jueves, 17 de junio de 2010

Campanadas a medianoche

- Tengo que irme.- Dijo de pronto.
- Quédate un poco más.- Insistí.
- No, no puedo.
- ¿Volveré a verte?
- No lo sé.
No me dio tiempo a más. Sólo pude ver que bajaba las escaleras como alma que lleva el diablo y desaparecía tras la puerta con la última campanada. Fue entonces cuando me agaché a recoger un zapato de cristal a mis pies. La puntera estaba manchada de sangre y largos cabellos rubios enflecaban la suela, evidenciando que aquellas podrían ser las pruebas de un crimen. Durante el baile, ella me dijo que le gustaba jugar al fútbol, pero yo lo atribuí a una excentricidad para enamorarme. También me contó que el vestido y los zapatos los había cogido a escondidas del armario de su sirvienta, que tiene un curioso nombre que ahora no recuerdo.
Mientras sostengo el zapato entre mis manos pienso que quizá esa sirvienta la haya descubierto registrando en su armario y es posible que la discusión derivara en un combate sin reglas. Pero en seguida me surgen varias dudas que debo resolver: ¿es rubia esa sirvienta?; ¿convirtió su cabeza en un balón para mi compañera de baile?...
Mañana lo averiguaré.

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