miércoles, 26 de agosto de 2015

Robinson Crusoe


En la historia de la literatura Robinson Crusoe contribuye a dar consistencia al género literario de la novela. Antes de su irrupción este era un género titubeante. Estaban las novelas de caballería, pastoriles, picarescas… con excepción de El Quijote, que fija lo que es la novela moderna.
En este sentido, Daniel Defoe crea un género que es el de novela de aventuras. Además es uno de los pocos textos dentro de la modernidad que tienen el valor y la función de un mito. Los mitos vistos desde la sociedad racional, se inventan de forma literaria como una forma de   representación.
Pero antes de meternos en harina contaremos por encima su argumento. La novela cuenta la historia del joven Robinson Crusoe que, desobedeciendo los deseos de su padre, embarca en un largo viaje como marinero a bordo de un barco mercante. Pero una gran tormenta abate el barco en el que viajaba, naufragando a una isla deshabitada que podríamos situar en centro América. Solo y sin medios para salir, pasarán sus aventuras en la isla en la que permanece durante 28 años.
Allí se encontrará también con Viernes, un nativo al que Robinson ha rescatado antes de que se lo comiera un grupo de caníbales. Se establece entre ellos una relación de vasallaje que podría representar el Imperialismo cultural de la época. Robinson Crusoe sería el europeo educado mientras que Viernes es el "salvaje" que solamente puede ser redimido de su bárbaro modo de vida a través de su asimilación en la cultura europea.
Es un libro profundamente novedoso para la época: “Robinson Crusoe” es una novela de exaltación del individuo, tiene el impulso de una epopeya. Se trata de una historia épica, pero es la epopeya de un individuo. Hay una gran diferencia, por poner un ejemplo, con Ulises, protagonista de otra gran epopeya de la antigüedad. Ulises pertenece en cambio a una red entretejida de dioses, semidioses, hombres y súbditos. Aparece en una red simbólica, densa, compacta. En el caso de “Robinson Crusoe” no hay nada de eso. De lo que habla esta novela es de la gesta del individuo, que se enfrenta solo a la naturaleza y a las adversidades.
Hay muchas culturas donde no se ha desarrollado el concepto de individualidad. Robinson es el personaje donde se plasma el individuo de la modernidad. Lo que aparece es un tipo de existencia humana, caracterizada por varios rasgos que podemos ir extrayendo de la novela. Lo que mueve al personaje constantemente es la previsión. Algo que no se daba en la Edad Media. No se hacían cálculos, porque antes la Providencia era lo que dominaba la sociedad.
Otro carácter novedoso es el concepto económico de la vida. Todo tiene una función y por tanto un valor. Hay un momento de la novela en que el protagonista hace una especie de contabilidad, para lo que se construye una serie de estanterías. Otro aspecto a destacar también es la relación que tiene con la naturaleza: hace una gestión productivista de ella. No hay contemplación, placer, disfrute, recogimiento… Se trata de una relación pragmática, útil. Todo lo que ofrece la naturaleza se trata como objeto, como algo puesto ahí para que las personas lo controlen de forma que nos rindan un beneficio acumulable.
Otro rasgo es que Robinson se mueve en un entorno o naturaleza desencantada. En la Edad Media y en la Antigüedad la naturaleza estaba atravesada por lo luminoso, por lo sagrado. Cuando el hombre en la Europa preindustrial del siglo XVII ve un bosque, enseguida ve un beneficio. Y para ello antes hay que desposeerlo de elementos sagrados, desencantarlo, desprenderlo de mitos. A Robinson Crusoe no le sucede lo que a sus ancestros celtas del norte de Europa, cultura de la que procedería  el personaje. Los celtas, en la antigüedad, elevaban a lo sagrado el entorno natural en que se movían, ya fuera éste el océano, el bosque, el sol, la luna o el fuego. Robinson ha trasladado la visión occidental a un territorio virgen e inexplorado, que precisamente por ello debería estar imbuido de lo sagrado.
Otro rasgo es el sentido pragmático del hecho religioso. Cuando ya se ha establecido en la isla, Robinson Crusoe se vuelve muy religioso, pero se intuye que es un sentimiento que nace de una necesidad: la de sentirse protegido. Por eso este personaje lo que desprende en definitiva es miedo. Y esto quizá se explique por lo siguiente: desde el siglo XII-XIII hasta finales del XVIII no hubo ninguna generación que no viviera una peste. Cuando esto se producía, se generaba un naufragio total de la sociedad: pobres, ricos, hermanos, vecinos, buenos, malos… Y el apestado se quedaba solo. Y para protegerse de ese miedo, se respondió con la búsqueda de la protección divina. Y ya en la modernidad, también  con el control y la acumulación.  
Pero soslayando todos estos rasgos sesudos, “Robinson Crusoe” es, por encima de todo, una historia de aventuras con todos los ingredientes: piratas, naufragios, motines, caníbales… Entretenimiento a raudales que hace de esta lectura una de esas historias imprescindibles para todo lector que se inicia. Obra maestra indiscutible de la literatura universal, “Robinson Crusoe” resulta además una lectura muy amena gracias a su estilo sencillo y su lograda imaginería visual.

Si alguien aún no la ha leído, ya sabe lo que tiene que hacer.