Dentro del Desván de la Casa Usher hay una estantería formada
por libros de autores españoles poco conocidos, o al menos, no lo suficiente. Como
si estuvieran condenados a seguir en el anonimato o en un lugar poco visible,
los vi justo encima de las cajas de libros descatalogados, raros e
inencontrables, (salvo para los ratones de biblioteca, claro). Tuve que
apartarlas y subirme a una escalera de cinco peldaños y escorarme hacia la
izquierda, con severo peligro para la elasticidad de mi columna vertebral,
sobre todo a mi edad, que ya no soy un niño. Aún así, pude revisar los
volúmenes que lo componían, hasta toparme con “Exabruptos y sutilezas”, de José
Navarro; “Aislin: sinfonía de
fantasmas”, de Guillermo Galván; “Los muertos, los vivos”, de Beatriz Olivenza; o “La fuente de Orfeo”, de Santiago Miralles. Y cerrando esta
colección, justo en la parte más alejada de la vista y el tacto estaba “La vida en espiral”, de Juan Carlos Palma.
En seguida me llamó la atención el apellido, el mismo de un
escritor al que admiro (venero, más bien) desde los tiempos en que me inicié en el mundillo de los
concursos literarios. Félix J. Palma, desde su Sanlúcar de Barrameda,
lo ganaba casi todo por aquellos años, mucho antes de que se hiciera famoso con
la trilogía victoriana compuesta por las novelas “El mapa del tiempo”, “El mapa del cielo” y “El mapa del caos”. Como si estuviera atrapado por alguna de las
tramas de los inquietantes relatos suyos contenidos en "El vigilante de la salamandra", “Las interioridades” o “Los
arácnidos”, me vi oculto entre las cortinas del dormitorio de Félix mientras
era testigo de cómo Juan Carlos le robaba su identidad y a su mujer; o sacando
de la bañera los cadáveres que Félix introducía en cada escena para vengarse de
Juan Carlos y cargarle a él las culpas.
Fueron pequeños flashes instantáneos, delirios maliciosos que construyen
las lecturas y la simple asociación de dos nombres con un apellido común. No
parecía ser el único que experimentó tal sensación, pues al abrir “La vida en espiral” (y una vez bajado
de la escalera, por si acaso), repasé sus páginas y encontré un documento que
el dueño anterior había conservado con
el libro. Era la carta de pedido a una librería de Jerez, que incluía “La vida en espiral”, una petición de
autógrafo por parte del autor y la aclaración de una duda: si Juan Carlos tenía
algún parentesco con Félix, pues Jerez de la Frontera y Sanlúcar de Barrameda
no andan muy separados cuando hay un apellido no demasiado extendido que podría
unirlos. Vaya, me dije sonriendo, así que la duda no sólo la tengo yo. El
anterior dueño del libro no sólo conservaba ese documento sino también un
pequeño comentario de la novela, que procederé a copiar tal y como lo escribió
en su día.
Dice así:
Dice así:
"Andrés, un escritor frustrado, se encarga de asesinar a Joaquín
Barberá, un escritor de éxito, de la misma generación y amigos desde la
infancia. Ya en la página 40 se produce el desenlace que se buscaba: el famoso
escritor aparece muerto por su propia mano, todo hace indicar que se ha
suicidado y a partir de ahí comienza la verdadera trama porque en la huida el protagonista se lleva el
manuscrito de la novela inédita de Joaquín Barberá. En ella aparece un personaje llamado Jaime, que en la novela
inédita aparece como amante de Joaquín; y Andrés, el protagonista, decide
asumir el papel ante la viuda. A partir de esta decisión todo comenzará a
cambiar en la vida del protagonista, que se verá envuelto en una peligrosa
espiral de mentiras e identidades paralelas a varios niveles: implican a Maite,
la viuda, a la banda que le propuso el trabajo, a su vida personal y a él como
escritor frustrado.
A lo largo de la novela, el autor hace referencia de forma
recurrente al cine (bien para servirse de él en las metáforas o para aportar
títulos que encierran claves similares a las utilizadas para diferentes escenas
de la novela). Éstas son sólo algunas de las películas que nombra: Espartaco;
Psicosis; La ley del hampa; Días de vino y rosas; El abrazo de la muerte; Los
miserables; Ladrón de bicicletas; Laura; Ángel o Diablo; El cielo puede
esperar; El hombre elefante… En la novela hay también guiños a autores y
novelas de la historia de la literatura y pequeñas puyas a ese mundo literario
plagado de críticos, editores, escritores fracasados…
Al final, el protagonista acaba sucumbiendo dentro de esa
espiral en que todos los personajes andan metidos. No es dueño de su destino
aunque él piense en un principio que sí, porque sus deseos se han materializado
en el corto plazo y consigue la fama y el reconocimiento del mundo literario.
Pero a medida que avanza la acción, más difícil es tratar de huir de las
servidumbres que lleva aparejada su identidad impostada.
Juan Carlos Palma
intercala el desarrollo de la trama con cartas que escribe el protagonista a
una antigua novia (Raquel) a la que cuenta este constante vaivén de sensaciones
y aventuras en su vida real e impostada. Lo hace a modo de examen catártico
(unas veces para regodearse, otras para buscar consuelo, otras para herir…),
pero el conjunto de cartas, leídas a lo largo de la novela viene a ser un
resumen muy aproximado de los avatares vitales y emocionales, que vive el
protagonista."
Hasta aquí el comentario del anterior dueño del libro. Yo
podría haber apuntado otros detalles, por ejemplo, alguna similitud con las
novelas “Soy un escritor frustrado”,
de J. Ángel Mañas, o “El final de Philip Banter”, del siempre inquietante John Franklin Bardin. Y sobre todo no habría
hecho un comentario tan serio y aséptico. Aunque básicamente coincido en su
mayor parte con él. Si acaso terminaría apuntando que esta novela ganó el
premio de novela negra de la Diputación de Albacete, porque siempre es bueno
recordar los premios que un escritor consigue. Y vuelvo otra vez a la primera
página del libro para resolver la duda que me intrigó desde el principio. Es
una dedicatoria y dice así:
“Para Javier, para que certifique que
la vida es una espiral de casualidades donde Félix J. y Juan Carlos son
hermanos, escritores y nacidos en Sanlúcar de Barrameda. En agradecimiento a su
perseverancia literaria para con nosotros.”
14-05-2010 Juan Carlos Palma Macías.
Después de ver su firma sonreí, cerré el Desván de la Casa
Usher hasta el día siguiente y me eché a soñar.
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