros. Pero estos detalles que forman parte de las cloacas de una relación (en realidad, de cualquier relación) se han ocultado para el gran público, porque sólo parece tener interés la romántica historia de un coche enterrado en mensajes de amor.
Pienso en esta historia cada vez que paso por este puente de los enamorados que debo tomar cada día camino de mi trabajo. El puente tiene ese peculiar nombre porque en la baranda que protege de la caída al río se entrelazan miles de candados como testimonio de otras tantas historias de enamorados. Y sus llaves descansan ahora en el fondo porque esos candados se cerraron con vocación de eternidad. Pero pocas cosas son para siempre y cada vez que paso por el puente miro hacia el río intentando distinguir entre sus turbias aguas la llave que me ligó durante un tiempo a una de esas fallidas historias, que ahora siento como una pesada argolla cada vez que veo cerrado mi candado.
Y estoy pensando seriamente en traerme mañana una cizalla.