martes, 22 de febrero de 2011

Amor real


Me desperté en mitad de la noche, acosado por un zumbido inclemente. Me levanté de la cama y encaminé mis pasos hacia la cocina, dispuesto a ahogar en un vaso de agua al fantasma de mi pesadilla. Sacié la sed, pero el zumbido había abandonado ya el territorio de los sueños para instalarse en el mundo real de la vigilia.
Camino de mi habitación, fijé la vista en una abeja posada en el marco de la puerta, cuyas alas encarnaban la tortura del zumbido. A ella se le unió otra, y después otra más y luego muchas más, hasta completar un enjambre de obreras prestas a obedecer. A la vista de mi prole me pregunté qué méritos había reunido para fecundar a la reina y si aún seguiría con las fuerzas intactas para seguir cumpliendo sus expectativas. Entonces apareció ella, al otro lado de la puerta, tan majestuosa, tan enamorada de mí como el primer día, y nos fundimos en un beso de miel.
Darwin explicó el origen de las especies pero había olvidado hablar de su destino.
Tendré que hacerlo yo en mis ratos libres, pensé mientras la besaba.

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