miércoles, 2 de junio de 2010

Lo que ya no recuerdo


Siruela nos presenta en este volumen una colección de cuentos de Valeria Parrella, que tienen como telón de fondo su ciudad natal, Nápoles. Hay que decir que este no es un libro concebido como tal por la autora, sino una selección de cuentos de los dos libros que hasta 2007 había escrito Valeria.
En “Lo que ya no recuerdo” hay cinco cuentos escritos con el estilo ágil y directo de un reportaje periodístico, pero al mismo tiempo no deja de dar las puntadas necesarias para tejer historias creíbles, de personajes con sus matices y sus complejidades psicológicas. Son historias protagonizadas en su mayoría por mujeres inmersas en un mundo que ya ha sido construido y que es imposible de cambiar. La autora nos ofrece una visión realista de la vida napolitana donde la corrupción se respira en el ambiente. El día a día fluye con sus mentiras piadosas, con sus relaciones cotidianas y hasta cierto punto entrañables, en medio de una realidad dura y hostil, y en definitiva con la aparente normalidad que supone asumir que uno vive en un mundo corrompido. Tiene mérito (no sé si es achacable a Valeria Parrella o a la traductora al español, Romana Baena) hablar de todo esto y no mencionar en las 112 páginas las palabras “mafia” o “camorra”. Pero uno termina de leer el libro y sabe lo que la autora quiere denunciar. Sin embargo, el hecho de que éste sea una selección de cuentos de varios libros hace que no todos estén impregnados de un mismo espíritu. Concretamente, el relato que abre el volumen y que da título al conjunto, “Lo que ya no recuerdo”, se separa de los demás en su temática. Nos habla de algunos aspectos relevantes de la vida de la protagonista, desde que va al colegio hasta que huye a Calcuta con Salvatore. Es una mirada nostálgica hacia aquello que ya ha perdido, los pequeños detalles que han conformado en ella su manera de ser: la forma en que se pintaba la madre de su amiga Katia, las cosas de que hablaban, ligeras como los polvos de maquillaje. Por lo demás, nada hace pensar en Nápoles como un entorno asfixiante que marca el destino de sus habitantes. En cambio, en los demás cuentos la presencia de la mafia se palpa más o menos en función de la implicación de los personajes. Así, en “Montecarlo”, a mi entender el relato más logrado, su protagonista Adriana, es una joven idealista que trabaja en una oficina inmobiliaria. No tarda en darse de bruces con la maquinaria de una sistema corrupto del que nadie quiere saber, pero del que todo el mundo se aprovecha. En este cuento retrata el desencanto de la protagonista por no poder cambiar las cosas. Y Valeria Parrella consigue transmitir esa idea con dos pequeñas pinceladas, sutiles pero incontestables: en la primera página, Adriana es reconocida en la barra de un bar como la hija de un futbolista local que jugó allí treinta años atrás, es decir está marcada por el pasado, no puede eludirlo y todo el mundo sabe quien es ella. Y en el último pasaje del relato, Adriana, decepcionada por los acontecimientos, se da un baño en el mar y a medida que la autora describe el perfil de la costa nos percatamos de que se trata del cráter de un volcán sumergido que libera azufre en pequeñas burbujas: es una caldera a punto de ebullición de la que es imposible escapar; una metáfora de la vida en Nápoles.
En otro de los cuentos, “La carrera”, nos habla sin tapujos de la mafia, ese mundo no tan oculto del que todos forman parte. La protagonista de esta historia es una peluquera que vende droga tras pasar por la cárcel. Este relato, el más largo del libro, está poblado de seres desgarrados, en el fondo perdedores, que están atrapados en esa forma de vida de promesas efímeras y lealtades peligrosas, que les exige a cambio el pago de un precio muy alto. Es de lectura desgarrada, demoledora, con tintes de novela negra, negrísima. Si en los anteriores cuentos se intuye la corrupción desde la lejanía, en este se cuenta desde dentro, sin rodeos. En los otros dos cuentos que cierran el libro la presencia de la corrupción es más sutil y las historias se centran en general en otros aspectos de la vida cotidiana, el de las relaciones personales, esas de las que Raymond Carver ha hecho todo un estilo… En definitiva, hablamos de un libro que gustará a los amantes del cuento y que también nos descubre una autora a la que Siruela no debería perder la pista. Los lectores se lo agradeceremos.

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