viernes, 20 de mayo de 2011

Elegía a Gutemberg


El libro es un conjunto de ensayos y cada uno puede entenderse como una entidad independiente, pero el concepto como conjunto responde a una premisa básica, que es la de determinar en qué afecta a la práctica literaria (en concreto, la lectura) el impacto que suponen las nuevas tecnologías.
En una pequeña introducción, el autor se posiciona sin ambages: sus perspectivas son pesimistas porque habla desde el punto de vista de un lector impenitente que cree firmemente en el lenguaje como motor evolutivo del hombre frente a la tecnología. A ésta la ve como una amenaza que derriba los viejos presupuestos humanistas sobre la soberanía del individuo. Aunque es evidente, el autor reconoce que su implicación en la temática de la lectura (recordemos que Sven Birkerts es crítico literario), no le permite el distanciamiento de un observador imparcial. Hecha esta aclaración, vayamos al contenido.
El libro está dividido en tres partes. En la primera, el autor hace una reflexión sobre el lugar que ocupa la lectura y la sensibilidad lectora en nuestra cultura actual. Y lo hace contando su propia experiencia como lector desde la adolescencia, edad en la que se plantean las más profundas cuestiones existenciales.
No sólo en esta primera parte, a la que titula “El yo lector”, sino en todo el ensayo, Sven Birkerts hace referencia constantemente a autores que han supuesto algo importante en la formación de su propio concepto de la literatura, como Virginia Wolf, Henry James, Thomas Wolfe, Hemmingway, Herman Hesse, Conrad, Salinger, Jack Kerouac… Es innegable que el amor a la literatura se respira a lo largo de las páginas del libro.
En uno de los capítulos, el más largo de esta primera parte, hace un recorrido de sus años de juventud, desde sus estudios en el instituto hasta que acaba ejerciendo de crítico literario, oficio al que llega tras un frustrado intento por hacerse un hueco como autor de ficción. Curiosamente esos pasajes están narrados con un estilo que entra con facilidad en el lector, como si en lugar de un ensayo estuviera escribiendo una novela sobre su vida. (Creo adivinar que aún late en él el gusanillo de la escritura creativa).
Su objetivo en esta primera parte es constatar una realidad que él mismo ha vivido como profesor de un curso de relato corto para estudiantes de una universidad local: los jóvenes criados en la cultura electrónica, es decir, aquellos que han crecido viendo la televisión y manejando un ordenador antes de aprender a leer, son incapaces en su mayoría de entender el mensaje de un libro.
Considera además, que a medida que han ido evolucionando y ganando terreno las tecnologías de la información se ha ido produciendo una sustitución de lo vertical por lo horizontal, en el sentido de que ya no se hacen estudios o lecturas reposadas, con profundidad, con afán de entender el origen y repercusión de las ideas (lo vertical); sino que ahora existe una tendencia a abarcar más, a hacer una lectura más extensiva que intensiva (lo horizontal), con la consiguiente pérdida de profundidad.
Sven Birkerts justifica esta teoría al decir que el modo en que recibimos la información determina nuestra manera de experimentar e interpretar la realidad, ya que el soporte material ya no es el papel, el libro, el objeto que perdura en el tiempo, sino los circuitos electrónicos en constante evolución; del mismo modo que la página impresa se está viendo desplazada por la pantalla de un ordenador, voluble por definición.
En la segunda parte, titulada “El milenio electrónico”, el autor entra de lleno a enumerar los peligros que para la lectura tiene el desarrollo de las tecnologías, empleando un tono, a mi entender, alarmista. Sí estoy de acuerdo en su apreciación de que se está produciendo una degradación del lenguaje, y también en lo que él denomina “la pérdida del yo privado”, en una sociedad en pleno proceso de colectivización. Sin embargo, también dedica muchas páginas a hablar de otras serias amenazas, según él, como la audición de libros en cinta para sustituir a la lectura, o la aparición del hipertexto. Éste consiste en que el escritor ya no necesita trabajar sólo, pues la tecnología proporciona la opción de una escritura interactiva o en colaboración.
En la tercera parte el autor hace un balance de todo lo expuesto anteriormente que da pie como conclusión final a varias reflexiones.
Por un lado, la cultura actual está evolucionando hacia una nueva forma de comunicación, lo cual puede suponer una crisis semejante a la sufrida en la antigua Grecia al pasar de la cultura oral a la cultura escrita.
Por otro lado se refiere a la muerte de la literatura, que tantos debates ha suscitado ya. Sven Birkerts sostiene que las auténticas obras deben su importancia al hecho de que captan aspectos cambiantes de nuestro mundo, que nos ayudan a entenderlo y a reflexionar. Así en el siglo XIX, la novela sirvió como una lente de aumento aplicada a una sociedad de clases (Stendhal, Tolstoi, Víctor Hugo, Balzac, Dickens…). Después, en el siglo XX la novela trasladó su preocupación al individuo convirtiéndolo en un instrumento para la investigación psicológica (Wolf, Joyce, Conrad, Proust, Foster…). Pero no advierte que la novela haya evolucionado desde entonces, salvo algunas excepciones como Paul Auster, pues no ha sido capaz de mantenerse a la par de los cambios sociales. De ahí su pesimismo respecto a la supervivencia de la novela.
En líneas generales, me ha parecido un libro provocador, escrito desde el alma, desde el sentimiento, también a veces desde el resentimiento, pero me ha proporcionado una visión interesante, que sin duda se debe tener en cuenta, respecto a un problema que trasciende de lo puramente literario.
En mi opinión hace tiempo que los grandes grupos de comunicación de masas han sustituido a los escritores en el papel de cronistas de su tiempo. Antes el escritor era periodista, historiador, sociólogo, testigo, narrador y agitador de conciencias; pero ahora, aunque siga reivindicando ese papel, su influencia se diluye porque en una sociedad de la imagen, es la inmediatez, el eslogan, el mensaje directo lo que realmente (y tristemente) tiene peso. Pero no por eso se dejarán de escribir obras importantes en todos los ámbitos de la cultura: filosofía, historia, pensamiento político, novelas… En este punto disiento del autor: la novela no morirá, como no han muerto ni morirán la poesía o el teatro, cuyo origen es bastante anterior a aquélla. El escritor seguirá escribiendo novelas, pero sus obras estarán destinadas al entretenimiento o a satisfacer las expectativas de los distintos grupos de opinión. El escritor ya no puede entablar una lucha en solitario. Sólo sobrevivirá en la medida en que sea aceptado o sea capaz de integrarse en el grupo de comunicación que publica sus obras.

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