jueves, 26 de agosto de 2010

El percherón mortal


Estamos ante una novela cuando menos sorprendente. John Franklin Bardin nos propone un juego perverso de falsas identidades que se desarrolla en medio de una trama con tintes de novela negra.
El protagonista es George Mathews, un psiquiatra que recibe la visita de un paciente llamado Jacob Blunt, que le confiesa al doctor su temor de estar volviéndose loco. Jacob es un personaje angustiado porque dice ver “hombrecillos” y recibir de éstos instrucciones bastante peculiares. El psiquiatra se siente intrigado por la aparente coherencia de las extrañas visiones de su paciente, y en un rapto de suficiencia por sus sólidos conocimientos de la profesión, o quién sabe si de inconsciencia al no medir las nefastas consecuencias que acarrearán sus actos a partir de entonces, el doctor Mathews decide acompañarlo en una de las citas con esos “hombrecillos”. A partir de aquí el protagonista se verá involucrado (en un vertiginoso viaje de no retorno), en la realidad paranoica que vive su paciente.
La novela está escrita con estilo ágil, nada farragoso, y al estar contada en primera persona desde el punto de vista del psiquiatra, da a la historia una fuerza y una credibilidad mucho mayores. Esto hace que el lector se sienta sumergido en las mismas zozobras que minan la confianza del protagonista en las personas que lo rodean, pues el caso de Jacob Blunt no sólo pondrá a prueba la capacidad del doctor Mathews como psiquiatra, sino que le llevará a enfrentarse a los límites de su propia locura.
La trama podría haber seguido los derroteros de una historia de locura, psiquiatras y realidades paranoicas, pero con estas premisas John Franklin Bardin nos lleva de la mano hacia una resolución en forma de novela policial, al aparecer un cadáver y un detective que investiga el caso. Esto es de agradecer porque nos rebaja el ambiente angustioso que se va acumulando con el paso (y el peso) de las páginas.
Si tengo que poner un “pero” a la novela, es que a mi juicio el autor abusa del recurso de las pérdidas de memoria temporales del protagonista para mantener la intriga y justificar algunas de las subtramas. Sin embargo, creo que este defecto lo compensa con creces con una resolución redonda de la historia, urdiéndola con una precisión propia de una maquinaria de relojería.
Por otro lado, haciendo otro tipo de análisis, la novela también trataría en el fondo de la soledad, del desarraigo, de las traiciones, de la pérdida de confianza en las personas que tenemos más cerca, que nos hace pensar que en ocasiones el mundo se confabula en nuestra contra. Pero en el límite de nuestro aguante al luchar contra fuerzas que nos superan, cuando lo más fácil es abandonarse a un destino fatal, siempre queda un resquicio para la esperanza, que en esta historia queda simbolizada en el detective Anderson, que da aliento y presta su ayuda al protagonista para salir de la pesadilla en que está inmerso.
En definitiva, El percherón mortal es una novela que gustará a los amantes del género negro, no sólo por lo original de su propuesta y la brillantez de su resolución, sino por la riqueza de los matices psicológicos con que dota a sus personajes. Por el tratamiento que hace de ellos, John Franklin Bardin estaría más cerca de Edgar Allan Poe o Patricia Highsmith que de George Simenon o Agatha Christie. No en vano, Guillermo Cabrera Infante considera al autor de esta novela, junto con Poe y Dashiell Hammet como los tres más originales escritores de la novela policial.
Pues eso, Amen.

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